El cadáver del rey Fernando III el Santo recibió sepultura en la Catedral de Sevilla, tres días después de su defunción. Fernando III había dispuesto en su testamento que su cadáver recibiese sepultura al pie de la imagen de la Virgen de los Reyes, que se supone le fue regalada al monarca por su primo, el rey San Luis de Francia, y había ordenado además que su sepultura fuera sencilla, sin estatua yacente.
No obstante, tras la muerte del rey, su hijo Alfonso X el Sabio ordenó realizar los mausoleos de sus padres, revestidos de plata, y las efigies sedentes que les representaban, recubiertas de metales preciosos y piedras preciosas, contraviniendo así el deseo de su padre. Delante de la imagen de la Virgen de los Reyes, donada por Fernando III el Santo a la Catedral de Sevilla, fueron colocadas las efigies de Fernando III y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia, que aparecían vestidos, sentados en sillones chapados de plata y bajo baldaquinos de plata dorada. La imagen sedente de Fernando III se hallaba coronada por una corona de oro y piedras preciosas. Las imágenes de Alfonso X y Beatriz de Suabia portaban sendas coronas de oro y piedras preciosas. Las piedras preciosas fueron confiscadas por su descendiente, el rey Pedro I de Castilla, durante la Guerra de los dos Pedros, en el siglo XIV, argumentando que no se hallaban suficientemente protegidas.
El monarca aparecía portando en la mano derecha la espada con la punta hacia arriba, estando la espada adornada con un rubí y una esmeralda. En el dedo índice de la mano izquierda, en la que sostenía la vaina de la espada, adornada con pedrería, llevaba un anillo de oro con un rubí de considerable tamaño. Dicho anillo sería posteriormente colocado en la mano de la Virgen de los Reyes, quien portaba, al igual que el Niño Jesús que ella sostenía en sus brazos, una corona de oro con piedras preciosas, que le fueron donadas por Alfonso X el Sabio. Tras la muerte de Alfonso X el Sabio, su efigie, del mismo estilo que las de sus padres, fue colocada al lado de aquellas. Los sarcófagos que contenían los restos de los reyes fueron colocados a los pies de la imagen de la Virgen de los Reyes, y se hallaban adornados con blasones en los que aparecían castillos, leones y águilas, símbolo éste último de la Casa de Hohenstaufen, de la que era miembro la reina Beatriz de Suabia. La efigie que representaba a Fernando III se hallaba colocada en el centro de la capilla y a la izquierda estaba colocada la de su esposa. Cuando Fernando III el Santo fue canonizado en el año 1671, la imagen sedente del rey, del siglo XIII, fue sustituida por otra realizada por el escultor Pedro Roldán, quien según ciertas fuentes la realizó en pocos días, siendo después dorada y estofada por una hija del pintor Juan de Valdés Leal.
En la actualidad, la urna de plata que contiene los restos de Fernando III el Santo se encuentra colocada sobre un basamento de mampostería, colocado ante las gradas del altar donde se sitúa la imagen de la Virgen de los Reyes. En el basamento de mampostería que sirve de soporte a la urna se encuentran colocados cuatro epitafios, compuestos en arábe, latín, hebreo y castellano. La tradición sostiene que los cuatro epitafios fueron compuestos por Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III.
La urna de plata que contiene los restos del rey San Fernando fue realizada entre los años por el orfebre Juan Laureano de Pina. Fue comenzada en 1690, aunque las dificultades financieras motivaron que su terminación no finalizara hasta el año 1719, habiendo participado en su conclusión varios orfebres, y habiéndose empleado en su realización plata, plata sobredorada y bronce. La urna exterior cubre la urna interior, con paredes de cristal, en la que reposan los restos del monarca. La urna, que se considera la obra más relevante de la orfebrería barroca sevillana, permanece cerrada habitualmente, aunque puede ser abierta para mostrar el cuerpo de San Fernando, como se hace el día 30 de mayo, festividad de San Fernando, en que es expuesto a la veneración de los fieles. En la decoración de la urna externa, que protege la urna interior, se glorifican las virtudes del rey San Fernando y la apoteosis de la monarquía española, estando además adornada con relieves con motivos florales y vegetales.
Para la canonización es preciso, además del milagro, la fama de santidad. Tras la muerte de Fernando III y de su entierro en la Catedral se genera una energía espiritual que atrae a los fieles sevillanos. El Papa Sixto V confirmaría en 1590 que Fernando III poseía el halo de santidad y que merecía el tratamiento de santo, en base al "resplandor alrededor de la cabeza que se da en Roma a los beatificados y la diadema de los canonizados". Las restricciones del Papa Urbano VIII obligaron a demostrar que esta representación realmente era tal y, una vez acreditada, fue posible impulsar el procedimiento a partir de 1649.
Francisco López de Caro y Bartolomé Esteban Murillo se encargaron de recopilar todas las imágenes que existían en Sevilla de Fernando III. Comenzaron con una lámina de cobre que se conservaba en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, que a su vez era una versión de otra que se había realizado en Roma años antes. En la misma capilla encontraron una imagen en un tabernáculo del Rey Fernando arrodillado orante frente a una imagen del Padre. En el trascoro de la Catedral existía una imagen de la rendición del emir Axataf ante Fernando III pintada por Francisco Pacheco en 1634. Tras recopilar otros retratos acudieron al Alcázar de Sevilla, donde encontraron una imagen del Rey en el Salón de Embajadores. Otros sitios que visitaron fueron Puerta de Jerez, el Convento franciscano de San Diego, la Puerta de la Carne, la Iglesia de Santa María la Blanca, el Monasterio de la Cartuja, el Monasterio de San Clemente, la Alhóndiga, el retablo de San Andrés del Convento de la Paz y las Casas Capitulares y el convento franciscano anejo. 14 En 3 años, a partir de enero de 1649, ambos lograron reunir numerosas imágenes que existían en la ciudad del rey Fernando que ratificaban la fama de santidad de esta persona.
Tras esto, se procedió a dar cuenta de los testimonios para la canonización en los años 50 del siglo XVII. A partir de 1652 la imagen de San Fernando ya estaba internacionalizada. En 1626 algunos testigos como Don Juan Villavicencio y Alarcón dieron fe de la enorme popularidad alcanzada por la imagen en Roma. También le era rendido culto en la Catedral de Mónaco, en su propio altar. Juan de la Fuente Almonte, Regidor Veinticuatro de Sevilla, manifestó que en el Virreinato de Perú se le llamaba Santo Rey Don Fernando.
El 7 de febrero de 1671, fue canonizado por el Papa Clemente X.
Es patrón de varias localidades como: Sevilla, Aranjuez, San Fernando de Henares, Villanueva del Río y Minas, San Fernando de Apure, Pivijay y de la pedanía albaceteña Ventas de Alcolea. También es patrón del Arma de Ingenieros del Ejército de Tierra de España.
No obstante, tras la muerte del rey, su hijo Alfonso X el Sabio ordenó realizar los mausoleos de sus padres, revestidos de plata, y las efigies sedentes que les representaban, recubiertas de metales preciosos y piedras preciosas, contraviniendo así el deseo de su padre. Delante de la imagen de la Virgen de los Reyes, donada por Fernando III el Santo a la Catedral de Sevilla, fueron colocadas las efigies de Fernando III y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia, que aparecían vestidos, sentados en sillones chapados de plata y bajo baldaquinos de plata dorada. La imagen sedente de Fernando III se hallaba coronada por una corona de oro y piedras preciosas. Las imágenes de Alfonso X y Beatriz de Suabia portaban sendas coronas de oro y piedras preciosas. Las piedras preciosas fueron confiscadas por su descendiente, el rey Pedro I de Castilla, durante la Guerra de los dos Pedros, en el siglo XIV, argumentando que no se hallaban suficientemente protegidas.
El monarca aparecía portando en la mano derecha la espada con la punta hacia arriba, estando la espada adornada con un rubí y una esmeralda. En el dedo índice de la mano izquierda, en la que sostenía la vaina de la espada, adornada con pedrería, llevaba un anillo de oro con un rubí de considerable tamaño. Dicho anillo sería posteriormente colocado en la mano de la Virgen de los Reyes, quien portaba, al igual que el Niño Jesús que ella sostenía en sus brazos, una corona de oro con piedras preciosas, que le fueron donadas por Alfonso X el Sabio. Tras la muerte de Alfonso X el Sabio, su efigie, del mismo estilo que las de sus padres, fue colocada al lado de aquellas. Los sarcófagos que contenían los restos de los reyes fueron colocados a los pies de la imagen de la Virgen de los Reyes, y se hallaban adornados con blasones en los que aparecían castillos, leones y águilas, símbolo éste último de la Casa de Hohenstaufen, de la que era miembro la reina Beatriz de Suabia. La efigie que representaba a Fernando III se hallaba colocada en el centro de la capilla y a la izquierda estaba colocada la de su esposa. Cuando Fernando III el Santo fue canonizado en el año 1671, la imagen sedente del rey, del siglo XIII, fue sustituida por otra realizada por el escultor Pedro Roldán, quien según ciertas fuentes la realizó en pocos días, siendo después dorada y estofada por una hija del pintor Juan de Valdés Leal.
En la actualidad, la urna de plata que contiene los restos de Fernando III el Santo se encuentra colocada sobre un basamento de mampostería, colocado ante las gradas del altar donde se sitúa la imagen de la Virgen de los Reyes. En el basamento de mampostería que sirve de soporte a la urna se encuentran colocados cuatro epitafios, compuestos en arábe, latín, hebreo y castellano. La tradición sostiene que los cuatro epitafios fueron compuestos por Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III.
La urna de plata que contiene los restos del rey San Fernando fue realizada entre los años por el orfebre Juan Laureano de Pina. Fue comenzada en 1690, aunque las dificultades financieras motivaron que su terminación no finalizara hasta el año 1719, habiendo participado en su conclusión varios orfebres, y habiéndose empleado en su realización plata, plata sobredorada y bronce. La urna exterior cubre la urna interior, con paredes de cristal, en la que reposan los restos del monarca. La urna, que se considera la obra más relevante de la orfebrería barroca sevillana, permanece cerrada habitualmente, aunque puede ser abierta para mostrar el cuerpo de San Fernando, como se hace el día 30 de mayo, festividad de San Fernando, en que es expuesto a la veneración de los fieles. En la decoración de la urna externa, que protege la urna interior, se glorifican las virtudes del rey San Fernando y la apoteosis de la monarquía española, estando además adornada con relieves con motivos florales y vegetales.
Para la canonización es preciso, además del milagro, la fama de santidad. Tras la muerte de Fernando III y de su entierro en la Catedral se genera una energía espiritual que atrae a los fieles sevillanos. El Papa Sixto V confirmaría en 1590 que Fernando III poseía el halo de santidad y que merecía el tratamiento de santo, en base al "resplandor alrededor de la cabeza que se da en Roma a los beatificados y la diadema de los canonizados". Las restricciones del Papa Urbano VIII obligaron a demostrar que esta representación realmente era tal y, una vez acreditada, fue posible impulsar el procedimiento a partir de 1649.
Francisco López de Caro y Bartolomé Esteban Murillo se encargaron de recopilar todas las imágenes que existían en Sevilla de Fernando III. Comenzaron con una lámina de cobre que se conservaba en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, que a su vez era una versión de otra que se había realizado en Roma años antes. En la misma capilla encontraron una imagen en un tabernáculo del Rey Fernando arrodillado orante frente a una imagen del Padre. En el trascoro de la Catedral existía una imagen de la rendición del emir Axataf ante Fernando III pintada por Francisco Pacheco en 1634. Tras recopilar otros retratos acudieron al Alcázar de Sevilla, donde encontraron una imagen del Rey en el Salón de Embajadores. Otros sitios que visitaron fueron Puerta de Jerez, el Convento franciscano de San Diego, la Puerta de la Carne, la Iglesia de Santa María la Blanca, el Monasterio de la Cartuja, el Monasterio de San Clemente, la Alhóndiga, el retablo de San Andrés del Convento de la Paz y las Casas Capitulares y el convento franciscano anejo. 14 En 3 años, a partir de enero de 1649, ambos lograron reunir numerosas imágenes que existían en la ciudad del rey Fernando que ratificaban la fama de santidad de esta persona.
Tras esto, se procedió a dar cuenta de los testimonios para la canonización en los años 50 del siglo XVII. A partir de 1652 la imagen de San Fernando ya estaba internacionalizada. En 1626 algunos testigos como Don Juan Villavicencio y Alarcón dieron fe de la enorme popularidad alcanzada por la imagen en Roma. También le era rendido culto en la Catedral de Mónaco, en su propio altar. Juan de la Fuente Almonte, Regidor Veinticuatro de Sevilla, manifestó que en el Virreinato de Perú se le llamaba Santo Rey Don Fernando.
El 7 de febrero de 1671, fue canonizado por el Papa Clemente X.
Es patrón de varias localidades como: Sevilla, Aranjuez, San Fernando de Henares, Villanueva del Río y Minas, San Fernando de Apure, Pivijay y de la pedanía albaceteña Ventas de Alcolea. También es patrón del Arma de Ingenieros del Ejército de Tierra de España.