EL ROBO DEL LINO Y LA DUQUESA DE ALBA.
Según cuenta la leyenda transcurría el Año 1.782, Dª Cayetana XIII. Duquesa de Alba, pasaba largas temporadas en su Palacio de Piedrahita (Ávila) Dueña del Señorío de Valdecorneja y Alba de Tormes, hacía ocho años que su abuelo la había casado, a los doce años con D. José Álvarez de Toledo, en este año mencionado contaba con veinte primaveras.
En sus veraneos solía estar acompañada en muchas ocasiones por sus amigos Francisco de Goya y del político Gaspar Melchor Jovellanos entre otros muchos personajes.
Nos situamos en mi pueblo, un pequeño pueblo a nueve kilómetros de Piedrahita llamado Villar de Corneja.
En dicho pueblo vivían nuestras dos protagonistas, María Sánchez, mujer honrada como la que más, conocida como la lavandera, puesto que éste era su oficio. Y por otro lado Paca Díaz, mujer muy querida y apreciada por todos, su oficio era lavandera y pregonera del pueblo. Nuestras dos protagonistas eran muy amigas se conocían desde niñas y ambas vivían cerca de la iglesia.
Por aquel entonces la Duquesa de Alba, estaba contenta y enamorada, se dejaba querer de Francisco de Goya, por lo que se encontraba bondadosa y feliz.
La hermana Rosario, que vivía en el convento de las Carmelitas descalzas en Piedrahita tenía cierta amistad con ella, aprovechando esta ocasión de feliz y bondadosa de la Duquesa. La monja era nacida en Villar de Corneja, prima de María la lavandera, muy hábilmente consiguió que la Duquesa donara un dinero para arreglar la torre de la iglesia de Villar de Corneja, además de veinte madejas de lino, articulo muy escaso y apreciado como el oro en aquellos años, estas madejas serían destinadas para hacer una túnica para el santísimo, un paño para el sagrario, una vitola para don Venancio el cura y alguna que otra cosa.
Los habitantes estaban eufóricos por las importantes donaciones recibidas gracias a la hermana Rosario. Una vez recibido el lino, Alfonsa el ama de llaves del cura esposa del sacristán, entregó las veinte madejas a María “la lavandera” ya que era profesional y tenía un don especial para conseguir un blanco como la nieve.
La mañana estaba tan clara como sosegada; los pájaros no paraban de cantar atareados haciendo sus nidos, las ranas cantaban en coro.
Las dos mujeres bajan al río Corneja juntas como tantas veces, a un lugar llamado las Pasaderas, donde el río ensancha con charcas donde abundan ranas, renacuajos, peces y cigüeñas pescando.
María se encarga de lavar el lino, esmerándose más que nunca en sacar un blanco especial puesto que era para el Santísimo. Cuando termina, María tiende el lino en un prado cercano.
Paca sigue lavando el resto de la ropa; las dos mujeres que se encuentran solas por estos parajes pueden oír con facilidad las campanas de la iglesia, que hace la función de reloj para la gente que trabajaban en el campo como era costumbre por aquellos años.
María que había dejado el cocido puesto, le dice a su compañera que se sube a casa a atizar la lumbre pidiéndola que echara un vistazo al lino.
Después de controlar el cocido y recoger alguna que otra cosa de la casa, ya que no tenía prisa puesto que su amiga Paca estaba al cuidado del lino, María baja a recoger el lino, pasa antes por casa de Alfonsa, la mujer del sacristán, está decide acompañar a María a recoger el lino, dice que la hace mucha ilusión ver tanto lino.
De camino al río las dos mujeres se encuentran con Manolito “ Gafotas”, hijo de Paca “la Pregonera” éste sube con un cesto lleno de ropa limpia. Les cuenta que su abuela Vicenta le había mandado nada más salir del colegio que bajara más ropa sucia a su madre y que aprovechara para subirse la que ya estaba limpia, y así le quitaba peso a su madre.
María y Alfonsa ayudan a Paca a recoger la colada una vez terminada, las tres mujeres juntas se disponen a coger el lino de la pradera que ya debería estar seco.
En la cara de las tres mujeres se deja ver el nerviosismo por ver lo blanco que había quedado el mencionado lino ya que era para el Santísimo, pero al llegar frente al lino las caras de las mujeres cambiaron por completo al ver, que de las veinte madejas faltaban cuatro de ellas.
El desconcierto entre las mujeres se dejaba notar en el ambiente. María la más nerviosa de todas, puesto que era la responsable de las madejas, intenta encontrar al culpable del robo, daba vueltas y vueltas en su cabeza.
Sí el lino estaba a la vista de Paca y ella decía que nadie había pasado en toda la mañana por las Pasaderas. María y Alfonsa solo habían visto a Manolito “el Gafotas”, el hijo de Paca, al que vieron cuando bajaban, transportando un cesto lleno de ropa limpia. Al menos, eso es lo que él las había dicho, puesto que el interior no se veía por qué iba tapado con un lienzo moreno, todo parecía encajar y estar claro, sobre todo para la mujer del sacristán, Alfonsa cruzó la mirada con María y acusó a Paca con sus ojos. Continúa en siguiente mensaje
Según cuenta la leyenda transcurría el Año 1.782, Dª Cayetana XIII. Duquesa de Alba, pasaba largas temporadas en su Palacio de Piedrahita (Ávila) Dueña del Señorío de Valdecorneja y Alba de Tormes, hacía ocho años que su abuelo la había casado, a los doce años con D. José Álvarez de Toledo, en este año mencionado contaba con veinte primaveras.
En sus veraneos solía estar acompañada en muchas ocasiones por sus amigos Francisco de Goya y del político Gaspar Melchor Jovellanos entre otros muchos personajes.
Nos situamos en mi pueblo, un pequeño pueblo a nueve kilómetros de Piedrahita llamado Villar de Corneja.
En dicho pueblo vivían nuestras dos protagonistas, María Sánchez, mujer honrada como la que más, conocida como la lavandera, puesto que éste era su oficio. Y por otro lado Paca Díaz, mujer muy querida y apreciada por todos, su oficio era lavandera y pregonera del pueblo. Nuestras dos protagonistas eran muy amigas se conocían desde niñas y ambas vivían cerca de la iglesia.
Por aquel entonces la Duquesa de Alba, estaba contenta y enamorada, se dejaba querer de Francisco de Goya, por lo que se encontraba bondadosa y feliz.
La hermana Rosario, que vivía en el convento de las Carmelitas descalzas en Piedrahita tenía cierta amistad con ella, aprovechando esta ocasión de feliz y bondadosa de la Duquesa. La monja era nacida en Villar de Corneja, prima de María la lavandera, muy hábilmente consiguió que la Duquesa donara un dinero para arreglar la torre de la iglesia de Villar de Corneja, además de veinte madejas de lino, articulo muy escaso y apreciado como el oro en aquellos años, estas madejas serían destinadas para hacer una túnica para el santísimo, un paño para el sagrario, una vitola para don Venancio el cura y alguna que otra cosa.
Los habitantes estaban eufóricos por las importantes donaciones recibidas gracias a la hermana Rosario. Una vez recibido el lino, Alfonsa el ama de llaves del cura esposa del sacristán, entregó las veinte madejas a María “la lavandera” ya que era profesional y tenía un don especial para conseguir un blanco como la nieve.
La mañana estaba tan clara como sosegada; los pájaros no paraban de cantar atareados haciendo sus nidos, las ranas cantaban en coro.
Las dos mujeres bajan al río Corneja juntas como tantas veces, a un lugar llamado las Pasaderas, donde el río ensancha con charcas donde abundan ranas, renacuajos, peces y cigüeñas pescando.
María se encarga de lavar el lino, esmerándose más que nunca en sacar un blanco especial puesto que era para el Santísimo. Cuando termina, María tiende el lino en un prado cercano.
Paca sigue lavando el resto de la ropa; las dos mujeres que se encuentran solas por estos parajes pueden oír con facilidad las campanas de la iglesia, que hace la función de reloj para la gente que trabajaban en el campo como era costumbre por aquellos años.
María que había dejado el cocido puesto, le dice a su compañera que se sube a casa a atizar la lumbre pidiéndola que echara un vistazo al lino.
Después de controlar el cocido y recoger alguna que otra cosa de la casa, ya que no tenía prisa puesto que su amiga Paca estaba al cuidado del lino, María baja a recoger el lino, pasa antes por casa de Alfonsa, la mujer del sacristán, está decide acompañar a María a recoger el lino, dice que la hace mucha ilusión ver tanto lino.
De camino al río las dos mujeres se encuentran con Manolito “ Gafotas”, hijo de Paca “la Pregonera” éste sube con un cesto lleno de ropa limpia. Les cuenta que su abuela Vicenta le había mandado nada más salir del colegio que bajara más ropa sucia a su madre y que aprovechara para subirse la que ya estaba limpia, y así le quitaba peso a su madre.
María y Alfonsa ayudan a Paca a recoger la colada una vez terminada, las tres mujeres juntas se disponen a coger el lino de la pradera que ya debería estar seco.
En la cara de las tres mujeres se deja ver el nerviosismo por ver lo blanco que había quedado el mencionado lino ya que era para el Santísimo, pero al llegar frente al lino las caras de las mujeres cambiaron por completo al ver, que de las veinte madejas faltaban cuatro de ellas.
El desconcierto entre las mujeres se dejaba notar en el ambiente. María la más nerviosa de todas, puesto que era la responsable de las madejas, intenta encontrar al culpable del robo, daba vueltas y vueltas en su cabeza.
Sí el lino estaba a la vista de Paca y ella decía que nadie había pasado en toda la mañana por las Pasaderas. María y Alfonsa solo habían visto a Manolito “el Gafotas”, el hijo de Paca, al que vieron cuando bajaban, transportando un cesto lleno de ropa limpia. Al menos, eso es lo que él las había dicho, puesto que el interior no se veía por qué iba tapado con un lienzo moreno, todo parecía encajar y estar claro, sobre todo para la mujer del sacristán, Alfonsa cruzó la mirada con María y acusó a Paca con sus ojos. Continúa en siguiente mensaje