Estuve en el
pueblo, gozando de un día espléndido que el
otóño nos regaló.La vista se recreaba en unos
campos de verdes exultantes, recien lavados, donde se erguína unos
árboles de oro a punto de despedirse de sus hojas en la
lluvia áurea, que fecundará la tierra para la próxima
primavera.