Tiene una tradición muy antigua. Por el siglo XIII, una gran crecida del Tormes arrastró, no se sabe desde dónde y dejó orillado a la izquierda del río por encima del puente, un Cristo de madera de tamaño natural. Lo vieron unos caminantes y junto a la gente del pueblo lo condujeron en procesión a la Iglesia Parroquial, donde se dejó. A la mañana siguiente volvió a aparecer en el mismo sitio, lo llevaron de nuevo a la iglesia. Al día siguiente ocurrió igual. La gente se convenció de que quería permanecer a la entrada del Puente y allí le erigieron una ermita, denominada del Humilladero inicialmente.