A veces lo más curioso pasa desapercibido si no bajamos el ritmo y nos vamos fijando en las pequeñas cosas.
Estas
puertas metálicas
medievales, al igual que muchas otras de
Toledo, conservan la
historia, el espíritu del lugar; basta con aproximarse para darse cuenta que podemos escuchar el pasado, incluso olerlo. Ahora permanecen siempre abiertas para que el viajero no tenga que perder el tiempo en llamar o empujarlas.
Merece la pena visitarlas, tocarlas, acariciarlas, pasar lentamente las manos por encima de su textura secular, impregnarnos de historia.