No es mi intención, no soy tan osado, de plagiar al insigne Lope de Vega, pero viendo esta foto me viene a la memoria el poema del dramaturgo que dice:
“Pobre barquilla mía...” Y así de este modo yo empezaría diciendo: “ Pobre fuentecilla mía, entre matorrales sola, sin gente, abandonada, sin chiquillos sin cántaros y sin noria.” Bueno mas o menos.
Este edificio albergaba la fuente del pueblo a donde íbamos todos los vecinos a por agua con los dos cántaros que podíamos llevar en la carretilla.
Nunca he bebido agua tan deliciosa como la de esta fuente, tan fina, tan brillante, tan trasparente, tan cristalina, tan fresca. El agua de aquí es la más incolora, inodora e insípida que yo haya visto jamás. Sabía a delicias del Paraíso.
En ella solíamos jugar los chiquillos, ¿Cuántas vueltas habrá dado la manivela? Un millón, tres, diez, ¿ Quién sabe?. Yo mismo me veo agarrado a ella apostando con un amigo a ver quien saca más agua. Primero con la mano izquierda, luego con la derecha y después con las dos. Vueltas, vueltas y mas vueltas, parecía que se desencajara, ¡pero para nada! Antes nos desencajábamos nosotros.
Por los dos caños que tiene salía el agua de forma torrencial, parecía que tuviera prisa por salir para ser bebida.
Esta es La Fuente por antonomasia, a las demás del término del pueblo se las conocía con otro complemente La fuente de la Mina, La fuente de la Leocadia etc. A ésta no, ésta era La Fuente sin más.
En su pila además del agua que vertían los canjilones a través de los dos caños. Me pregunto cuantas lagrimas habremos vertido los chiquillos y chiquillas cuando sin querer y por jugar rompíamos algún cántaro.
Probablemente haya niños que lean esto y no comprendan lo que digo, ni tan siquiera sepan lo que es un cántaro. Deseemos, si es así, que esa ignorancia haya sido en favor del desarrollo del conocimiento en otros órdenes de la vida.
La Fuente cumpliendo siempre fielmente su cometido de surtir de agua al pueblo y de tener siempre lleno el abrevadero para el ganado. Ahora se la ve solitaria y triste, deseosa de que alguien se acuerde de ella y vaya a darle vueltas a la manivela para sentirse viva y no morir, que alguien escuche el chirriar de su engranaje. ¡Pobre! Se ha quedado sin voz, no mete ruido, ya nadie la escucha, antes faltándole tiempo para dar agua a todos y ahora sobrándole todo porque nadie ya la necesita.
Y así, si empezamos este comentario con la estrofa inicial del poema podemos terminarlo con la última: “ Mas, ¡ay!, que no me
escuchas
pero la vida es corta:
viviendo, todo falta;
muriendo, todo sobra.
¡Qué no muera nuestra fuente!
Besos y abrazos.
“Pobre barquilla mía...” Y así de este modo yo empezaría diciendo: “ Pobre fuentecilla mía, entre matorrales sola, sin gente, abandonada, sin chiquillos sin cántaros y sin noria.” Bueno mas o menos.
Este edificio albergaba la fuente del pueblo a donde íbamos todos los vecinos a por agua con los dos cántaros que podíamos llevar en la carretilla.
Nunca he bebido agua tan deliciosa como la de esta fuente, tan fina, tan brillante, tan trasparente, tan cristalina, tan fresca. El agua de aquí es la más incolora, inodora e insípida que yo haya visto jamás. Sabía a delicias del Paraíso.
En ella solíamos jugar los chiquillos, ¿Cuántas vueltas habrá dado la manivela? Un millón, tres, diez, ¿ Quién sabe?. Yo mismo me veo agarrado a ella apostando con un amigo a ver quien saca más agua. Primero con la mano izquierda, luego con la derecha y después con las dos. Vueltas, vueltas y mas vueltas, parecía que se desencajara, ¡pero para nada! Antes nos desencajábamos nosotros.
Por los dos caños que tiene salía el agua de forma torrencial, parecía que tuviera prisa por salir para ser bebida.
Esta es La Fuente por antonomasia, a las demás del término del pueblo se las conocía con otro complemente La fuente de la Mina, La fuente de la Leocadia etc. A ésta no, ésta era La Fuente sin más.
En su pila además del agua que vertían los canjilones a través de los dos caños. Me pregunto cuantas lagrimas habremos vertido los chiquillos y chiquillas cuando sin querer y por jugar rompíamos algún cántaro.
Probablemente haya niños que lean esto y no comprendan lo que digo, ni tan siquiera sepan lo que es un cántaro. Deseemos, si es así, que esa ignorancia haya sido en favor del desarrollo del conocimiento en otros órdenes de la vida.
La Fuente cumpliendo siempre fielmente su cometido de surtir de agua al pueblo y de tener siempre lleno el abrevadero para el ganado. Ahora se la ve solitaria y triste, deseosa de que alguien se acuerde de ella y vaya a darle vueltas a la manivela para sentirse viva y no morir, que alguien escuche el chirriar de su engranaje. ¡Pobre! Se ha quedado sin voz, no mete ruido, ya nadie la escucha, antes faltándole tiempo para dar agua a todos y ahora sobrándole todo porque nadie ya la necesita.
Y así, si empezamos este comentario con la estrofa inicial del poema podemos terminarlo con la última: “ Mas, ¡ay!, que no me
escuchas
pero la vida es corta:
viviendo, todo falta;
muriendo, todo sobra.
¡Qué no muera nuestra fuente!
Besos y abrazos.