Serían incontables las vueltas que de pequeños dimos alrededor de la Iglesia y el Cementerio. Unas veces jugando a la maya, otras veces a indios y vaqueros y otras veces simplemente haciendo apuestas para ver quien tardaba menos corriendo en dar la vuelta al edificio. Si esto era por la noche la velocidad que imprimías en tu carrera era mucho mayor debido al miedo que te daba bordear el Camposanto. ¡Dios mío! Ibas corriendo y a la vez mirando a la pared por si se asomaba algún fantasma o alguna ánima.