SAN BLAS 2009
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Bruno Coca
Quiero dar las gracias, y dedicar este reportaje fotográfico de “San Blas 2009”, a las quintas y quintos de este año: Laura, Silvia, Daniel y Tiburcio; a los quintos/as del año que viene: Francisco, Judit, Bárbara, María, Arancha, Miguel Ángel..., a todo el acompañamiento y demás juventud: Clara, Mario, Sheila, Pedro, Saúl, Noemí, Carlos, Salva, David, Raúl, Jonatan, María R; a los directores de la Conga, Gustavo y David...; pues sin el concurso de su natural protagonismo no habría sido posible este hermoso reportaje que aquí presentamos. Un año más, gracias a ellos, a su juventud, a su alegría, sana y desbordante; gracias a su empuje, hemos celebrado y disfrutado, un año más, nuestra fiesta en honor a San Blas.
Hora tras hora, en el tiempo que he empleado en revisar, una a una, cada fotografía para montar y maquetar este trabajo, he tenido el privilegio de ver la expresión de las caras de todos estos niños, adolescentes y jóvenes: en las pintadas, las vísperas, la conga o en la procesión, llenas, unas veces, de pletórica ilusión, otras, de profunda emoción; sentimientos que casi he podido tocar y sentir, que me han transportado a 1978 cuando yo mismo, con 31 años menos, “entraba en quinta”.
Qué ilusión, por fin, San Blas había llegado. Diecinueve años de espera, preparándonos para ese día. Habíamos pasado por todos los estados inferiores: en la niñez, participábamos en la fiesta recogiendo colleras viejas (todavía quedaban algunas), botijas de plástico y todo lo que ardiera para montar la Luminaria del día de las Candelas; en la adolescencia, hacíamos nuestros primeros acercamientos participando, con el horario limitado y siempre a la zaga de los quintos, en las rondas nocturnas, en la Conga, subiendo a la “torre” para aprender, y ver con asombro y admiración, cómo tocaban las campanas los quintos del año. Por fin, después de años de ansiada espera, de escuchar cientos de historias y anécdotas de la “entrada en quinta”; había llegado nuestro momento; un momento irrepetible para vivir y hacer, como protagonistas, nuestra propia historia. Nosotros éramos los quintos del año 1978, era nuestra fiesta, era nuestro año. Ser quinto del año era el acto de confirmación, había llegado la hora de pasar del "odioso" estado de adolescencia para iniciarnos en el de la plena juventud. Los meses previos de intensos preparativos: montando la peña, saliendo de ronda desde mediados de diciembre… Pero bueno, esto es otra historia. En otra ocasión contaré cómo vivimos los de mi generación los preliminares, la celebración y el desenlace de la fiesta.
Lo dicho: Quintos, quintas, jóvenes; gracias, va por vosotros.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Bruno Coca
Quiero dar las gracias, y dedicar este reportaje fotográfico de “San Blas 2009”, a las quintas y quintos de este año: Laura, Silvia, Daniel y Tiburcio; a los quintos/as del año que viene: Francisco, Judit, Bárbara, María, Arancha, Miguel Ángel..., a todo el acompañamiento y demás juventud: Clara, Mario, Sheila, Pedro, Saúl, Noemí, Carlos, Salva, David, Raúl, Jonatan, María R; a los directores de la Conga, Gustavo y David...; pues sin el concurso de su natural protagonismo no habría sido posible este hermoso reportaje que aquí presentamos. Un año más, gracias a ellos, a su juventud, a su alegría, sana y desbordante; gracias a su empuje, hemos celebrado y disfrutado, un año más, nuestra fiesta en honor a San Blas.
Hora tras hora, en el tiempo que he empleado en revisar, una a una, cada fotografía para montar y maquetar este trabajo, he tenido el privilegio de ver la expresión de las caras de todos estos niños, adolescentes y jóvenes: en las pintadas, las vísperas, la conga o en la procesión, llenas, unas veces, de pletórica ilusión, otras, de profunda emoción; sentimientos que casi he podido tocar y sentir, que me han transportado a 1978 cuando yo mismo, con 31 años menos, “entraba en quinta”.
Qué ilusión, por fin, San Blas había llegado. Diecinueve años de espera, preparándonos para ese día. Habíamos pasado por todos los estados inferiores: en la niñez, participábamos en la fiesta recogiendo colleras viejas (todavía quedaban algunas), botijas de plástico y todo lo que ardiera para montar la Luminaria del día de las Candelas; en la adolescencia, hacíamos nuestros primeros acercamientos participando, con el horario limitado y siempre a la zaga de los quintos, en las rondas nocturnas, en la Conga, subiendo a la “torre” para aprender, y ver con asombro y admiración, cómo tocaban las campanas los quintos del año. Por fin, después de años de ansiada espera, de escuchar cientos de historias y anécdotas de la “entrada en quinta”; había llegado nuestro momento; un momento irrepetible para vivir y hacer, como protagonistas, nuestra propia historia. Nosotros éramos los quintos del año 1978, era nuestra fiesta, era nuestro año. Ser quinto del año era el acto de confirmación, había llegado la hora de pasar del "odioso" estado de adolescencia para iniciarnos en el de la plena juventud. Los meses previos de intensos preparativos: montando la peña, saliendo de ronda desde mediados de diciembre… Pero bueno, esto es otra historia. En otra ocasión contaré cómo vivimos los de mi generación los preliminares, la celebración y el desenlace de la fiesta.
Lo dicho: Quintos, quintas, jóvenes; gracias, va por vosotros.