LAS NEVADAS DE ANTAÑO...
eran más copiosas y si el tiempo acompañaba duraban en la tierra por lo menos ocho días o se sucedían las nevas. A veces no eras capaz de distinguir las cunetas y te metías hasta la cintura; naturalmente eramos unos niños entonces. Recuerdo hacer toscos muñecos de nieve, peleas de bolos, ruedas de nieve... Las peleas de nieve surgían como las tormentas, alguien encendía la mecha y se armaba la marimorena; la pelea no cesaba hasta que todos quedabamos empapados, helados, exahustos y por supuesto muertos de la risa.
Soliamos calentarnos cuando el frío ya se hacía insoportable y sobre todo las manos y los pies ya no los sentías. Acudíamos a casa de los abuelos ya que ellos no nos iban a impedir salir de nuevo, las manos dolían al calentarlas y las botas de goma las calentábamos metiendo un tizón al rojo vivo sin parar de moverlo, para evitar que se agujerease. Una ver recuperados los 37º salíamos de nuevo al crudo invierno. Seguiamos con los juegos de la nieve, a jugar al gua, a poner trampas a los gorriatos... en fin a disfrutar de lo único que por entonces conociamos: nuestro paraiso infantil.
eran más copiosas y si el tiempo acompañaba duraban en la tierra por lo menos ocho días o se sucedían las nevas. A veces no eras capaz de distinguir las cunetas y te metías hasta la cintura; naturalmente eramos unos niños entonces. Recuerdo hacer toscos muñecos de nieve, peleas de bolos, ruedas de nieve... Las peleas de nieve surgían como las tormentas, alguien encendía la mecha y se armaba la marimorena; la pelea no cesaba hasta que todos quedabamos empapados, helados, exahustos y por supuesto muertos de la risa.
Soliamos calentarnos cuando el frío ya se hacía insoportable y sobre todo las manos y los pies ya no los sentías. Acudíamos a casa de los abuelos ya que ellos no nos iban a impedir salir de nuevo, las manos dolían al calentarlas y las botas de goma las calentábamos metiendo un tizón al rojo vivo sin parar de moverlo, para evitar que se agujerease. Una ver recuperados los 37º salíamos de nuevo al crudo invierno. Seguiamos con los juegos de la nieve, a jugar al gua, a poner trampas a los gorriatos... en fin a disfrutar de lo único que por entonces conociamos: nuestro paraiso infantil.
