Estoy de vacaciones en mi pueblo
De Conde:
Tengo prisa porque se me ha echado el tiempo encima la luz eléctrica tiene a veces menos potencia y en internet aún ocurren cosas que no las comprendes del todo, que la gente lee sin prisa la prensa en su casa en los que uno puede encontrar anuncios de hace mucho tiempo y enfermedades que se propagan, yo no fumo pero hay quien se enreda en el humo del cigarrillo y le transmite serenidad.
En este tiempo de verano sales mas y ves el encanto de ese abandono de años que convierte en superflua y hermosa la hiedra que sube gateando por las paredes, que a uno le remonta hasta siglos pasados Ves el río y te das cuenta de que sus aguas corren tan limpias que hay que meter la mano en ellas para tener la certeza de que es suyo el ruido de la gárgara que arrastra.
Aunque por más que lo intento no tuve la suerte de ver lo que dicen los lugareños del pueblo. Yo he visto la frondosa y variada vegetación de las márgenes del Tormes, los frutales en apariencia sin dueño, las judias llamadas del Barco, los perros que husmean y vigilan todo como si fuese una presa a punto de despertar
. Pero todavía lo que aseguran esos lugareños en el bar de aspecto algo abandonado, con la barra tan alta, y tan incómoda, que siempre supuse que era un local pensando para gente que deseaba dejar la bebida.
Nunca entendí muy bien que su propietaria pudiese vivir de aquel negocio. Pero vivía, ya lo creo que vivía. Tenía gallinas y cerdos en la parte de atrás. Y verduras siempre recién brotadas y unos árboles frutales en los que por cada pieza que caía al suelo nacían cinco en las ramas.
Pero nunca entendí a los lugareños lo que pensaban de la pobreza. Hace ya unos cuantos años, una anciana me dijo que si alguna noche escuchaba gemidos que parecían venir del cementerio, no sería porque alguien llorase en ese instante la ausencia de un ser querido, sino, lisa y llanamente, porque en el acomodo en una vieja cuadra estaba pariendo tostones una “marrana”
Las vacaciones de Conde.
De Conde:
Tengo prisa porque se me ha echado el tiempo encima la luz eléctrica tiene a veces menos potencia y en internet aún ocurren cosas que no las comprendes del todo, que la gente lee sin prisa la prensa en su casa en los que uno puede encontrar anuncios de hace mucho tiempo y enfermedades que se propagan, yo no fumo pero hay quien se enreda en el humo del cigarrillo y le transmite serenidad.
En este tiempo de verano sales mas y ves el encanto de ese abandono de años que convierte en superflua y hermosa la hiedra que sube gateando por las paredes, que a uno le remonta hasta siglos pasados Ves el río y te das cuenta de que sus aguas corren tan limpias que hay que meter la mano en ellas para tener la certeza de que es suyo el ruido de la gárgara que arrastra.
Aunque por más que lo intento no tuve la suerte de ver lo que dicen los lugareños del pueblo. Yo he visto la frondosa y variada vegetación de las márgenes del Tormes, los frutales en apariencia sin dueño, las judias llamadas del Barco, los perros que husmean y vigilan todo como si fuese una presa a punto de despertar
. Pero todavía lo que aseguran esos lugareños en el bar de aspecto algo abandonado, con la barra tan alta, y tan incómoda, que siempre supuse que era un local pensando para gente que deseaba dejar la bebida.
Nunca entendí muy bien que su propietaria pudiese vivir de aquel negocio. Pero vivía, ya lo creo que vivía. Tenía gallinas y cerdos en la parte de atrás. Y verduras siempre recién brotadas y unos árboles frutales en los que por cada pieza que caía al suelo nacían cinco en las ramas.
Pero nunca entendí a los lugareños lo que pensaban de la pobreza. Hace ya unos cuantos años, una anciana me dijo que si alguna noche escuchaba gemidos que parecían venir del cementerio, no sería porque alguien llorase en ese instante la ausencia de un ser querido, sino, lisa y llanamente, porque en el acomodo en una vieja cuadra estaba pariendo tostones una “marrana”
Las vacaciones de Conde.