Platón admite que su estado ideal como cualquier otra realidad del mundo físico está sujeto a la degradación por lo que tarde o temprano degenerará a otro sistema político menos perfecto. El estado ideal es llamado por el autor “aristocracia” que significa “gobierno de los mejores”; cuando en este estado ideal los guardianes guerreros empiezan a ocupar la posición que le correspondía a los filósofos aparece el primer sistema político degenerado: la “timarquía”. En la timarquía los guardianes acumulan riquezas y el poder a espaldas del pueblo trabajador, no cometen excesivos desmanes pero el deseo de honores es lo que mueve sus decisiones en vez del bien de la mayoría. En muchos sentidos la timarquía recuerda los regímenes militaristas del siglo XX y de la actualidad.
La timarquía degenera en “oligarquía” (gobierno de pocos) en donde la clase dirigente está compuesta ya no por los guerreros sino por aquellos que poseen las riquezas. Ya que en la timarquía el fin de los gobernantes era acumular riqueza es lógica la evolución hacia la oligarquía. El mayor problema de la oligarquía es la cohesión social, en este sistema de gobierno existen dos estados en uno: el estado de los pobres y el estado de los ricos siempre en conflicto entre sí.
La paupérrima situación de la clase pobre en la oligarquía lleva a esta a degenerar en “democracia” (gobierno del pueblo). Los pobres se alían entre sí y arrebatan el poder a los más ricos estableciendo en lo posible un sistema igualitario de participación política y la mayor libertad política posible. Todos gobiernan en el estado democrático y todos pueden vivir en libertad haciendo lo que les parezca bien. Pero este sistema también es imperfecto ya que mientras que en la oligarquía había dos cuerpos políticos en la democracia hay infinidad de ellos, tantos como individuos o familias. Todo el mundo hace lo que le viene en gana y no hay orden ni ley que se respete, los ignorantes tienen tanto poder como los sabios y la multitud se cree experta en todos los temas. Gobernar un estado democráticamente, dice Platón, es como pilotar una nave haciendo votaciones a las personas que están a bordo sepan o no sepan del arte de navegar. La democracia genera disensión, enfrentamientos continuos y caos social.
La democracia degenera en el sistema político más alejado del buen gobierno: la tiranía. En el estado democrático un demagogo se presenta como salvador de los pobres o de una amplia capa de población, con palabras zalameras toma el poder en la asamblea y todos lo siguen. Tras conseguir el poder político necesita una guardia que le proteja de las agresiones de sus enemigos, con esta guardia y con la connivencia de otros aliados de la ciudad o extranjeros se hace con el poder absoluto. El que parecía el salvador del pueblo se convierte en un tirano con plenos poderes que para mantener su preeminencia tiene que exterminar a todos sus enemigos. Ejemplos de tiranías los tenemos en los regímenes totalitarios de corte fascista o comunista.
Escrita en su madurez la República es quizás el diálogo más influyente de Platón y la primera utopía política de la que tenemos constancia escrita no obstante, en su vejez el autor ateniense reconstruyó esta utopía en su obra “Las Leyes” dándole un matiz más abierto y democrático a su proyecto político aunque conservando mucho de los elementos que aparecen en la República.
La timarquía degenera en “oligarquía” (gobierno de pocos) en donde la clase dirigente está compuesta ya no por los guerreros sino por aquellos que poseen las riquezas. Ya que en la timarquía el fin de los gobernantes era acumular riqueza es lógica la evolución hacia la oligarquía. El mayor problema de la oligarquía es la cohesión social, en este sistema de gobierno existen dos estados en uno: el estado de los pobres y el estado de los ricos siempre en conflicto entre sí.
La paupérrima situación de la clase pobre en la oligarquía lleva a esta a degenerar en “democracia” (gobierno del pueblo). Los pobres se alían entre sí y arrebatan el poder a los más ricos estableciendo en lo posible un sistema igualitario de participación política y la mayor libertad política posible. Todos gobiernan en el estado democrático y todos pueden vivir en libertad haciendo lo que les parezca bien. Pero este sistema también es imperfecto ya que mientras que en la oligarquía había dos cuerpos políticos en la democracia hay infinidad de ellos, tantos como individuos o familias. Todo el mundo hace lo que le viene en gana y no hay orden ni ley que se respete, los ignorantes tienen tanto poder como los sabios y la multitud se cree experta en todos los temas. Gobernar un estado democráticamente, dice Platón, es como pilotar una nave haciendo votaciones a las personas que están a bordo sepan o no sepan del arte de navegar. La democracia genera disensión, enfrentamientos continuos y caos social.
La democracia degenera en el sistema político más alejado del buen gobierno: la tiranía. En el estado democrático un demagogo se presenta como salvador de los pobres o de una amplia capa de población, con palabras zalameras toma el poder en la asamblea y todos lo siguen. Tras conseguir el poder político necesita una guardia que le proteja de las agresiones de sus enemigos, con esta guardia y con la connivencia de otros aliados de la ciudad o extranjeros se hace con el poder absoluto. El que parecía el salvador del pueblo se convierte en un tirano con plenos poderes que para mantener su preeminencia tiene que exterminar a todos sus enemigos. Ejemplos de tiranías los tenemos en los regímenes totalitarios de corte fascista o comunista.
Escrita en su madurez la República es quizás el diálogo más influyente de Platón y la primera utopía política de la que tenemos constancia escrita no obstante, en su vejez el autor ateniense reconstruyó esta utopía en su obra “Las Leyes” dándole un matiz más abierto y democrático a su proyecto político aunque conservando mucho de los elementos que aparecen en la República.