Rompiendo valerosamente con una tradición de siete siglos, y en pleno uso de sus facultades y de su libertad, Benedicto XVI anunció el lunes que dejará de ser Papa el próximo 28 de febrero a las 8 de la tarde. El texto de su renuncia, leída en latín a los cardenales, cumple al detalle los requisitos del Derecho Canónico y explica claramente los motivos de un gesto que no producía desde la renuncia de Celestino V en 1294. El mensaje del Papa y la respuesta del decano del Colegio de cardenales, Ángelo Sodano, revelan el cuadro de la decisión y la hoja de ruta en un relevo muy sereno. La decisión de Benedicto XVI de renunciar a su Pontificado se tomó «hace muchos meses, tras el viaje a México y Cuba, y con una reserva que nadie pudo romper, después de haber examinado ante Dios reiteradamente la propia conciencia a causa de la acanzada edad», según explica el director del diario oficial de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, en un editorial de este martes. El Papa realizó un viaje a Cuba y México entre el 23 y el 29 de marzo de 2012, con lo que la decisión anunciada este lunes se habría tomado hace poco menos de un año.
La sorpresa y la emoción fueron muy fuertes, pero enseguida resultó claro que el acto de renuncia era válido y el programa de la transición estaba muy bien pensado. Benedicto XVI sigue siendo Papa a todos los efectos y mantendrá todo su programa de actividades públicas hasta el 28 de febrero. A partir del 1 de marzo se retirará a la residencia veraniega de Castel Gandolfo y, posteriormente, a los locales de un convento en los Jardines Vaticanos. Del 1 de marzo en adelante, la Iglesia estará en manos del Colegio de Cardenales hasta que el Cónclave elija un nuevo Papa a mediados de marzo. Al no haber funerales, la transición será más breve de lo habitual.
Con voz serena, el Papa informó a los cardenales que les había reunido «para comunicaros una decisión de gran importancia», y la explico con toda sencillez: «Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro».
«He de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado»En realidad, Benedicto XVI está en muy buena forma para una persona de 85 años, y de hecho no ha faltado ni un solo día al trabajo en casi ocho años, pero «en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve» es necesario «el vigor tanto del cuerpo como del espíritu» para gobernar la Iglesia. Y, a su juicio, ese vigor «en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado».
El Papa dejó claro que es necesario «ejercer bien» el ministerio, y que la falta de vigor no es repentina sino que la ha ido advirtiendo desde hace tiempo.
Por ese motivo, continuó el Santo Padre, «con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el Cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».
La fecha del Cónclave la fijará pues el Colegio de Cardenales, que será convocado por su decano, Ángelo Sodano, quien presidirá los debates previos al Cónclave por espacio de varios días pero no entrará en la Capilla Sixtina, pues cuenta ya 85 años.
La sorpresa y la emoción fueron muy fuertes, pero enseguida resultó claro que el acto de renuncia era válido y el programa de la transición estaba muy bien pensado. Benedicto XVI sigue siendo Papa a todos los efectos y mantendrá todo su programa de actividades públicas hasta el 28 de febrero. A partir del 1 de marzo se retirará a la residencia veraniega de Castel Gandolfo y, posteriormente, a los locales de un convento en los Jardines Vaticanos. Del 1 de marzo en adelante, la Iglesia estará en manos del Colegio de Cardenales hasta que el Cónclave elija un nuevo Papa a mediados de marzo. Al no haber funerales, la transición será más breve de lo habitual.
Con voz serena, el Papa informó a los cardenales que les había reunido «para comunicaros una decisión de gran importancia», y la explico con toda sencillez: «Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro».
«He de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado»En realidad, Benedicto XVI está en muy buena forma para una persona de 85 años, y de hecho no ha faltado ni un solo día al trabajo en casi ocho años, pero «en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve» es necesario «el vigor tanto del cuerpo como del espíritu» para gobernar la Iglesia. Y, a su juicio, ese vigor «en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado».
El Papa dejó claro que es necesario «ejercer bien» el ministerio, y que la falta de vigor no es repentina sino que la ha ido advirtiendo desde hace tiempo.
Por ese motivo, continuó el Santo Padre, «con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el Cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».
La fecha del Cónclave la fijará pues el Colegio de Cardenales, que será convocado por su decano, Ángelo Sodano, quien presidirá los debates previos al Cónclave por espacio de varios días pero no entrará en la Capilla Sixtina, pues cuenta ya 85 años.