Está en la era de Tomás, junto a la carretera, al lado del cruce.
En las noches de verano es un placer sentarte a tomar el fresco, tumbarte para ver "todas" las estrellas del firmamento y pedir deseos a las estrellas que pasan fugazmente ante tus ojos. Desde esta atalaya se divisan las luces de gran cantidad de pueblos y hasta el resplandor de la ciudad salmantina.
Nunca olvidaré aquella noche tormentosa, en que los rayos atraían la mirada como imanes, ya que surgías desde distintos puntos y se sucedían constantemente sin poder ni querer evitar mirar hacia el lugar donde habían surgido.
¡Momentos mágicos!