El salón propiamente dicho es un habitáculo rectangular y tanto más austero que la sala de Cortes. Curiosamente, está bien iluminado gracias a las enormes ventanas del fondo y de la izquierda. La techumbre es de madera oscura y da la sensación de ser una quilla de barco invertida, con cuadernas rectas. Al igual que en la sala anterior, un gran y sobrio banco recorre los límites de la estancia. Cuando las monjas se hicieron cargo del palacio convirtieron el salón en refectorio conventual, durando esta función hasta 1985, aunque todavía podemos admirar los groseros tablones soportados por varias tablas que forman las mesas, en dos filas, hacia la larga mesa prioral del fondo.