Soy Juan J. Sánchez un compañero de estudios de Avila y hace mucho tiempo que no se nada de José Pascual Gimare López (supdele....).
Quisiera que alguien de este pueblo que le conocozca se lo haga saber pues quisiera saludarle de mi parte y mandarle saludos de Vicente Rodriguez Bazquez.
Espero que este bien y jubilado y se acuerde de nosotros.........
Gracias
Quisiera que alguien de este pueblo que le conocozca se lo haga saber pues quisiera saludarle de mi parte y mandarle saludos de Vicente Rodriguez Bazquez.
Espero que este bien y jubilado y se acuerde de nosotros.........
Gracias
Llevo varias ocasiones que entro a recabar información sobre el Pueblo de Aveinte y cual no es mi gran sorpresa, que no aparece nada de la hipotética historia que el pueblo debe atesorar, -aunque esta sea pequeña- como cualquier otro pueblo de la “Gran Castilla”, creo yo. Parece ser que la técnica no esta todavía al alcance de todo ciudadano que se precie para poder compartir y conocer ciertas vivencias de cualquier lugar determinado, que para algunos suelen ser entrañables.
Los Ayuntamientos y los archivos de las Iglesias deben atesorar un sin fin de documentos que bien trabajados y con paciencia se podría armar una historia biográfica de estos pequeños pueblos que también serviría a todos sus integrantes a valorar el buen hacer a través del tiempo de sus ascendientes.
Escribo el presente con él animo de dar a conocer, la vida o mejor dicho, los pequeños momentos que me toco pasar en mi niñez durante los meses de agosto y septiembre en Aveinte y que hoy día no he podido olvidar.
Recuerdo la estación de ferrocarril, donde el Jefe de la misma se llamaba Roque, el cual tenia unos bigotes de ahupa y un corazón muy grande. Recuerdo como mandaba parar a determinados trenes, que en aquellos días eran conducidos con máquinas de vapor y que por cierto algunos no tenían parada en Aveinte, pero él habiendo despachado los correspondientes billete previamente, no podía dejar a la gente en él anden, por lo tanto, ni corto ni perezoso, salía con su banderola roja hacia la izquierda de la estación donde existía una curva si mal no recuerdo y paraba el tren. El maquinista no le hacia la menor gracia, pero estaban acostumbrados a las genialidades de Roque.
Una vez que abandonaba él anden de la estación, bajabas de la misma hacia el pueblo y recuerdo a la izquierda del camino un bello palomar cilíndrico que posiblemente haya desaparecido. También recuerdo el buen hacer del confitero que tenia el pueblo, haya por el año 1947, el cual realizaba unas figuras muy variadas de caramelo y que vendía después de la misa del domingo, era un verdadero artista. Me viene a la memoria don Gonzalo Otero, el cual oficiaba misa, tanto en Aveinte como en otros pueblos de la comarca.
La vida laboriosa en el pueblo era francamente muy dinámica, ya que todas las faenas del campo se realizaban con animales, los cuales en Aveinte eran bueyes o toros que manejaban con una gran destreza, tanto para arar, trillar, vendimiar o recolectar el fruto que hubieren sembrado y para trabajos menores tenían el borriquillo. Recuerdo en ciertas casas de adobe, donde existían pilas de piedra de granito, donde se pisaba la uva para la realización del correspondiente vino para uso personal y familiar. En cierta ocasión pude apreciar una lucha entre toros, de los cuales en aquellos momentos a uno le apodaban “conejo”, el cual era muy bravo, tanto es así que le dio una cornada en aquellas fechas a otro toro, que lo despidió contra la pared que existía antiguamente frente a la casa llamada la “veleta”, que por aquel entonces, habitaba una familia cuyo padre de familia se apellidaba “Cartón” y que hoy ya no existe. La citada tapia hacia esquina con la calle que descendía desde la plaza al caño, con el cruce de la calle que venia de la estación y desembocaba en la carretera de Ávila a Salamanca y que en el otro lado de la calle existía una huerta que si mal no recuerdo, compro una excelente persona llamada Castor, el cual habitaba en la parte alta de la plaza del pueblo.
Hablamos de un pequeño pueblo, pero a mí no me lo parecía, pues en mis recuerdos esta como disponía de casa cuartel de la guardia civil, situado en las proximidades de la carretera de Ávila a Salamanca, circunstancia que otros pueblos en principio con más población carecían de este centro de seguridad.
Bien, vale por hoy, espero que alguien se anime a contar sus vivencias de Aveinte, y podamos compartir la alegría que tal circunstancia nos produce.
Llevo varias ocasiones que entro a recabar información sobre el Pueblo de Aveinte y cual no es mi gran sorpresa, que no aparece nada de la hipotética historia que el pueblo debe atesorar, -aunque esta sea pequeña- como cualquier otro pueblo de la “Gran Castilla”, creo yo. Parece ser que la técnica no esta todavía al alcance de todo ciudadano que se precie para poder compartir y conocer ciertas vivencias de cualquier lugar determinado, que para algunos suelen ser entrañables.
Los Ayuntamientos y los archivos de las Iglesias deben atesorar un sin fin de documentos que bien trabajados y con paciencia se podría armar una historia biográfica de estos pequeños pueblos que también serviría a todos sus integrantes a valorar el buen hacer a través del tiempo de sus ascendientes.
Escribo el presente con él animo de dar a conocer, la vida o mejor dicho, los pequeños momentos que me toco pasar en mi niñez durante los meses de agosto y septiembre en Aveinte y que hoy día no he podido olvidar.
Recuerdo la estación de ferrocarril, donde el Jefe de la misma se llamaba Roque, el cual tenia unos bigotes de ahupa y un corazón muy grande. Recuerdo como mandaba parar a determinados trenes, que en aquellos días eran conducidos con máquinas de vapor y que por cierto algunos no tenían parada en Aveinte, pero él habiendo despachado los correspondientes billete previamente, no podía dejar a la gente en él anden, por lo tanto, ni corto ni perezoso, salía con su banderola roja hacia la izquierda de la estación donde existía una curva si mal no recuerdo y paraba el tren. El maquinista no le hacia la menor gracia, pero estaban acostumbrados a las genialidades de Roque.
Una vez que abandonaba él anden de la estación, bajabas de la misma hacia el pueblo y recuerdo a la izquierda del camino un bello palomar cilíndrico que posiblemente haya desaparecido. También recuerdo el buen hacer del confitero que tenia el pueblo, haya por el año 1947, el cual realizaba unas figuras muy variadas de caramelo y que vendía después de la misa del domingo, era un verdadero artista. Me viene a la memoria don Gonzalo Otero, el cual oficiaba misa, tanto en Aveinte como en otros pueblos de la comarca.
La vida laboriosa en el pueblo era francamente muy dinámica, ya que todas las faenas del campo se realizaban con animales, los cuales en Aveinte eran bueyes o toros que manejaban con una gran destreza, tanto para arar, trillar, vendimiar o recolectar el fruto que hubieren sembrado y para trabajos menores tenían el borriquillo. Recuerdo en ciertas casas de adobe, donde existían pilas de piedra de granito, donde se pisaba la uva para la realización del correspondiente vino para uso personal y familiar. En cierta ocasión pude apreciar una lucha entre toros, de los cuales en aquellos momentos a uno le apodaban “conejo”, el cual era muy bravo, tanto es así que le dio una cornada en aquellas fechas a otro toro, que lo despidió contra la pared que existía antiguamente frente a la casa llamada la “veleta”, que por aquel entonces, habitaba una familia cuyo padre de familia se apellidaba “Cartón” y que hoy ya no existe. La citada tapia hacia esquina con la calle que descendía desde la plaza al caño, con el cruce de la calle que venia de la estación y desembocaba en la carretera de Ávila a Salamanca y que en el otro lado de la calle existía una huerta que si mal no recuerdo, compro una excelente persona llamada Castor, el cual habitaba en la parte alta de la plaza del pueblo.
Hablamos de un pequeño pueblo, pero a mí no me lo parecía, pues en mis recuerdos esta como disponía de casa cuartel de la guardia civil, situado en las proximidades de la carretera de Ávila a Salamanca, circunstancia que otros pueblos en principio con más población carecían de este centro de seguridad.
Bien, vale por hoy, espero que alguien se anime a contar sus vivencias de Aveinte, y podamos compartir la alegría que tal circunstancia nos produce.
Los Ayuntamientos y los archivos de las Iglesias deben atesorar un sin fin de documentos que bien trabajados y con paciencia se podría armar una historia biográfica de estos pequeños pueblos que también serviría a todos sus integrantes a valorar el buen hacer a través del tiempo de sus ascendientes.
Escribo el presente con él animo de dar a conocer, la vida o mejor dicho, los pequeños momentos que me toco pasar en mi niñez durante los meses de agosto y septiembre en Aveinte y que hoy día no he podido olvidar.
Recuerdo la estación de ferrocarril, donde el Jefe de la misma se llamaba Roque, el cual tenia unos bigotes de ahupa y un corazón muy grande. Recuerdo como mandaba parar a determinados trenes, que en aquellos días eran conducidos con máquinas de vapor y que por cierto algunos no tenían parada en Aveinte, pero él habiendo despachado los correspondientes billete previamente, no podía dejar a la gente en él anden, por lo tanto, ni corto ni perezoso, salía con su banderola roja hacia la izquierda de la estación donde existía una curva si mal no recuerdo y paraba el tren. El maquinista no le hacia la menor gracia, pero estaban acostumbrados a las genialidades de Roque.
Una vez que abandonaba él anden de la estación, bajabas de la misma hacia el pueblo y recuerdo a la izquierda del camino un bello palomar cilíndrico que posiblemente haya desaparecido. También recuerdo el buen hacer del confitero que tenia el pueblo, haya por el año 1947, el cual realizaba unas figuras muy variadas de caramelo y que vendía después de la misa del domingo, era un verdadero artista. Me viene a la memoria don Gonzalo Otero, el cual oficiaba misa, tanto en Aveinte como en otros pueblos de la comarca.
La vida laboriosa en el pueblo era francamente muy dinámica, ya que todas las faenas del campo se realizaban con animales, los cuales en Aveinte eran bueyes o toros que manejaban con una gran destreza, tanto para arar, trillar, vendimiar o recolectar el fruto que hubieren sembrado y para trabajos menores tenían el borriquillo. Recuerdo en ciertas casas de adobe, donde existían pilas de piedra de granito, donde se pisaba la uva para la realización del correspondiente vino para uso personal y familiar. En cierta ocasión pude apreciar una lucha entre toros, de los cuales en aquellos momentos a uno le apodaban “conejo”, el cual era muy bravo, tanto es así que le dio una cornada en aquellas fechas a otro toro, que lo despidió contra la pared que existía antiguamente frente a la casa llamada la “veleta”, que por aquel entonces, habitaba una familia cuyo padre de familia se apellidaba “Cartón” y que hoy ya no existe. La citada tapia hacia esquina con la calle que descendía desde la plaza al caño, con el cruce de la calle que venia de la estación y desembocaba en la carretera de Ávila a Salamanca y que en el otro lado de la calle existía una huerta que si mal no recuerdo, compro una excelente persona llamada Castor, el cual habitaba en la parte alta de la plaza del pueblo.
Hablamos de un pequeño pueblo, pero a mí no me lo parecía, pues en mis recuerdos esta como disponía de casa cuartel de la guardia civil, situado en las proximidades de la carretera de Ávila a Salamanca, circunstancia que otros pueblos en principio con más población carecían de este centro de seguridad.
Bien, vale por hoy, espero que alguien se anime a contar sus vivencias de Aveinte, y podamos compartir la alegría que tal circunstancia nos produce.
Llevo varias ocasiones que entro a recabar información sobre el Pueblo de Aveinte y cual no es mi gran sorpresa, que no aparece nada de la hipotética historia que el pueblo debe atesorar, -aunque esta sea pequeña- como cualquier otro pueblo de la “Gran Castilla”, creo yo. Parece ser que la técnica no esta todavía al alcance de todo ciudadano que se precie para poder compartir y conocer ciertas vivencias de cualquier lugar determinado, que para algunos suelen ser entrañables.
Los Ayuntamientos y los archivos de las Iglesias deben atesorar un sin fin de documentos que bien trabajados y con paciencia se podría armar una historia biográfica de estos pequeños pueblos que también serviría a todos sus integrantes a valorar el buen hacer a través del tiempo de sus ascendientes.
Escribo el presente con él animo de dar a conocer, la vida o mejor dicho, los pequeños momentos que me toco pasar en mi niñez durante los meses de agosto y septiembre en Aveinte y que hoy día no he podido olvidar.
Recuerdo la estación de ferrocarril, donde el Jefe de la misma se llamaba Roque, el cual tenia unos bigotes de ahupa y un corazón muy grande. Recuerdo como mandaba parar a determinados trenes, que en aquellos días eran conducidos con máquinas de vapor y que por cierto algunos no tenían parada en Aveinte, pero él habiendo despachado los correspondientes billete previamente, no podía dejar a la gente en él anden, por lo tanto, ni corto ni perezoso, salía con su banderola roja hacia la izquierda de la estación donde existía una curva si mal no recuerdo y paraba el tren. El maquinista no le hacia la menor gracia, pero estaban acostumbrados a las genialidades de Roque.
Una vez que abandonaba él anden de la estación, bajabas de la misma hacia el pueblo y recuerdo a la izquierda del camino un bello palomar cilíndrico que posiblemente haya desaparecido. También recuerdo el buen hacer del confitero que tenia el pueblo, haya por el año 1947, el cual realizaba unas figuras muy variadas de caramelo y que vendía después de la misa del domingo, era un verdadero artista. Me viene a la memoria don Gonzalo Otero, el cual oficiaba misa, tanto en Aveinte como en otros pueblos de la comarca.
La vida laboriosa en el pueblo era francamente muy dinámica, ya que todas las faenas del campo se realizaban con animales, los cuales en Aveinte eran bueyes o toros que manejaban con una gran destreza, tanto para arar, trillar, vendimiar o recolectar el fruto que hubieren sembrado y para trabajos menores tenían el borriquillo. Recuerdo en ciertas casas de adobe, donde existían pilas de piedra de granito, donde se pisaba la uva para la realización del correspondiente vino para uso personal y familiar. En cierta ocasión pude apreciar una lucha entre toros, de los cuales en aquellos momentos a uno le apodaban “conejo”, el cual era muy bravo, tanto es así que le dio una cornada en aquellas fechas a otro toro, que lo despidió contra la pared que existía antiguamente frente a la casa llamada la “veleta”, que por aquel entonces, habitaba una familia cuyo padre de familia se apellidaba “Cartón” y que hoy ya no existe. La citada tapia hacia esquina con la calle que descendía desde la plaza al caño, con el cruce de la calle que venia de la estación y desembocaba en la carretera de Ávila a Salamanca y que en el otro lado de la calle existía una huerta que si mal no recuerdo, compro una excelente persona llamada Castor, el cual habitaba en la parte alta de la plaza del pueblo.
Hablamos de un pequeño pueblo, pero a mí no me lo parecía, pues en mis recuerdos esta como disponía de casa cuartel de la guardia civil, situado en las proximidades de la carretera de Ávila a Salamanca, circunstancia que otros pueblos en principio con más población carecían de este centro de seguridad.
Bien, vale por hoy, espero que alguien se anime a contar sus vivencias de Aveinte, y podamos compartir la alegría que tal circunstancia nos produce.
Me ha hecho ilusion, leer un parrafo sobre la existencia del Cuartel de la Guardia Civil en Aveinte porque precisamente vivi en ese Cuartel (mi padre era Cabo-Comandante de Puesto). Mis recuerdos no van mas alla del Cuartel y de que podiamos jugar en la propia carretera pintando sobre ella con tizas!...... yo tenia 4 años y una perrita que se llamaba Bety. Tambien recuerdo a una señora que venia a ayudar a casa que se llamaba Rosario. Volvi alli hace unos 5 años y vi el Cuartel abandonado y senti pena y nostalgia, y lo que era la puerta de entrada un arco
altiiiiiiisimo, se quedo reducido a una entradita incluso pequeñita. es lo que nos pasa de niños, que todo nos parece enorme.
Muchas gracias.
altiiiiiiisimo, se quedo reducido a una entradita incluso pequeñita. es lo que nos pasa de niños, que todo nos parece enorme.
Muchas gracias.