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SAN MARTIN DE MONTALBAN: Estoy cerca de los cincuenta. Solo contaba con cuatro...

Estoy cerca de los cincuenta. Solo contaba con cuatro años aproximadamente pero aún recuerdo aquella especial sensación:
Acompañaba a mi madre, que bajaba al río a lavar en aquellas limpias aguas, cuando desde mas arriba avistamos aquel idílico paisaje: alfombrado de una gran pradera, salpicada ésta de todos los colores debido a las ropas que las "torconeras" tendian sobre ella. Acompañado el espectaculo, de la música natural de las chorreras del Arroyo, el croar de las ranas, el graznido de algúnos bandos de grajillas que por en tonces allí abundaban, y del tintineo del cencerro de unas vacas que tranquilamente pacían mas abajo del Puente Grande; asi como del maravilloso telon de fondo que suponía el Cerro de la Puente, coronado de su ya viejo palomar.

Como no recordar tambien cuando, poco tiempo despues, cierta mejora de la economía familiar nos permitía algún tiempo de ocio, y las gentes de San Martin bajabamos a bañarnos; y "retozabamos" por este generoso parage natural que supone el cauce de nuestro Río.
Los que tuvieron que marcharse para buscar mejor vida, ya acudían a pasar sus vacaciones. Los estudiantes pasaban sus largos veranos buscando su historia de amor que, en algúnos casos sería para toda la vida.
Los mas pequeños aprendiamos a nadar, no sin algún susto, en las partes mas profundas de la Cantuergana o el Chaharco Hondo. Nos tapabamos de arena en su orilla, cazabamos ranas, pececillos o galapagos que luego devolviamos al agua.
Para nuestros padres, aquellos tiempos eran todavía duros, pero sus reuniones y juergurcillas no necesitaban de grandes cosas: unos conejos "al ajillo" cazados en cualquierr monte, o unos barbos pescados en el momento que, cocinados con especial dedicacion y acompañados de nuestro recio vino y alguna cerveza, era suficiente para disfrutar aquel dia.
Todo este ambiente tan nuestro, se digería placidamente bajo las sombras de los parcos quioscos de maderas y cañas; a la misma orilla del Torcón.


Pero todo ha cambiado:
Ya no se oyen ni se ven los bandos de grajillas. Las ranas no croan. La pradera no existe. Es mas difícil sorprender jugando o sesteando a la nutria, Las grandes bandadas de patos que en invierno nos visitaban no llegan. El color calroverdoso del agua a cambiado. No canta tanto la oropendola. No es habitual ver la cigueña pescar culebrillas o ranas para criar sus pollos de la torre. Los niños y jovenes no se bañan en el Torcón sino que solo se refrescan acinados en piscinas artificiales. Y los mayores no pueden deleitarse con su tradicional guiso de "barbos al pescador".
Nuestro Río ya no es aquel Río.

AUN ES POSIBLE: "SALVEMOS EL TORCON"

Fdo.: OCTAVIO.