Tras esta maraña de vegetación se adivina la Fuente de San Juan, hoy totalmente abandonada y antaño refugio del sediento. En una estepa cegada por el sol, la umbría de la Fuente de San Juan era un remanso de paz donde la chiquillería iba a merendar y en el tiempo de las moras, a mancharse las manos, la cara y las ropas con el azulado zumo de la zarzamora.