San Braulio de Zaragoza, obispo, 26-3-2013.
Braulio nació hacia el año 590, en Zaragoza. Aunque se desconoce la cuna, niñez y juventud del santo.
Al morir su hermano Juan, que era obispo de Zaragoza, en el año 626, el clero y los fieles lo eligieron para que lo reemplazara, siendo uno de los intelectuales más destacados en la Hispania Tarraconense, colaborando con San Isidoro, del que fue discípul... o, para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia. Se conservan numerosas epístolas que dan idea de la fecunda comunicación que mantuvieron.
Participó en la corriente de pensamiento y acción isidoriana que tanto influyó en la cultura de su época y aún en tiempos posteriores. De hecho, insistió cerca de San Isidoro para que diera término a las Etimologías, la conocida y la más famosa e importante obra de San Isidoro donde se recoge el saber antiguo tomado indiscriminadamente de escritores tanto paganos como cristianos y que consta de veinte libros que fueron obligado libro de texto en las escuelas medievales, al tiempo que cauce de transmisión del saber antiguo. La división de toda la obra y sus títulos se deben a San Braulio.
Como obispo se preocupó mucho por tratar de que el pueblo se instruyera más en la religión y por acabar con las herejías que se habían propagado, especialmente el arrianismo.
Aborrecía todo lo que fuera lujo y vanidad. Sus vestidos eran siempre pobres, y su comida como la de un obrero de clase baja. Todas las limosnas que le llegaban las daba para ayudar a los pobres. Y se dedicaba con mucho esmero a enseñar a los ignorantes.
Tan grande era la elocuencia de San Braulio y su capacidad para convencer a quienes le escuchaban sus sermones que la gente decía: "Parece que cuando está hablando, es el mismo Espíritu Santo el que le va diciendo lo que él tiene que decir". Quizás por ello, los obispos de España lo encargaron de las relaciones episcopales con el Papa de Roma.
Estuvo presente en los concilios V (636) y VI (638) de Toledo que fueron convocados para fortalecer la autoridad real y donde se resolvieron determinadas cuestiones de régimen eclesiástico y litúrgicas. En estos concilios se contribuyó a elaborar también el sistema de elección de los reyes por los obispos y magnates y llegó a ratificarse la imposibilidad de ser elegido rey alguien que no perteneciera a la nobleza goda.
Mientras se desarrollaban las sesiones del VI Concilio de Toledo, llegó a la ciudad un diácono llamado Turninus con una carta del Papa Honorio I, escrita en el año 637 y que se ha perdido. En ella parece ser que el pontífice urgía a los obispos hispanos a mostrarse más enérgicos en la fe y demostrar más dureza para con los infieles (judíos). Seguramente, el Papa conocía la legislación de Sisebuto y aprobaba medidas de conversión por la fuerza; enterado de que los sucesivos reyes no habían proseguido la misma política decidió ejercer presión en favor de ella. Los obispos encargaron la respuesta a Braulio de Zaragoza; en ella, el prelado cesaraugustano reconocía la supremacía del Papa y su derecho a interesarse por la actividad de todas las Iglesias, pero alegaba que las propuestas del pontífice ya habían sido planteadas por Chintila, y que la coincidencia de pareceres debía ser obra de la divinidad; continuaba afirmando que los obispos hispanos no habían descuidado sus deberes pero que la lentitud en las conversiones no era debida a descuido o miedo, sino que la causa era que a los judíos debía convencérseles mediante una constante predicación, y por tanto no eran justas las críticas del papa (al que de pasada señalaba en error en una cita bíblica); para demostrar los hechos expuestos, Braulio remitía al Papa copias de las actas del Concilio, y de los diez cánones dedicados a los judíos (del 57 al 66) en el IV Concilio toledano; Braulio aconsejaba al Papa no dejarse engañar por falsos rumores, y explicaba que los obispos hispanos no se habían dejado engañar por el rumor de que el papa autorizaba a los judíos conversos a volver a su religión (superstición la llama Braulio), y exponía que ningún hombre, por grande que fuera su delito, debía ser castigado con penas tan severas como las que proponía el Papa, de tal manera que Braulio se atrevió a desafiar al Pontífice y a poner en evidencia su falta de conciencia y conocimientos cristianos, pues tales castigos no tenían apoyatura legal y moral, ni en los cánones ni en el Nuevo Testamento.
Ejerció el santo una notable influencia entre los reyes del tiempo intentando suavizar las leyes con espíritu cristiano y procurando potenciar la unidad del reino. Con Chindasvinto -rey que fue elegido por la nobleza al considerarlo fácilmente manipulable debido a su gran ancianidad-, cuando dicta leyes muy severas contra los magnates traidores que rompieran su juramento de lealtad al rey, llegando a decretar la deportación, la reducción a la esclavitud de sus familias y a la confiscación de sus bienes. De la misma manera, mostró también influjo decisivo sobre el rey Recesvinto, el que reprimió la rebelión del noble Troya, cuando ponía sitio a la ciudad de Zaragoza, el mismo año de la muerte de San Braulio.
El problema de la sucesión real fue abordado el 648. En una carta suscrita por el obispo de Zaragoza y el obispo Eutropio, que alegaban actuar en nombre de todo el clero y fieles de sus diócesis, y firmada también por un tal Celso que se presume que era el conde de la ciudad o el dux de la Tarraconense, los remitentes solicitaban al rey que asociase al trono a su hijo Recesvinto para descargar al padre de las cuestiones de la guerra y permitir el descanso del rey hasta que los ataques de los enemigos hubiesen cesado. La idea de la asociación al trono y la sucesión hereditaria era contraria al canon setenta y cinco del VI Concilio toledano (que Braulio había firmado), por lo que hemos de suponer que la carta fue inspirada por el propio rey, quien se valdría de la gran autoridad moral de Braulio y del poder militar de Celso, que al gobernar una ciudad fronteriza o una provincia sede de los principales ataques enemigos, debía controlar un ejército más numeroso de lo habitual y debía contar con el apoyo de los condes de la zona.
De las cartas que escribió se conservan 44, gracias a las cuales pueden llegar a conocerse muchos aspectos de la España visigoda y muestran su relación con el papa Honorio I y con los reyes visigodos Chindasvinto y Recesvinto. Se le atribuyen también a San Braulio las Actas de los mártires de Zaragoza. Escribió una Vida de San Millán de la Cogolla (h. 640) y un muy valioso himno en loor del mismo santo, que está considerado como uno de los mejores poemas del periodo visigodo. Su estilo es elegante y lleno de bondad y de amabilidad. Firmaba como "Braulio, siervo inútil de los santos de Dios".
Fue su discípulo San Eugenio de Toledo, llamado «El Poeta», que llegó a Zaragoza para ponerse en contacto con Braulio, y supo fundir las enseñanzas de su maestro y de San Isidoro.
Los últimos años tuvo que sufrir mucho por la falta de la vista, algo que para él que era tan gran lector, era un verdadero martirio. Pero aprovechaba su ceguera para dedicarse a rezar y meditar, lo que hacía varias horas cada día en la catedral, y en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.
Poco antes de morir en Zaragoza le pareció escuchar aquellas palabras de Jesús: "Ven siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor". Y respondió entusiasmado: "Voy pronto, Señor, ya estoy listo". Y murió santamente. Era el 26 de marzo del año 651.
Es el patrono de Aragón y de la Universidad de Zaragoza.
Braulio nació hacia el año 590, en Zaragoza. Aunque se desconoce la cuna, niñez y juventud del santo.
Al morir su hermano Juan, que era obispo de Zaragoza, en el año 626, el clero y los fieles lo eligieron para que lo reemplazara, siendo uno de los intelectuales más destacados en la Hispania Tarraconense, colaborando con San Isidoro, del que fue discípul... o, para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia. Se conservan numerosas epístolas que dan idea de la fecunda comunicación que mantuvieron.
Participó en la corriente de pensamiento y acción isidoriana que tanto influyó en la cultura de su época y aún en tiempos posteriores. De hecho, insistió cerca de San Isidoro para que diera término a las Etimologías, la conocida y la más famosa e importante obra de San Isidoro donde se recoge el saber antiguo tomado indiscriminadamente de escritores tanto paganos como cristianos y que consta de veinte libros que fueron obligado libro de texto en las escuelas medievales, al tiempo que cauce de transmisión del saber antiguo. La división de toda la obra y sus títulos se deben a San Braulio.
Como obispo se preocupó mucho por tratar de que el pueblo se instruyera más en la religión y por acabar con las herejías que se habían propagado, especialmente el arrianismo.
Aborrecía todo lo que fuera lujo y vanidad. Sus vestidos eran siempre pobres, y su comida como la de un obrero de clase baja. Todas las limosnas que le llegaban las daba para ayudar a los pobres. Y se dedicaba con mucho esmero a enseñar a los ignorantes.
Tan grande era la elocuencia de San Braulio y su capacidad para convencer a quienes le escuchaban sus sermones que la gente decía: "Parece que cuando está hablando, es el mismo Espíritu Santo el que le va diciendo lo que él tiene que decir". Quizás por ello, los obispos de España lo encargaron de las relaciones episcopales con el Papa de Roma.
Estuvo presente en los concilios V (636) y VI (638) de Toledo que fueron convocados para fortalecer la autoridad real y donde se resolvieron determinadas cuestiones de régimen eclesiástico y litúrgicas. En estos concilios se contribuyó a elaborar también el sistema de elección de los reyes por los obispos y magnates y llegó a ratificarse la imposibilidad de ser elegido rey alguien que no perteneciera a la nobleza goda.
Mientras se desarrollaban las sesiones del VI Concilio de Toledo, llegó a la ciudad un diácono llamado Turninus con una carta del Papa Honorio I, escrita en el año 637 y que se ha perdido. En ella parece ser que el pontífice urgía a los obispos hispanos a mostrarse más enérgicos en la fe y demostrar más dureza para con los infieles (judíos). Seguramente, el Papa conocía la legislación de Sisebuto y aprobaba medidas de conversión por la fuerza; enterado de que los sucesivos reyes no habían proseguido la misma política decidió ejercer presión en favor de ella. Los obispos encargaron la respuesta a Braulio de Zaragoza; en ella, el prelado cesaraugustano reconocía la supremacía del Papa y su derecho a interesarse por la actividad de todas las Iglesias, pero alegaba que las propuestas del pontífice ya habían sido planteadas por Chintila, y que la coincidencia de pareceres debía ser obra de la divinidad; continuaba afirmando que los obispos hispanos no habían descuidado sus deberes pero que la lentitud en las conversiones no era debida a descuido o miedo, sino que la causa era que a los judíos debía convencérseles mediante una constante predicación, y por tanto no eran justas las críticas del papa (al que de pasada señalaba en error en una cita bíblica); para demostrar los hechos expuestos, Braulio remitía al Papa copias de las actas del Concilio, y de los diez cánones dedicados a los judíos (del 57 al 66) en el IV Concilio toledano; Braulio aconsejaba al Papa no dejarse engañar por falsos rumores, y explicaba que los obispos hispanos no se habían dejado engañar por el rumor de que el papa autorizaba a los judíos conversos a volver a su religión (superstición la llama Braulio), y exponía que ningún hombre, por grande que fuera su delito, debía ser castigado con penas tan severas como las que proponía el Papa, de tal manera que Braulio se atrevió a desafiar al Pontífice y a poner en evidencia su falta de conciencia y conocimientos cristianos, pues tales castigos no tenían apoyatura legal y moral, ni en los cánones ni en el Nuevo Testamento.
Ejerció el santo una notable influencia entre los reyes del tiempo intentando suavizar las leyes con espíritu cristiano y procurando potenciar la unidad del reino. Con Chindasvinto -rey que fue elegido por la nobleza al considerarlo fácilmente manipulable debido a su gran ancianidad-, cuando dicta leyes muy severas contra los magnates traidores que rompieran su juramento de lealtad al rey, llegando a decretar la deportación, la reducción a la esclavitud de sus familias y a la confiscación de sus bienes. De la misma manera, mostró también influjo decisivo sobre el rey Recesvinto, el que reprimió la rebelión del noble Troya, cuando ponía sitio a la ciudad de Zaragoza, el mismo año de la muerte de San Braulio.
El problema de la sucesión real fue abordado el 648. En una carta suscrita por el obispo de Zaragoza y el obispo Eutropio, que alegaban actuar en nombre de todo el clero y fieles de sus diócesis, y firmada también por un tal Celso que se presume que era el conde de la ciudad o el dux de la Tarraconense, los remitentes solicitaban al rey que asociase al trono a su hijo Recesvinto para descargar al padre de las cuestiones de la guerra y permitir el descanso del rey hasta que los ataques de los enemigos hubiesen cesado. La idea de la asociación al trono y la sucesión hereditaria era contraria al canon setenta y cinco del VI Concilio toledano (que Braulio había firmado), por lo que hemos de suponer que la carta fue inspirada por el propio rey, quien se valdría de la gran autoridad moral de Braulio y del poder militar de Celso, que al gobernar una ciudad fronteriza o una provincia sede de los principales ataques enemigos, debía controlar un ejército más numeroso de lo habitual y debía contar con el apoyo de los condes de la zona.
De las cartas que escribió se conservan 44, gracias a las cuales pueden llegar a conocerse muchos aspectos de la España visigoda y muestran su relación con el papa Honorio I y con los reyes visigodos Chindasvinto y Recesvinto. Se le atribuyen también a San Braulio las Actas de los mártires de Zaragoza. Escribió una Vida de San Millán de la Cogolla (h. 640) y un muy valioso himno en loor del mismo santo, que está considerado como uno de los mejores poemas del periodo visigodo. Su estilo es elegante y lleno de bondad y de amabilidad. Firmaba como "Braulio, siervo inútil de los santos de Dios".
Fue su discípulo San Eugenio de Toledo, llamado «El Poeta», que llegó a Zaragoza para ponerse en contacto con Braulio, y supo fundir las enseñanzas de su maestro y de San Isidoro.
Los últimos años tuvo que sufrir mucho por la falta de la vista, algo que para él que era tan gran lector, era un verdadero martirio. Pero aprovechaba su ceguera para dedicarse a rezar y meditar, lo que hacía varias horas cada día en la catedral, y en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.
Poco antes de morir en Zaragoza le pareció escuchar aquellas palabras de Jesús: "Ven siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor". Y respondió entusiasmado: "Voy pronto, Señor, ya estoy listo". Y murió santamente. Era el 26 de marzo del año 651.
Es el patrono de Aragón y de la Universidad de Zaragoza.