En el año 1085 ese rey, Alfonso VI de
León y de Castilla (reinó entre 1065 y 1109), conquistaba
Toledo. Era la primera gran urbe que un monarca cristiano conseguía arrebatar los musulmanes de Al-Ándalus, y, para más inri, se trataba de la antigua capital de los visigodos, de aquel
pueblo que, tras vencer a los
romanos y hacerse con el control de la Península Ibérica (en el siglo V), había sucumbido ante el
ejército islámico (a partir del año 711). Por eso las repercusiones de la ocupación de Toledo por el Cristianismo se dejaron notar en toda Europa.