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CASAS DEL PUERTO: Dedicado a Dn. Virgilio....

Dedicado a Dn. Virgilio.
Mucho me gustaría ser poeta, o saber escribir para que lo que voy a relatar tuviera el contenido que merece. Como no es así, es el corazón el que escribe, por lo tanto espero me perdonéis mis errores.
No me considero un viejo, pero hace muchos años que dejé atrás mi juventud. Nací en Casas del Puerto, y en él estuve como muchos otros hasta incorporarme al servicio militar. Que duda cabe que en este pueblo pasé los años, sino los más felices, si los más alegres de mi vida, mi niñez y mi juventud.
Cuando yo tenía pocos años y correteaba po las calles del pueblo, al marcharse el Párroco que había, nos llegó otro, un hombre muy pequeño, pero ¡QUE SACERDOTE TAN GRANDE!, era Don Virgilio González Jiménez, tan joven que, quien iba a pensar que al igual que los demás, se iba a hacer mayor ayudándonos a nosotros durante 59 años. Ha sido y es honrado como persona y como sacerdote, trabajador desinteresado en todos los conceptos, agradecido, reservado, buen consejero y cumplidor como nadie con su ministerio; muchas veces me he preguntado ¿Como sería el mundo si los demás hubiésemos cumplido con nuestra profesión la mitad de bien que lo ha hecho él?.
Cuando llegó, allá por el año 1949, yo era monaguillo con Don Paco y seguí siéndolo con Don Virgilio. Fui a ayudarle a muchas misas, rezamos muchos rosarios con él los demás niños y yo; fuimos a muchas catequesis, en fin, que tuve mucho trato con él.
Yo nunca he sido ni soy muy hablador, pero me ha gustado mucho observar, por ello a Don Virgilio le observé mucho, y mucho y bueno fue lo que de él aprendí, cosa que nunca podré agradecerle bastante, pues me ha servido de mucho después, durante mi vida activa para llevar el trabajo con más conformidad, aguantar las inoportunidades de algunos compañeros, cumplir siempre con mis obligaciones, y ser bien considerado por mis superiores.
Se que hay gente que piensa ¡Que vida se dan los curas!, no dudo los haya, pues eso ocurre en todos los colectivos que hay varios elementos, que hay de todo, aunque no es nuestro caso.
Cuantos fríos en el invierno y sudores en el verano tendrá pasados en aquella bicicleta de 15 Kgs. para ir a Navacepedilla y a la Aldea, y que si hacía malo como si hacía peor y tenía que ir, el no faltaba a su cita, cuantas veces no se le mojarían los huesos porque antes estaba la piel; y porqué no decirlo, eran años muy malos en los que a nadie nos sobraba nada, bueno mejor decir que eran muchas las cosas que nos faltaban, y el no era la excepción, ya que para ayudarse, en sus pocos ratos libres, tenía que atender a sus colmenas.
Por la ubicación que tiene su casa, cuanto tendrá oído y aguantado de las voces y palabrotas de la juventud, y ahora más que nunca. Primero porque era el punto de reunión de los mozos, alrededor de la fuente, luego llegaron los primeros coches, y allí era el punto de partida y también el de llegada, y si al marcharse las voces y portazos de los coches eran muchos, el regreso a altas horas de la madrugada era aún peor, pues siempre alguien llegaba con una copa de más, y entonces el escándalo era mayúsculo, con voces fuertes y palabras soeces; hoy en día para que contar, es toda la noche, pero él con su paciencia y apoyado en su fe y sufrimiento ha sabido aguantarlo todo sin ningún mal gesto, muchas noches sin dormir, y nunca salió a quejarse, al contrario que los demás, que si nos molestan una noche, a la siguiente les echamos de allí como sea.
En mi vida he visto muchas injusticias y también, aunque por desgracia menos, alguna justa; si bien creo la que por mayor justicia y merecimiento he visto ejecutar, es la que a Ud., Don Virgilio, junto con su ascenso de categoría tuvo lugar el día 3 de Mayo de 2008, y a la cual me siento orgulloso de haber asistido. Ud. No sólo se merece eso, se merece tanto, que creo que aunque éramos muchos los que estábamos, no podríamos entre todos cancelar la deuda que tenemos contraída con Ud. durante 59 años aguantándonos, pues tuvo Ud. la humildad del día que nos comunicó el acontecimiento, enredarlo de tal manera, con la astucia que Ud. tiene, que nos dejó convencidos a todos que era para los demás sacerdotes mayores, y no para Ud.
Se que son muchísimas las cosas que no cuento pues necesitaría un libro lleno de buenos actos, y como veis no lo sabría escribir.
Cuantas misas tendrá dichas, por tantos difuntos que durante tantos años ha enterrado, cuantas veces habrá subido a la torre a tocar con tanto mimo las campanas, misas hasta para los cazadores, los cuales, la mayoría ni por un poco de educación fueron nunca, en fin como antes dije, no terminaría nunca.
No sabemos que tendrá reservado Dios para Ud. y para mi, si yo falto antes, el pueblo seguirá siendo lo mismo; pero no será así el día que Ud. nos deje (ojalá no fuera nunca, aunque eso no es posible), pues aquí no quedamos nadie, y repito, que el día que Ud. nos deje, el pueblo ya no será el mismo, no veremos más, tan acostumbrados como estamos a un hombre bajito, con sotana y bonete; los domingos con precisión matemática tampoco oiremos las campanas, muchos años a las once, ahora a las doce invitándonos a ir a la Iglesia para oír la Santa Misa, entonces unos días será la misa los domingos, otros los sábados. Tampoco oiremos entes semana, a eso de las siete de la tarde, ningún día las campanas. Los creyentes y no creyentes, pero personas honradas que entonces vivan o vivamos, nos daremos cuenta de lo que tan poco valorado hemos tenido durante tantos años y que llegará un momento que perdamos, una buena persona y un mejor sacerdote, y los que no opinen así, es de no ser bien nacidos.
Como antes he dicho, estaría muchos días escribiendo cosas de Ud. y todas buenas.
Reciba Ud. Don Virgilio González Jiménez, Monseñor Cura Párroco de Casas del Puerto un abrazo, de uno que le admira por lo mucho y bueno (aunque pudo ser mucho más) que aprendió de Ud.
¡QUE ORIGINAL TAN FUERTE! Pero aunque muchas copias han salido limpias y claras, algunas han salido ilegibles, pero no será porqué Ud. no haya puesto empeño en lo primero.
Hasta siempre.