En los veranos de los años 50 era frecuente ir con la familia y amigos a pasar un día al río. Se solían aprovechar fiestas como el 18 de Julio, Santiago, que se acababa la trilla u otro motivo. Normalmente íbamos al puente de madera donde había una pradera con buenas sombras y el río, aunque con poca corriente, tenía dos o tres pozas que permitían bañarnos y remojarnos bien, pasando un día de lo más divertido. El viaje lo hacíamos en carro y nada más llegar nos poníamos a coger cangrejos pata la paella que cocinaban los mayores. Una vez comido, los adultos se echaban la siesta a la sombra de los árboles y nosotros jugábamos a pelota, el escondite o corríamos como cabras esperando que pasaron las TRES horas de la digestión para poder bañarnos. Todo el santo día sin camisa o camiseta y protección solar CERO, cuando llegábamos a casa por la noche, la espalda y hombros estaban más rojos que los cangrejos del arroz, molestaba que nos tocara la camisa y ni qué decir que nos dieran una palmadita. Los días siguientes se nos caía la piel a tiras pero habíamos pasado un día inolvidable. Cuando en la playa veo a esos turistas, blancos de piel, rojos como tomates,, me acuerdo de mis días en el río Voltoya de Adanero. Ya de "molzalbetes" íbamos con más frecuencia, en bicicleta o caballo y siempre que nos enterásemos que las "chicas" lo hacían. Esa es otra historia porque no querían decirlo pero de una manera u otra nos lo hacían saber. La vída.... Un fuerte abrazo. Muca