Podemos, lógicamente, reducir los tres factores de desnaturalización del estado, anteriormente mencionados, a un solo eje fundamental: la conducta. Según el diccionario de la lengua española, conducta, entre otras acepciones, es la manera con que los hombres gobiernan su vida y rigen sus acciones. Como ya sabemos, el hombre es un ser libre, capaz de autodeterminarse y que actúa según una elección. También dijimos que la ética esta compuesta por la moral, el derecho y los convencionalismos sociales.
Por lo tanto una conducta será éticamente positiva siempre que el hombre encamine su vida conforme a las costumbres sociales y normas jurídicas vigentes, y cuyos principios morales, que por naturaleza indican qué es lo bueno, no queden sólo en el campo de la abstracción o el conocimiento, sino que los concrete mediante su observancia. En resumen, será una conducta acorde a la ética aquella conducta virtuosa. La virtud es la disposición constante del alma a conducirse de acuerdo al bien y a evitar rigurosamente el mal. Las virtudes que hacen ética a una conducta, y que son además indispensables en un estado democrático, son las siguientes:
• Austeridad: consiste en llevar una vida modesta y de probada honradez.
• Veracidad: virtud que nos conduce siempre a manifestar lo que creemos o pensamos.
• Lealtad: nos obliga a ser fieles y rigurosos en el cumplimiento de los compromisos y obligaciones, en la correspondencia de afectos, etc.
• Tolerancia: respeto y consideración de las opiniones ajenas. No es aprobar el error, sino simplemente, la capacidad de convivir con lo diferente.
• Espíritu de Trabajo: Inclinación a realizar con entusiasmo y eficacia los labores que se emprenden.
• Perseverancia: firmeza en los propósitos o en la prosecución de algo que se ha comenzado.
• Caridad o Fraternidad: consiste en considerar a nuestros semejantes como hermanos. Es el amor al otro que se manifiesta mediante acciones de beneficencia y benevolencia.
• Patriotismo: vínculo espiritual que nos une a la patria incondicionalmente. Se manifiesta sirviendo con amor y abnegación, alentando los ideales de la nación, reverenciando sus glorias, amando su tradición y respetando sus símbolos.
• Abnegación: es un sentimiento que nos mueve a dejar de lado nuestros propios afectos o intereses en servicio de la patria, para el bien de la comunidad en general, para el bien del otro.
Es fácilmente entendible entonces que los tres factores de desnaturalización del estado tienen su semilla o su fundamento en una conducta éticamente negativa: en el materialismo, en la mentira, la deslealtad, la intolerancia, el egoísmo, en la carencia de patriotismo, etc.
Válida es la ocasión de mencionar, sin entrar en detalles, lo que la Unión Cívica Radical mantiene doctrinalmente como filosofía de conducta. El radicalismo cree que el fin no justifica los medios, y que los altos fines sólo se alcanzan cuando los medios son adecuados a su altura. Colócanse así los medios en el plano del deber constante e inmediato, y surge la filosofía realmente creadora de conducta, que es unidad e interacción entre el esfuerzo moral-personal y el político o social que lo incluye. Esta filosofía radical de la conducta es la única que podrá reintegrar al hombre-espíritu y salvar a la humanidad del posible desastre de los siglos.
Krause, filósofo de gran influencia sobre la doctrina radical, sostenía que la ley moral lleva implícita la libertad y el orden, siendo su máxima de conducta más difundida: "Haz el bien por el bien mismo".
Plenitud, es una totalidad, integridad. Observaremos entonces como esta filosofía es el camino para alcanzar la plenitud del hombre, quien vive en sociedad para alcanzarla, configurándola al nivel de un bien común, principio y fin de la existencia de la política.
La historia de nuestro país muestra como, buscando lo mejor para la concreción de un mejor estilo de vida al servicio de la consecución del bienestar común, se han obtenido, en un proceso que comienza el siglo pasado y que aún no termina, la emancipación y la independencia, la democracia y la libertad. Pero aún no hemos concluido, la igualdad y el federalismo verdadero son tareas pendientes.
Nuestro partido se fundamentó sobre dos grandes bases. Una es considerar la política como una concepción ética de la vida. La otra afirmar el federalismo como la forma institucional de la vida autónoma argentina, de la libertad ciudadana y de la soberanía de la nación. Nuestras luchas anteriores a veces nos han hecho suponer que somos el partido de la libertad y nada más, si así fuera ya hubiéramos agotado nuestra razón de existir... tenemos libertad en la Argentina, pero falta tanto,... queremos concretar al mismo tiempo la libertad y la igualdad. (3)
Para concluir, me parece oportuno destacar que la pérdida del camino ético de la política, no es más que el reflejo de una sociedad que también lo ha perdido. Al fin y al cabo, los hombres de la política, forman parte de la sociedad a la cual representan y dirigen.
Es increíble cómo la indiferencia individualista ha llegado a atrofiar nuestros más profundos sentimientos, cómo nos ha llevado el egocentrismo a disimular y a enceguecernos frente a aquellas personas que necesitan y suplican de una mano que las ayude, que les sirva de guía. Es tal la ausencia de solidaridad que se presenta, que hemos llegado al extremo de la extranjería total, mientras, hermanos nuestros mueren frente a nuestros ojos.
Es imposible pensar que en sociedades corruptas y desnaturalizadas, que no saben de donde vienen ni adonde van, que han olvidado su pasado y no tienen visión de futuro, en donde la hermandad es una palabra cada día más en desuso ya que cada cual busca sobreponerse al prójimo en vez de mancomunadamente buscar lo mejor para todos, pueda surgir una minoría dirigente inmune a tal peligrosa enfermedad como lo es la corrupción, la extranjería y lo peor de todo, la indiferencia.
Pero también es cierto que la clase dirigente, que en realidad no es "clase" sino minoría, es la encargada de dirigir y de dar el ejemplo a la comunidad y que por lo tanto, tiene una mayor responsabilidad. Dirigir significa enderezar, llevar rectamente una cosa hacia un lugar señalado.
Creo que los argentinos, ya hemos "tocado fondo", hemos sido fiel imitación de la sociedad anteriormente descripta. Ahora hace falta un cambio rotundo de mentalidad ya que es lo único que nos permitirá "salir nuevamente a flote". Y todo indica que la tierra ya está lo suficientemente abonada para comenzar a sembrar ese cambio, para comenzar a sembrar futuro. Afortunadamente nuestro país de a poco está madurando, está creciendo junto a la democracia, ha "aprehendido" su dolor y ha aprendido de él. El argentino ya no quiere limosnas ni favores, quiere trabajar; el argentino de hoy tiene sed de justicia, se ha fortalecido en la vida democrática, exige respuestas de sus representantes, responde a la verdad y condena la inmoralidad.
La falta de ética en todos los ámbitos es un problema de fondo. Tenemos que tomar conciencia de que somos muchos, pero que conformamos uno solo, nuestro país, nuestra Argentina. Tenemos que replantearnos quienes somos, a donde vamos y a donde queremos llegar. Sobre la experiencia del pasado, los valores de aquellos que forjaron la libertad y la democracia, deberemos empezar de nuevo, pero con los ojos puestos en el futuro.
Por lo tanto una conducta será éticamente positiva siempre que el hombre encamine su vida conforme a las costumbres sociales y normas jurídicas vigentes, y cuyos principios morales, que por naturaleza indican qué es lo bueno, no queden sólo en el campo de la abstracción o el conocimiento, sino que los concrete mediante su observancia. En resumen, será una conducta acorde a la ética aquella conducta virtuosa. La virtud es la disposición constante del alma a conducirse de acuerdo al bien y a evitar rigurosamente el mal. Las virtudes que hacen ética a una conducta, y que son además indispensables en un estado democrático, son las siguientes:
• Austeridad: consiste en llevar una vida modesta y de probada honradez.
• Veracidad: virtud que nos conduce siempre a manifestar lo que creemos o pensamos.
• Lealtad: nos obliga a ser fieles y rigurosos en el cumplimiento de los compromisos y obligaciones, en la correspondencia de afectos, etc.
• Tolerancia: respeto y consideración de las opiniones ajenas. No es aprobar el error, sino simplemente, la capacidad de convivir con lo diferente.
• Espíritu de Trabajo: Inclinación a realizar con entusiasmo y eficacia los labores que se emprenden.
• Perseverancia: firmeza en los propósitos o en la prosecución de algo que se ha comenzado.
• Caridad o Fraternidad: consiste en considerar a nuestros semejantes como hermanos. Es el amor al otro que se manifiesta mediante acciones de beneficencia y benevolencia.
• Patriotismo: vínculo espiritual que nos une a la patria incondicionalmente. Se manifiesta sirviendo con amor y abnegación, alentando los ideales de la nación, reverenciando sus glorias, amando su tradición y respetando sus símbolos.
• Abnegación: es un sentimiento que nos mueve a dejar de lado nuestros propios afectos o intereses en servicio de la patria, para el bien de la comunidad en general, para el bien del otro.
Es fácilmente entendible entonces que los tres factores de desnaturalización del estado tienen su semilla o su fundamento en una conducta éticamente negativa: en el materialismo, en la mentira, la deslealtad, la intolerancia, el egoísmo, en la carencia de patriotismo, etc.
Válida es la ocasión de mencionar, sin entrar en detalles, lo que la Unión Cívica Radical mantiene doctrinalmente como filosofía de conducta. El radicalismo cree que el fin no justifica los medios, y que los altos fines sólo se alcanzan cuando los medios son adecuados a su altura. Colócanse así los medios en el plano del deber constante e inmediato, y surge la filosofía realmente creadora de conducta, que es unidad e interacción entre el esfuerzo moral-personal y el político o social que lo incluye. Esta filosofía radical de la conducta es la única que podrá reintegrar al hombre-espíritu y salvar a la humanidad del posible desastre de los siglos.
Krause, filósofo de gran influencia sobre la doctrina radical, sostenía que la ley moral lleva implícita la libertad y el orden, siendo su máxima de conducta más difundida: "Haz el bien por el bien mismo".
Plenitud, es una totalidad, integridad. Observaremos entonces como esta filosofía es el camino para alcanzar la plenitud del hombre, quien vive en sociedad para alcanzarla, configurándola al nivel de un bien común, principio y fin de la existencia de la política.
La historia de nuestro país muestra como, buscando lo mejor para la concreción de un mejor estilo de vida al servicio de la consecución del bienestar común, se han obtenido, en un proceso que comienza el siglo pasado y que aún no termina, la emancipación y la independencia, la democracia y la libertad. Pero aún no hemos concluido, la igualdad y el federalismo verdadero son tareas pendientes.
Nuestro partido se fundamentó sobre dos grandes bases. Una es considerar la política como una concepción ética de la vida. La otra afirmar el federalismo como la forma institucional de la vida autónoma argentina, de la libertad ciudadana y de la soberanía de la nación. Nuestras luchas anteriores a veces nos han hecho suponer que somos el partido de la libertad y nada más, si así fuera ya hubiéramos agotado nuestra razón de existir... tenemos libertad en la Argentina, pero falta tanto,... queremos concretar al mismo tiempo la libertad y la igualdad. (3)
Para concluir, me parece oportuno destacar que la pérdida del camino ético de la política, no es más que el reflejo de una sociedad que también lo ha perdido. Al fin y al cabo, los hombres de la política, forman parte de la sociedad a la cual representan y dirigen.
Es increíble cómo la indiferencia individualista ha llegado a atrofiar nuestros más profundos sentimientos, cómo nos ha llevado el egocentrismo a disimular y a enceguecernos frente a aquellas personas que necesitan y suplican de una mano que las ayude, que les sirva de guía. Es tal la ausencia de solidaridad que se presenta, que hemos llegado al extremo de la extranjería total, mientras, hermanos nuestros mueren frente a nuestros ojos.
Es imposible pensar que en sociedades corruptas y desnaturalizadas, que no saben de donde vienen ni adonde van, que han olvidado su pasado y no tienen visión de futuro, en donde la hermandad es una palabra cada día más en desuso ya que cada cual busca sobreponerse al prójimo en vez de mancomunadamente buscar lo mejor para todos, pueda surgir una minoría dirigente inmune a tal peligrosa enfermedad como lo es la corrupción, la extranjería y lo peor de todo, la indiferencia.
Pero también es cierto que la clase dirigente, que en realidad no es "clase" sino minoría, es la encargada de dirigir y de dar el ejemplo a la comunidad y que por lo tanto, tiene una mayor responsabilidad. Dirigir significa enderezar, llevar rectamente una cosa hacia un lugar señalado.
Creo que los argentinos, ya hemos "tocado fondo", hemos sido fiel imitación de la sociedad anteriormente descripta. Ahora hace falta un cambio rotundo de mentalidad ya que es lo único que nos permitirá "salir nuevamente a flote". Y todo indica que la tierra ya está lo suficientemente abonada para comenzar a sembrar ese cambio, para comenzar a sembrar futuro. Afortunadamente nuestro país de a poco está madurando, está creciendo junto a la democracia, ha "aprehendido" su dolor y ha aprendido de él. El argentino ya no quiere limosnas ni favores, quiere trabajar; el argentino de hoy tiene sed de justicia, se ha fortalecido en la vida democrática, exige respuestas de sus representantes, responde a la verdad y condena la inmoralidad.
La falta de ética en todos los ámbitos es un problema de fondo. Tenemos que tomar conciencia de que somos muchos, pero que conformamos uno solo, nuestro país, nuestra Argentina. Tenemos que replantearnos quienes somos, a donde vamos y a donde queremos llegar. Sobre la experiencia del pasado, los valores de aquellos que forjaron la libertad y la democracia, deberemos empezar de nuevo, pero con los ojos puestos en el futuro.