Cuando apretaba el frío en invierno era frecuente ver, en las puertas de las casas, a mitad de mañana o mas bien hacia medio día, los braseros encendiéndose para que al salir de la escuela nos pudiéramos calentar alrededor de la mesa camilla metiéndonos entre sus faldillas o faldones. El "cisco" o carbon vegetal venían desde Tiñosillos a venderlo, lo hacían con caballerías, normalmente un par de burros o mulos, y así aprovechaban el viaje. En más de una ocasión se quejaban (al no haber puente) de no poder vadear el río cuando este "bajaba muy lleno" y se tenían que volver a casa con la carga a esperar que el Adaja bajara el caudal. En el brasero (algunos eran verdaderas antigüedades) se colocaba el "cisco" amontonado, se cubría con parte de la ceniza del día anterior, en el centro se ponían unas ascuas bien encendidas para que fueran prendiendo el resto del carbón. Sobre las ascuas se colocaba un tubo de hojadelata con ranuras en la base para que entrase el aire y actuara de chimenea, de vez en cuando se ayudaba al fuego dando aire con "el soplillo" y con la "badila" se urgaban las ascuas para que fuera entrando el fuego. Cuando se consideraba que ya estaba bien encendido, se acababa de cubrir de ceniza y ya estaba listo para ponerlo debajo de la mesa camilla y luego a base de "escarbar" o darle "un meneo" al brasero con la "badila" iba saliendo el calorcito de las brasas. Existía el peligro de que no hubiera "prendido" bien el carbón y que quedáramos "atufados" con el consiguiente dolor de cabeza y vómitos, dando lugar a que D. Remigio tuviera que intervenir. Aunque ya hace mucho calor, no impide que sea tiempo de recordar. Un fuerte abrazo