San Cirilo de Jerusalén, 18-3-2013.
Poco se sabe sobre su vida antes de ser obispo. Nació en torno al año 315, según dicen en Cesarea Marítima (cerca de Jerusalén), de padres cristianos. Parece que fue ordenado diácono por el obispo Macario de Jerusalén por el año 335, y sacerdote unos diez años después por parte de Máximo. Naturalmente inclinado por la paz y la conciliación, al principio tomó una... posición relativamente moderada y después totalmente adversario del arrianismo.
Separándose del metropolitano, Acacio de Cesarea, un partidario de Arrio, Cirilo tomó partido por los Eusebianos, en el Concilio de Nicea, por lo que en un concilio bajo la influencia de Acacio en el año 358, Cirilo fue depuesto y forzado a retirarse a Tarso. Por otro lado, el Concilio de Seleucia al siguiente año, en el que Cirilo estuvo presente, depuso a Acacio. Pero en el año 360 el proceso fue revertido por medio de la influencia de la corte metropolitana, y Cirilo sufrió otro año de exilio de Jerusalén, hasta la ascensión de Juliano el Apóstata que le permitió regresar. El emperador arriano Valente lo volvió a deportar en el año 367, después de lo cual se mantuvo sin problemas hasta su muerte, siendo su jurisdicción confirmada expresamente por el Primer Concilio de Constantinopla (381), en el que estuvo presente. En total, de los 30 años que fue obispo de Jerusalén, 16 de ellos los pasó en el destierro.
Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".
Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalén para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.
El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalén para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.
Para Cirilo, el pecado es la consecuencia de la libertad, no una condición natural. El cuerpo no es la causa, sino el instrumento del pecado. El remedio para él es el arrepentimiento, en el cual insiste mucho. Como muchos de los Padres Orientales, tiene una concepción esencialmente moralista del Cristianismo. Su doctrina en la Eucaristía es notoria: el pan y el vino no son meros elementos simbólicos, sino el cuerpo y la sangre de Cristo. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada".
Sus famosas veintitrés lecturas catequéticas (“Catequesis”), que escribió siendo aún un presbítero, en el año 347, contiene instrucciones sobre los principales temas de la fe cristiana y su práctica en una forma un tanto popular, llenas de cálido amor pastoral y cuidado por sus catecúmenos, a quienes se dirigía. Son 18 sermones pronunciados en Jerusalén, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía. Cada lectura está basada en un texto de la Escritura, y hay una abundancia de citación escritural en todas ellas. Luego de una introducción general, siguen dieciocho lecturas para la competencia, y las cinco restantes están dirigidas a los recientemente bautizados, en preparación para recibir la comunión. Son de gran importancia para dar luz al método de instrucción usual en esa época, así como a las prácticas litúrgicas del período, de las cuales aquí se da el más extenso recuento existente.
Cirilo falleció en Jerusalén en el año 386.
Por sus “Catequesis” fue proclamado Doctor de la Iglesia el 28 de julio de 1882 por el papa León XIII.
Poco se sabe sobre su vida antes de ser obispo. Nació en torno al año 315, según dicen en Cesarea Marítima (cerca de Jerusalén), de padres cristianos. Parece que fue ordenado diácono por el obispo Macario de Jerusalén por el año 335, y sacerdote unos diez años después por parte de Máximo. Naturalmente inclinado por la paz y la conciliación, al principio tomó una... posición relativamente moderada y después totalmente adversario del arrianismo.
Separándose del metropolitano, Acacio de Cesarea, un partidario de Arrio, Cirilo tomó partido por los Eusebianos, en el Concilio de Nicea, por lo que en un concilio bajo la influencia de Acacio en el año 358, Cirilo fue depuesto y forzado a retirarse a Tarso. Por otro lado, el Concilio de Seleucia al siguiente año, en el que Cirilo estuvo presente, depuso a Acacio. Pero en el año 360 el proceso fue revertido por medio de la influencia de la corte metropolitana, y Cirilo sufrió otro año de exilio de Jerusalén, hasta la ascensión de Juliano el Apóstata que le permitió regresar. El emperador arriano Valente lo volvió a deportar en el año 367, después de lo cual se mantuvo sin problemas hasta su muerte, siendo su jurisdicción confirmada expresamente por el Primer Concilio de Constantinopla (381), en el que estuvo presente. En total, de los 30 años que fue obispo de Jerusalén, 16 de ellos los pasó en el destierro.
Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".
Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalén para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.
El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalén para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.
Para Cirilo, el pecado es la consecuencia de la libertad, no una condición natural. El cuerpo no es la causa, sino el instrumento del pecado. El remedio para él es el arrepentimiento, en el cual insiste mucho. Como muchos de los Padres Orientales, tiene una concepción esencialmente moralista del Cristianismo. Su doctrina en la Eucaristía es notoria: el pan y el vino no son meros elementos simbólicos, sino el cuerpo y la sangre de Cristo. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada".
Sus famosas veintitrés lecturas catequéticas (“Catequesis”), que escribió siendo aún un presbítero, en el año 347, contiene instrucciones sobre los principales temas de la fe cristiana y su práctica en una forma un tanto popular, llenas de cálido amor pastoral y cuidado por sus catecúmenos, a quienes se dirigía. Son 18 sermones pronunciados en Jerusalén, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía. Cada lectura está basada en un texto de la Escritura, y hay una abundancia de citación escritural en todas ellas. Luego de una introducción general, siguen dieciocho lecturas para la competencia, y las cinco restantes están dirigidas a los recientemente bautizados, en preparación para recibir la comunión. Son de gran importancia para dar luz al método de instrucción usual en esa época, así como a las prácticas litúrgicas del período, de las cuales aquí se da el más extenso recuento existente.
Cirilo falleció en Jerusalén en el año 386.
Por sus “Catequesis” fue proclamado Doctor de la Iglesia el 28 de julio de 1882 por el papa León XIII.