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Hola a todos,
Pues bien por meros pensamientos decidí, en esta noche casi veraniega que únicamente hace traerme a la mente recuerdos de algunos veranos pasados desde hace 20 solitarias noches de San Valentín, aquí en tierras de estatutarios catalanes, buscar fotos de las Navas del Marqués por Internet. Solo hace dos años que tuve la oportunidad, por pura devoción hacia una chica (que no es navera), el conocer un fantástico pueblo como el vuestro, bueno mas bien desde entonces intento pasar unos días por Ciudad Ducal gracias a la gran hospitalidad de ciertos seres que tanto echo de menos como madrileño de nacimiento que soy, en el exilio catalán, y que son mis afines ducalenses, nombrarlos me ocuparía demasiado sitio, y seria quedarse corto para describir lo que siento por ellos, y lo que son ¡que grandes personas!. 1400 kilómetros no son nada, para poder disfrutar, como un niño con sus recién desempaquetados regalos de reyes, de las navas. Pues bien todo esto para deciros que es impensable concebir una simple visita por este enamoradizo termino de las navas sin sus pinos tan significantes, y sus gentes. Su tahona, esos olores de bollos recién horneados, que después de una fiesta reaniman sin lugar a dudas toda alma que pereció entre brindis y brindis, sus paseos por esos molinos modernos de viento que me recuerdan a algo tan castizo como el Quijote, esas tiernas e increíbles carnes del Magalia, o simplemente los rayos de ese sol castellano-leones por todo el cuerpo acompañado de un delicioso helado del Palazzo...se me hace la boca agua... (sigue arriba).
Pues bien por meros pensamientos decidí, en esta noche casi veraniega que únicamente hace traerme a la mente recuerdos de algunos veranos pasados desde hace 20 solitarias noches de San Valentín, aquí en tierras de estatutarios catalanes, buscar fotos de las Navas del Marqués por Internet. Solo hace dos años que tuve la oportunidad, por pura devoción hacia una chica (que no es navera), el conocer un fantástico pueblo como el vuestro, bueno mas bien desde entonces intento pasar unos días por Ciudad Ducal gracias a la gran hospitalidad de ciertos seres que tanto echo de menos como madrileño de nacimiento que soy, en el exilio catalán, y que son mis afines ducalenses, nombrarlos me ocuparía demasiado sitio, y seria quedarse corto para describir lo que siento por ellos, y lo que son ¡que grandes personas!. 1400 kilómetros no son nada, para poder disfrutar, como un niño con sus recién desempaquetados regalos de reyes, de las navas. Pues bien todo esto para deciros que es impensable concebir una simple visita por este enamoradizo termino de las navas sin sus pinos tan significantes, y sus gentes. Su tahona, esos olores de bollos recién horneados, que después de una fiesta reaniman sin lugar a dudas toda alma que pereció entre brindis y brindis, sus paseos por esos molinos modernos de viento que me recuerdan a algo tan castizo como el Quijote, esas tiernas e increíbles carnes del Magalia, o simplemente los rayos de ese sol castellano-leones por todo el cuerpo acompañado de un delicioso helado del Palazzo...se me hace la boca agua... (sigue arriba).