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Exacto. Ya veremos cual de las dos cosas afecta mas a nuestras vidas. Y también respeto tanta importancia dada a un concurso de disfraces. Entre otras razones porque no me queda, no nos queda, otra. Así le va al país. 128.000 parados mas este mes y aquí el problema es un concurso de disfraces. Panem et cirquenses. Olé
Totalmente de acuerdo contigo, como casi siempre. Hay temas muy importantes a nivel nacional que dejan los pequeños temas locales a muy baja altura. Pero no por eso hemos de olvidarnos de ellos,
En estos tiempos que corren, con la prima de riesgo a niveles estratosfericos, como el índice de desempleo, con lo dramático que supone ver los telediarios, viendo los deshaucios junto a las inyecciones de dinero público a los bancos, la ministra de trabajo satisfecha con los datos que según ella baraja. Pues bien, con todo esto de escenario principal, solamente nos queda como oxigenante las pequeñas ilusiones de los únicos ausentes a este gran drama de la sociedad, la ilusión de los más pequeños. Esa ilusión con la que durante unos días preparan su disfraz para concursar en ese evento organizado por el ayuntamiento, lo hacen, como he dicho, ausentes a la cruda realidad que vivimos, se ilusionan y a los padres les contagian esa ilusión, que les hace evadirse de lo cotidiano para compartir con sus hijos esa pequeña euforia, pensando en algo distinto, en la felicidad, la diversión y la ilusión de sus hijos.
Pero luego llega alguien con una simple careta, sin apenas trabajo ni dedicación, o alguien con apellido de patrón, que resulta ser merecedor/a del premio más que su hijo. Entonces es cuando vuelven a la realidad, y ven que los que más empeño ponen y más trabajo les cuesta, al no tener categoría de patrón por su insigne apellido, o pertenecer a determinado colectivo social, no son merecedores de ningún tipo de reconocimiento. Comprobando que la vida es igual al más alto nivel y en el más sencillo.
De ilusiones también se puede vivir, si ya de pequeños nos despojan de ellas la vida se convierte en algo monótono y aburrido, capaz de cegar al más optimista.
Que os vaya bonito
En estos tiempos que corren, con la prima de riesgo a niveles estratosfericos, como el índice de desempleo, con lo dramático que supone ver los telediarios, viendo los deshaucios junto a las inyecciones de dinero público a los bancos, la ministra de trabajo satisfecha con los datos que según ella baraja. Pues bien, con todo esto de escenario principal, solamente nos queda como oxigenante las pequeñas ilusiones de los únicos ausentes a este gran drama de la sociedad, la ilusión de los más pequeños. Esa ilusión con la que durante unos días preparan su disfraz para concursar en ese evento organizado por el ayuntamiento, lo hacen, como he dicho, ausentes a la cruda realidad que vivimos, se ilusionan y a los padres les contagian esa ilusión, que les hace evadirse de lo cotidiano para compartir con sus hijos esa pequeña euforia, pensando en algo distinto, en la felicidad, la diversión y la ilusión de sus hijos.
Pero luego llega alguien con una simple careta, sin apenas trabajo ni dedicación, o alguien con apellido de patrón, que resulta ser merecedor/a del premio más que su hijo. Entonces es cuando vuelven a la realidad, y ven que los que más empeño ponen y más trabajo les cuesta, al no tener categoría de patrón por su insigne apellido, o pertenecer a determinado colectivo social, no son merecedores de ningún tipo de reconocimiento. Comprobando que la vida es igual al más alto nivel y en el más sencillo.
De ilusiones también se puede vivir, si ya de pequeños nos despojan de ellas la vida se convierte en algo monótono y aburrido, capaz de cegar al más optimista.
Que os vaya bonito