Águeda o Ágata (Gadea en su versión arcaica), fue una joven de una familia distinguida y de singular belleza que nació en Catania (Sicilia) hacia el año 230.
El senador Quintianus intentó poseerla aprovechando las persecuciones que el tirano emperador Decio realizó contra los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.
El Senador en venganza por no conseguir sus placeres, para hacerle perder la fe y la pureza, la envía durante un mes a un lupanar, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios y milagrosamente conserva su virginidad. Allí, en esta peligrosa situación, Águeda repetía las palabras del Salmo 16: "Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan.
Aún más enfurecido, Quintianus ordenó que torturaran a la joven azotándola cruelmente y que le cortaran los senos. La respuesta de la luego Santa fue "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". Aunque esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y la anima a sufrir por Cristo y la cura de sus heridas.
Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta: ¿Quién te ha curado? Ella responde: "He sido curada por el poder de Jesucristo". El malvado le grita: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le responde: "Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón".
Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: "Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma". Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.
Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán Etna.
Es invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. En el País Vasco se le atribuye una faceta sanadora. Es la Patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.
Se la ha representado en el martirio, colgada cabeza abajo, con el verdugo armado de tenazas y retorciendo su seno. También sosteniendo ella misma la tenaza y un ángel con sus senos en una bandeja o ella misma portando la bandeja con sus pechos. La escena de la curación por San Pedro también se ha representado.
A menudo se la representa como protectora contra el fuego, con lo que lleva una antorcha o bastón en llamas, o una vela, intentado extinguir el incendio.
La conmemoración de Santa Águeda es una fiesta muy popular en muchos lugares:
En Salamanca las asociaciones de mujeres reciben el bastón de mando en el ayuntamiento, celebran bailes en la Plaza Mayor y continúan la fiesta en restaurantes y locales de ocio de toda la ciudad.
En Zamora es toda una tradición, las águedas toman la ciudad y los pueblos para hacerse con el control en la provincia, los ayuntamientos les ceden los bastones de mando como señal de autoridad, se celebran alrededor de 7 días de fiesta donde se baila, se come, se vive la fiesta y honra a Santa Águeda. De las más famosas son las águedas de la capital de San José obrero y del barrio de San Lázaro, y refieriéndonos a los pueblos, La Hiniesta, Corrales, Algodre y Coreses son las más destacadas, siendo típicos los bailes regionales como los charros, las jotas y las canciones de panderetas entonadas por las propias águedas. En Coreres, por ejemplo, es típica la canción de las habas verdes y el petaco.
En Zamarramala (Segovia) la fiesta de Santa Águeda está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. Los orígenes de la fiesta están relacionados con la conquista del Alcázar de Segovia que supuso una serie de privilegios para este pueblo y sus mujeres, a las que se concedió el privilegio de mandar una vez al año. Desde entonces se ha celebrado tradicionalmente esta fiesta que se inicia con la cesión del bastón de mando del ayuntamiento a las mujeres, que dedican el día a diversas celebraciones mientras encargan todas las actividades domésticas a sus maridos. A lo largo del tiempo celebraciones similares se han extendido por otras localidades segovianas, como a Martín Muñoz de la Dehesa.
También se celebra en Galápagos, donde los habitantes hacen una hoguera en su honor acompañados de bollos, que antiguamente eran caseros y los recogían por las casas, y vino dulce.
Digna de mención es la fiesta en honor a Santa Águeda que se celebra en Sorihuela del Guadalimar (Jaén) durante los días 3, 4 y 5 de febrero, precedida de una solemne novena (del 27 de enero al 4 de febrero). En esta localidad se venera una talla preciosa de la Santa, obra anónima del siglo XVI y junto a ésta, una reliquia auténtica (pequeño fragmento de cuero cabelludo).
En la Isla de Mallorca, se celebra su fiesta en el pueblo de Sancellas, al menos desde el siglo XV, por un voto que hicieron sus antepasados. La santa es venerada actualmente en una hermosa capilla del siglo XVIII, donde también se guarda un relicario.
En el País Vasco y Navarra es tradición durante la víspera de Santa Águeda la presencia de grupos corales en las calles de las villas y pueblos que entonan cánticos en honor a la santa, acompañando el ritmo con bastones o "makilak".
El senador Quintianus intentó poseerla aprovechando las persecuciones que el tirano emperador Decio realizó contra los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.
El Senador en venganza por no conseguir sus placeres, para hacerle perder la fe y la pureza, la envía durante un mes a un lupanar, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios y milagrosamente conserva su virginidad. Allí, en esta peligrosa situación, Águeda repetía las palabras del Salmo 16: "Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan.
Aún más enfurecido, Quintianus ordenó que torturaran a la joven azotándola cruelmente y que le cortaran los senos. La respuesta de la luego Santa fue "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". Aunque esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y la anima a sufrir por Cristo y la cura de sus heridas.
Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta: ¿Quién te ha curado? Ella responde: "He sido curada por el poder de Jesucristo". El malvado le grita: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le responde: "Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón".
Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: "Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma". Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.
Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán Etna.
Es invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. En el País Vasco se le atribuye una faceta sanadora. Es la Patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.
Se la ha representado en el martirio, colgada cabeza abajo, con el verdugo armado de tenazas y retorciendo su seno. También sosteniendo ella misma la tenaza y un ángel con sus senos en una bandeja o ella misma portando la bandeja con sus pechos. La escena de la curación por San Pedro también se ha representado.
A menudo se la representa como protectora contra el fuego, con lo que lleva una antorcha o bastón en llamas, o una vela, intentado extinguir el incendio.
La conmemoración de Santa Águeda es una fiesta muy popular en muchos lugares:
En Salamanca las asociaciones de mujeres reciben el bastón de mando en el ayuntamiento, celebran bailes en la Plaza Mayor y continúan la fiesta en restaurantes y locales de ocio de toda la ciudad.
En Zamora es toda una tradición, las águedas toman la ciudad y los pueblos para hacerse con el control en la provincia, los ayuntamientos les ceden los bastones de mando como señal de autoridad, se celebran alrededor de 7 días de fiesta donde se baila, se come, se vive la fiesta y honra a Santa Águeda. De las más famosas son las águedas de la capital de San José obrero y del barrio de San Lázaro, y refieriéndonos a los pueblos, La Hiniesta, Corrales, Algodre y Coreses son las más destacadas, siendo típicos los bailes regionales como los charros, las jotas y las canciones de panderetas entonadas por las propias águedas. En Coreres, por ejemplo, es típica la canción de las habas verdes y el petaco.
En Zamarramala (Segovia) la fiesta de Santa Águeda está declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. Los orígenes de la fiesta están relacionados con la conquista del Alcázar de Segovia que supuso una serie de privilegios para este pueblo y sus mujeres, a las que se concedió el privilegio de mandar una vez al año. Desde entonces se ha celebrado tradicionalmente esta fiesta que se inicia con la cesión del bastón de mando del ayuntamiento a las mujeres, que dedican el día a diversas celebraciones mientras encargan todas las actividades domésticas a sus maridos. A lo largo del tiempo celebraciones similares se han extendido por otras localidades segovianas, como a Martín Muñoz de la Dehesa.
También se celebra en Galápagos, donde los habitantes hacen una hoguera en su honor acompañados de bollos, que antiguamente eran caseros y los recogían por las casas, y vino dulce.
Digna de mención es la fiesta en honor a Santa Águeda que se celebra en Sorihuela del Guadalimar (Jaén) durante los días 3, 4 y 5 de febrero, precedida de una solemne novena (del 27 de enero al 4 de febrero). En esta localidad se venera una talla preciosa de la Santa, obra anónima del siglo XVI y junto a ésta, una reliquia auténtica (pequeño fragmento de cuero cabelludo).
En la Isla de Mallorca, se celebra su fiesta en el pueblo de Sancellas, al menos desde el siglo XV, por un voto que hicieron sus antepasados. La santa es venerada actualmente en una hermosa capilla del siglo XVIII, donde también se guarda un relicario.
En el País Vasco y Navarra es tradición durante la víspera de Santa Águeda la presencia de grupos corales en las calles de las villas y pueblos que entonan cánticos en honor a la santa, acompañando el ritmo con bastones o "makilak".