RELATO SAN BLAS 2010
Bercial de Zapardiel (Ávila)
http://bercialdezapardiel. com/SA BLAS 2010/SAN BLAS 2010-REPOR-1. htm
POR BRUNO COCA
CONGA (3 de febrero)
A las siete y media de la mañana todavía estaban repicando las campanas con fuerza. Junto al jardín de los cantones me encuentro con las quintas María y Judith. Las veo jadeantes y excitadas. Me dicen que llevaban tocando las campanas desde las 5.30 de la madrugada. Después de tomar aliento comentan que se dirigen al bar del salón donde en ese momento, y desde la calle, se siente un gran bullicio producido por los cánticos y algarabía de todo el personal que allí se encontraba presente, después de haber pasado toda una noche de juerga total. Antes de que el día despeje la oscuridad de la noche, aprovecho para hacer varias fotografías de Bercial todavía en la oscuridad, con los focos alumbrando sus calles: la de Medina, plaza del Sol, el entorno del Salón Polivalente y los jardines. Esporádicamente veo pequeños grupos de jóvenes que pasan junto a mí, vienen del campanario; van cantando, se dirigen al Bar, lugar de concentración desde donde parte la Conga.
A las 7,45, entran en el pueblo por la calle Medina, la Charanga de Arévalo “El Meneito”, grupo de músicos que lleva varios años amenizando la Conga y la procesión de San Blas. Después de descargar sus instrumentos de viento se dirigen al interior del Bar, donde entran acompañados por el clamor y una fuerte ovación que les dedica toda la juventud que allí se encontraba concentrado a esa hora, esperando su llegada como agua de mayo. Con dificultad se abrieron paso -no cabía ni un alfiler en el Bar- hasta llegar a la puerta que da acceso al Salón de Baile donde se colocaron para tocar sus instrumentos. La gente muy impaciente y excitada les pide que toquen unas piezas para ir calentando y desentumeciendo los músculos antes de empezar La Conga. En el Bar sigue entrando gente con pelucas, máscaras, las caras pintadas y todo tipo de trajes y ropajes. Como ya viene siendo habitual desde hace unos años, algunos estamos expectantes y con curiosidad para ver con qué disfrazad aparece y nos sorprende este año el amigo Gaudencio Rodríguez (“Cuqui” para los amigos). Y sí, nos sorprende, y lo hace portando un atuendo muy original. Simula con su disfraz el uniforme de un cosaco “Rojo” de la antigua URSS; al menos, a mí, así me lo pareció. Con los primeros compases de las canciones tocadas por la Charanga se desborda la alegría. Todo el mundo se pone a tararear las canciones, bailando con los brazos en alto y dando botes.
A las ocho de la mañana, con puntualidad taurina para cumplir con el ritual, y en el instante que los primeros rayos de sol iluminan las calles para expulsar la oscuridad de la noche, se forma la primera fila con La Conga. En ese momento, como todos los años un poco mermada de número. La primera quinta a la que corresponde encabezar el pasacalles es, Arancha Jiménez, pues es en la casa de sus abuelos donde la Conga hará su primera parada. Después de ella, en el orden preestablecido -según los cánones locales de estos tradicionales pasacalles-, le preceden los quintos/as según el recorrido establecido. Como el trayecto desde el Bar a la Plaza del Sol es corto, los dirigentes de la Conga, para hacer tiempo, nos hacen dar una vuelta entorno a la manzana de casas entre la calle Iglesia y la Plaza del Sol, dando un par de vueltas a la misma. El convite estaba puesto en la casa de los abuelos de la quinta, Silverio y Emilia. Allí podemos tomar los primero “moros”, bollos de aceite, pastas, copas de anís, coñac, vino Málaga y alguna que otra bebida exótica. Como es la primera parada se ve a la gente que tiene resaca, que come con ganas, hay hambre, el estómago está vacío; pero no es de extrañar, porque muchos de ellos han estado toda la noche de fiesta, y a esas horas todavía no han probado ni un bocado. Hay que comer y beber, reponer energías para empezar la Conga con buen pie y no desfallecer hasta el final. Este año se prevé larga, para recorrer las casas de los siete quintos/as. En esta plaza los músicos tocan un par de piezas de baile para que la gente no pierda el ritmo.
En cabeza María Coca Jimeno
Después de todo este tiempo sin dejar de bailar al ritmo de los pasodobles con los que nos deleitó la charanga, a los primeros sones, cuando se sienten las primeras notas de La Conga, como si de un resorte se tratara, la fila se recompone de nuevo en la misma Plaza del Sol. A la cabezada, a partir de ese momento, se sitúa como un rayo María Coca, que, con una sonrisa de oreja a oreja (muy característica en su desbordante juventud) se dispone a vivir con intensidad, a disfrutar su momento de protagonismo, único e irrepetible como Bercialeña. Dieciocho años ha esperado para ver este momento. Dieciocho años que ha vivido en Bercial, ha ido a su escuela, ha pisado sus calles; dieciocho “San Blases” que ha vivido de forma intensa hasta llegar a este momento. Que me lo digan a mí que he sido testigo de esas vivencias. Revisando mi archivo fotográfico y de vídeo, veo a María Coca, desde niña, como siempre, con la misma alegría, con la misma permanente y perenne sonrisa que ha desplegado este año en la fiesta. Posando para mi cámara, con su actitud vital o dando luz e iluminado todas las fotografías que la he hecho desde el día que nació, un venturoso día, 18 de enero, de 1992. Veo cómo va subiendo puestos, año tras año, desde la cola de la Conga, cuando era un “renacuajo”, hasta que ha llegado el día 3 de febrero de2010, su año, para ocupar por una vez en la vida el primer puesto de protagonista. Por un corto, pero intenso espacio tiempo, se pone al frente de este tradicional pasacalles, hasta llegar a la casa de sus padre donde ha vivido y crecido. Pocos días antes de llegar San Blas me decía con cierta emoción: “no me lo puede creer, ya está aquí San Blas”.
De verdad (sin pasiones personales), es para dar gracias a la vida, el poder ver a un hijo o a una hija, al que has inculcado y transmitido durante años lo que uno siente por la fiesta, por las tradiciones de su pueblo, por su historia: sentir la misma ilusión, la misma emoción que sentimos nosotros en esos mismos momentos con 32 años de diferencia. Estoy convencido que todos los de mi generación han hecho ese mismo trabajo, y que hoy, gracias a esa insistencia, a ese tesón para transmitir nuestras tradiciones, de los que tenemos entre los cuarenta y los cincuenta, todavía quedarán años de celebración de quintas, de fiestas de San Blas con sus pintadas, sus cenas, vísperas, congas y procesiones.
Iniciamos la marcha con María a la cabeza. Tomamos la calle Medina y giramos a la derecha para enfilar la calle Iglesia. María Coca Jimeno marca con destreza sus primeros pasos, los más característicos del pasacalles, y con decisión tira de la fila. Con María al frente y la Conga estirada en toda su plenitud, en ese momento es cuando la cola estaba todavía en la calle Mediana y la cabeza llegando a la Plaza San Blas. Gustavo y David (directores) se esfuerzan, porra y látigo en mano, en alinear la fila para que nadie se desmadre; en este estado de despliegue llegamos a la Plaza de San Blas.
Son las nueve de la mañana, el día se va abriendo paso. El Sol ilumina tímidamente las calles con su color amarillento, especial, de mañana invernal. Se ve reflejado sobre la casa Grande de la familia Rodríguez, perfilando sus rayos sobre ella, y proyectando sobre su pared las sombras de la panera (Ermita de San Juan) y de los tejados de las casas del otro extremo de la plaza. Se da un par de vueltas en círculo en la plaza de San Blas. Los músicos tocando en el centro, hasta que se hace una parada. Interpretan un par canciones a las que la gente responde bailando en parejas o en grupo. Reiniciamos la marcha, ahora ya por la calle San Juan. Giramos a la derecha por la de Los Comuneros. Los directores alinean la Conga junto a la casa de Clementina González, para termina desembocando en la calle Río. Con La Conga un poco deshilachada, en esos momentos continuamos por esta calle hasta llegar a la antigua caseta de la luz. Damos una vuelta a este emblemático edificio para regresar y hacer la tercera parada de la mañana ante mi casa, donde Marisol había montado un estupendo y surtido convite. Después de tomar aliento, los bailadores/as de la Conga y el cortejo de acompañantes, repostamos por segunda vez probando los bollos y bebidas que había sobre la mesa. Con el resuello recuperado, y con el tiempo de espera para que los músicos descansaran dejándolos que tomaran un merecido piscolabis, tocaron dos piezas, que todos los allí presentes bailaron con alegría y entrega.
Un Saludo.
Bercial de Zapardiel, 24 de marzo de 2010
Bercial de Zapardiel (Ávila)
http://bercialdezapardiel. com/SA BLAS 2010/SAN BLAS 2010-REPOR-1. htm
POR BRUNO COCA
CONGA (3 de febrero)
A las siete y media de la mañana todavía estaban repicando las campanas con fuerza. Junto al jardín de los cantones me encuentro con las quintas María y Judith. Las veo jadeantes y excitadas. Me dicen que llevaban tocando las campanas desde las 5.30 de la madrugada. Después de tomar aliento comentan que se dirigen al bar del salón donde en ese momento, y desde la calle, se siente un gran bullicio producido por los cánticos y algarabía de todo el personal que allí se encontraba presente, después de haber pasado toda una noche de juerga total. Antes de que el día despeje la oscuridad de la noche, aprovecho para hacer varias fotografías de Bercial todavía en la oscuridad, con los focos alumbrando sus calles: la de Medina, plaza del Sol, el entorno del Salón Polivalente y los jardines. Esporádicamente veo pequeños grupos de jóvenes que pasan junto a mí, vienen del campanario; van cantando, se dirigen al Bar, lugar de concentración desde donde parte la Conga.
A las 7,45, entran en el pueblo por la calle Medina, la Charanga de Arévalo “El Meneito”, grupo de músicos que lleva varios años amenizando la Conga y la procesión de San Blas. Después de descargar sus instrumentos de viento se dirigen al interior del Bar, donde entran acompañados por el clamor y una fuerte ovación que les dedica toda la juventud que allí se encontraba concentrado a esa hora, esperando su llegada como agua de mayo. Con dificultad se abrieron paso -no cabía ni un alfiler en el Bar- hasta llegar a la puerta que da acceso al Salón de Baile donde se colocaron para tocar sus instrumentos. La gente muy impaciente y excitada les pide que toquen unas piezas para ir calentando y desentumeciendo los músculos antes de empezar La Conga. En el Bar sigue entrando gente con pelucas, máscaras, las caras pintadas y todo tipo de trajes y ropajes. Como ya viene siendo habitual desde hace unos años, algunos estamos expectantes y con curiosidad para ver con qué disfrazad aparece y nos sorprende este año el amigo Gaudencio Rodríguez (“Cuqui” para los amigos). Y sí, nos sorprende, y lo hace portando un atuendo muy original. Simula con su disfraz el uniforme de un cosaco “Rojo” de la antigua URSS; al menos, a mí, así me lo pareció. Con los primeros compases de las canciones tocadas por la Charanga se desborda la alegría. Todo el mundo se pone a tararear las canciones, bailando con los brazos en alto y dando botes.
A las ocho de la mañana, con puntualidad taurina para cumplir con el ritual, y en el instante que los primeros rayos de sol iluminan las calles para expulsar la oscuridad de la noche, se forma la primera fila con La Conga. En ese momento, como todos los años un poco mermada de número. La primera quinta a la que corresponde encabezar el pasacalles es, Arancha Jiménez, pues es en la casa de sus abuelos donde la Conga hará su primera parada. Después de ella, en el orden preestablecido -según los cánones locales de estos tradicionales pasacalles-, le preceden los quintos/as según el recorrido establecido. Como el trayecto desde el Bar a la Plaza del Sol es corto, los dirigentes de la Conga, para hacer tiempo, nos hacen dar una vuelta entorno a la manzana de casas entre la calle Iglesia y la Plaza del Sol, dando un par de vueltas a la misma. El convite estaba puesto en la casa de los abuelos de la quinta, Silverio y Emilia. Allí podemos tomar los primero “moros”, bollos de aceite, pastas, copas de anís, coñac, vino Málaga y alguna que otra bebida exótica. Como es la primera parada se ve a la gente que tiene resaca, que come con ganas, hay hambre, el estómago está vacío; pero no es de extrañar, porque muchos de ellos han estado toda la noche de fiesta, y a esas horas todavía no han probado ni un bocado. Hay que comer y beber, reponer energías para empezar la Conga con buen pie y no desfallecer hasta el final. Este año se prevé larga, para recorrer las casas de los siete quintos/as. En esta plaza los músicos tocan un par de piezas de baile para que la gente no pierda el ritmo.
En cabeza María Coca Jimeno
Después de todo este tiempo sin dejar de bailar al ritmo de los pasodobles con los que nos deleitó la charanga, a los primeros sones, cuando se sienten las primeras notas de La Conga, como si de un resorte se tratara, la fila se recompone de nuevo en la misma Plaza del Sol. A la cabezada, a partir de ese momento, se sitúa como un rayo María Coca, que, con una sonrisa de oreja a oreja (muy característica en su desbordante juventud) se dispone a vivir con intensidad, a disfrutar su momento de protagonismo, único e irrepetible como Bercialeña. Dieciocho años ha esperado para ver este momento. Dieciocho años que ha vivido en Bercial, ha ido a su escuela, ha pisado sus calles; dieciocho “San Blases” que ha vivido de forma intensa hasta llegar a este momento. Que me lo digan a mí que he sido testigo de esas vivencias. Revisando mi archivo fotográfico y de vídeo, veo a María Coca, desde niña, como siempre, con la misma alegría, con la misma permanente y perenne sonrisa que ha desplegado este año en la fiesta. Posando para mi cámara, con su actitud vital o dando luz e iluminado todas las fotografías que la he hecho desde el día que nació, un venturoso día, 18 de enero, de 1992. Veo cómo va subiendo puestos, año tras año, desde la cola de la Conga, cuando era un “renacuajo”, hasta que ha llegado el día 3 de febrero de2010, su año, para ocupar por una vez en la vida el primer puesto de protagonista. Por un corto, pero intenso espacio tiempo, se pone al frente de este tradicional pasacalles, hasta llegar a la casa de sus padre donde ha vivido y crecido. Pocos días antes de llegar San Blas me decía con cierta emoción: “no me lo puede creer, ya está aquí San Blas”.
De verdad (sin pasiones personales), es para dar gracias a la vida, el poder ver a un hijo o a una hija, al que has inculcado y transmitido durante años lo que uno siente por la fiesta, por las tradiciones de su pueblo, por su historia: sentir la misma ilusión, la misma emoción que sentimos nosotros en esos mismos momentos con 32 años de diferencia. Estoy convencido que todos los de mi generación han hecho ese mismo trabajo, y que hoy, gracias a esa insistencia, a ese tesón para transmitir nuestras tradiciones, de los que tenemos entre los cuarenta y los cincuenta, todavía quedarán años de celebración de quintas, de fiestas de San Blas con sus pintadas, sus cenas, vísperas, congas y procesiones.
Iniciamos la marcha con María a la cabeza. Tomamos la calle Medina y giramos a la derecha para enfilar la calle Iglesia. María Coca Jimeno marca con destreza sus primeros pasos, los más característicos del pasacalles, y con decisión tira de la fila. Con María al frente y la Conga estirada en toda su plenitud, en ese momento es cuando la cola estaba todavía en la calle Mediana y la cabeza llegando a la Plaza San Blas. Gustavo y David (directores) se esfuerzan, porra y látigo en mano, en alinear la fila para que nadie se desmadre; en este estado de despliegue llegamos a la Plaza de San Blas.
Son las nueve de la mañana, el día se va abriendo paso. El Sol ilumina tímidamente las calles con su color amarillento, especial, de mañana invernal. Se ve reflejado sobre la casa Grande de la familia Rodríguez, perfilando sus rayos sobre ella, y proyectando sobre su pared las sombras de la panera (Ermita de San Juan) y de los tejados de las casas del otro extremo de la plaza. Se da un par de vueltas en círculo en la plaza de San Blas. Los músicos tocando en el centro, hasta que se hace una parada. Interpretan un par canciones a las que la gente responde bailando en parejas o en grupo. Reiniciamos la marcha, ahora ya por la calle San Juan. Giramos a la derecha por la de Los Comuneros. Los directores alinean la Conga junto a la casa de Clementina González, para termina desembocando en la calle Río. Con La Conga un poco deshilachada, en esos momentos continuamos por esta calle hasta llegar a la antigua caseta de la luz. Damos una vuelta a este emblemático edificio para regresar y hacer la tercera parada de la mañana ante mi casa, donde Marisol había montado un estupendo y surtido convite. Después de tomar aliento, los bailadores/as de la Conga y el cortejo de acompañantes, repostamos por segunda vez probando los bollos y bebidas que había sobre la mesa. Con el resuello recuperado, y con el tiempo de espera para que los músicos descansaran dejándolos que tomaran un merecido piscolabis, tocaron dos piezas, que todos los allí presentes bailaron con alegría y entrega.
Un Saludo.
Bercial de Zapardiel, 24 de marzo de 2010