LA HISTORIA DEL EXCOMBATIENTE
Eran los años duros de los cuarenta y algo, cuando aquel, hombre venido de la división azul, llego a su tierra manchega. Entonces Castilla la Nueva. Cuando cojeando y con metralla dentro del cuerpo, se presentó en su pueblo, al verle los vecinos como volvía de aquella Segunda Guerra Mundial, le preguntaban. “Como te ha ido, has tenido la suerte de volver vivo.” El excombatiente contestaba. “Dentro de aquel infierno, tuve la suerte de que las bombas que la aviación nos lanzaba, no me llevaran de calle a la otra vida, aunque bastante dañado estoy, incluso con metralla dentro del cuerpo, por eso estoy aquí, si no seguiría en las trincheras de Polonia.” El hombre aquel se sentía tocado, y quizá con pocas ayudas, al ver que no podía efectuar trabajos agrícolas de fuerza, y al no tener medios para poder vivir en su pueblo manchego, No tardó demasiado tiempo en coger el tren que le llevaría a Madrid, donde sin parar un momento, para buscarse un trabajo remunerado, alguien del ejército que había sido su jefe en el frente de batalla, le consiguió una portería, que aunque el sueldo era bajo, el trabajo lo podía realizar sin demasiado esfuerzo, así el excombatiente pudo salir adelante, y sobrellevar su metralla encima, ya que en aquellos tiempos los médicos normales, y los cirujanos, temían las operaciones, cuando la persona había sido curada en urgencias del campo de batalla, que a veces eran curas de emergencias, para salvar la vida del soldado, y no se desangrara en dicho frente. y parece ser que estas intervenciones eran deprisa y corriendo, al ver que el ejército de la Unión Soviética venía tomando posiciones. Incluso los mismos alemanes sufrieron sus mismos defectos, al ser las bombas y demás artefactos igual para todos los soldados de aquel frente. El hombre en el domicilio de su portería, las noches le hacían recordar, aquellos momentos de la lucha y desesperación, ante un enemigo que no le paraba nada, y que estaban dispuestos a morir o triunfar. Llevándose de calle a lo que hiciera falta. De vez en cuando la metralla le parecía decir que estaba dentro, y aquel hombre lo tomaba con la tranquilidad de poder decir estoy vivo, que algunos compañeros míos de la guerra, se quedaron allí para siempre, y no pudieron volver, a la vez maldecía a las guerras, y a los dictadores que las inician para tener más poder, y dominar más territorios. Aquel hombre manchego, llevo una vida normal en su trabajo, y su vida fue siempre un pequeño sufrir, del que de vez en cuando en plan de broma decía. “Me traje un poco de metralla para tener un recuerdo de lo que son los infiernos de la guerra.”. Este hombre termino su vida de jubilado, pero siempre odiando a la guerra. G X Cantalapiedra.
Eran los años duros de los cuarenta y algo, cuando aquel, hombre venido de la división azul, llego a su tierra manchega. Entonces Castilla la Nueva. Cuando cojeando y con metralla dentro del cuerpo, se presentó en su pueblo, al verle los vecinos como volvía de aquella Segunda Guerra Mundial, le preguntaban. “Como te ha ido, has tenido la suerte de volver vivo.” El excombatiente contestaba. “Dentro de aquel infierno, tuve la suerte de que las bombas que la aviación nos lanzaba, no me llevaran de calle a la otra vida, aunque bastante dañado estoy, incluso con metralla dentro del cuerpo, por eso estoy aquí, si no seguiría en las trincheras de Polonia.” El hombre aquel se sentía tocado, y quizá con pocas ayudas, al ver que no podía efectuar trabajos agrícolas de fuerza, y al no tener medios para poder vivir en su pueblo manchego, No tardó demasiado tiempo en coger el tren que le llevaría a Madrid, donde sin parar un momento, para buscarse un trabajo remunerado, alguien del ejército que había sido su jefe en el frente de batalla, le consiguió una portería, que aunque el sueldo era bajo, el trabajo lo podía realizar sin demasiado esfuerzo, así el excombatiente pudo salir adelante, y sobrellevar su metralla encima, ya que en aquellos tiempos los médicos normales, y los cirujanos, temían las operaciones, cuando la persona había sido curada en urgencias del campo de batalla, que a veces eran curas de emergencias, para salvar la vida del soldado, y no se desangrara en dicho frente. y parece ser que estas intervenciones eran deprisa y corriendo, al ver que el ejército de la Unión Soviética venía tomando posiciones. Incluso los mismos alemanes sufrieron sus mismos defectos, al ser las bombas y demás artefactos igual para todos los soldados de aquel frente. El hombre en el domicilio de su portería, las noches le hacían recordar, aquellos momentos de la lucha y desesperación, ante un enemigo que no le paraba nada, y que estaban dispuestos a morir o triunfar. Llevándose de calle a lo que hiciera falta. De vez en cuando la metralla le parecía decir que estaba dentro, y aquel hombre lo tomaba con la tranquilidad de poder decir estoy vivo, que algunos compañeros míos de la guerra, se quedaron allí para siempre, y no pudieron volver, a la vez maldecía a las guerras, y a los dictadores que las inician para tener más poder, y dominar más territorios. Aquel hombre manchego, llevo una vida normal en su trabajo, y su vida fue siempre un pequeño sufrir, del que de vez en cuando en plan de broma decía. “Me traje un poco de metralla para tener un recuerdo de lo que son los infiernos de la guerra.”. Este hombre termino su vida de jubilado, pero siempre odiando a la guerra. G X Cantalapiedra.