Dos anécdotas recientes con un protagonista que ostenta la más alta responsabilidad en el gobierno de la nación —porque España es una nación—, merecen una matizada reflexión; A UN PRESIDENTE DE AUTONOMíA, le contestó «YO ESTOY AQUI PARA CAMBIAR EL ORDEN MUNDIAL».; Y ANTE UN EMPRESARIO AFIRMó: «¿QUé PROBLEMA HAY DE QUE UN CIUDADANO SEA VASCONAVARRO?». De entrada, los pelos se ponen de punta y de salida, ante los ojos surgen con fuerza conocidos artículos de la Constitución española.
El síndrome de la Moncloa, en José Luis Rodríguez Zapatero, se llama «mesianismo, considerarse el salvador de los españoles, o inventar lo no inventable», porque se cree poseedor de la verdad, y busca imponer el pensamiento único, —el suyo, claro está—, a todos los demás. Y lo que es peor, desde sus propias filas intentan un cambio de postura, una rectificación, un darse cuenta de los errores..., pero no hace caso, ni a los suyos. Por eso cuando habla, miente y hace mentir a sus colaboradores.
¿Es posible preguntarse si esa soberbia empecinada, esa falsedad orgullosa, tienen remedio? Tenerlo tiene, pero para ello, hay que reconocer los motivos por los que se actúa —mantenerse en el poder, a costa de la mayoría de los españoles—, y aceptar que existen planteamientos diametralmente opuestos a los suyos que han funcionado y funcionan mucho mejor. Si la segunda fase del mal llamado proceso de paz, y mejor definido como el chantaje de ETA, consiste en legalizar a pueblo Batasuna para que pueda presentarse a las elecciones, ¿qué ley piensa retorcer el presidente del gobierno para conseguirlo? Algunos partidos nacionalistas, más sensatos en anteriores legislaturas como CIU y Coalición Canaria, deberían replantearse su apoyo a tanta falacia, tanto desmán y tanta barbarie y recapacitar sobre otras alternativas repletas de verdad y de sentido común, y avaladas por una inmensa mayoría de españoles.
Si ZP no ve frenada su locura la espiral de «sin-razón», dará un paso más hacia delante, una nueva concesión al proceso llamado de paz por la ETA; las dos últimas manifestaciones multitudinarias —la de Madrid y la de Pamplona—, deben servir para algo más que para abrir algunos telediarios: deben provocar pensamientos inteligentes, cambios de posturas, análisis de otras alternativas ..., en definitiva, actualizaciones sosegadas, reales, convincentes no convictas, del Estado de Derecho dentro de la democracia española.
El síndrome de la Moncloa, en José Luis Rodríguez Zapatero, se llama «mesianismo, considerarse el salvador de los españoles, o inventar lo no inventable», porque se cree poseedor de la verdad, y busca imponer el pensamiento único, —el suyo, claro está—, a todos los demás. Y lo que es peor, desde sus propias filas intentan un cambio de postura, una rectificación, un darse cuenta de los errores..., pero no hace caso, ni a los suyos. Por eso cuando habla, miente y hace mentir a sus colaboradores.
¿Es posible preguntarse si esa soberbia empecinada, esa falsedad orgullosa, tienen remedio? Tenerlo tiene, pero para ello, hay que reconocer los motivos por los que se actúa —mantenerse en el poder, a costa de la mayoría de los españoles—, y aceptar que existen planteamientos diametralmente opuestos a los suyos que han funcionado y funcionan mucho mejor. Si la segunda fase del mal llamado proceso de paz, y mejor definido como el chantaje de ETA, consiste en legalizar a pueblo Batasuna para que pueda presentarse a las elecciones, ¿qué ley piensa retorcer el presidente del gobierno para conseguirlo? Algunos partidos nacionalistas, más sensatos en anteriores legislaturas como CIU y Coalición Canaria, deberían replantearse su apoyo a tanta falacia, tanto desmán y tanta barbarie y recapacitar sobre otras alternativas repletas de verdad y de sentido común, y avaladas por una inmensa mayoría de españoles.
Si ZP no ve frenada su locura la espiral de «sin-razón», dará un paso más hacia delante, una nueva concesión al proceso llamado de paz por la ETA; las dos últimas manifestaciones multitudinarias —la de Madrid y la de Pamplona—, deben servir para algo más que para abrir algunos telediarios: deben provocar pensamientos inteligentes, cambios de posturas, análisis de otras alternativas ..., en definitiva, actualizaciones sosegadas, reales, convincentes no convictas, del Estado de Derecho dentro de la democracia española.