NARROS DEL CASTILLO (Avila)

Como en cuna de nácar

que empuja el mar y que acaricia el céfiro,

dormir parecía al blando

arrullo de sus labios entreabiertos.

¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:

Verdad que el corazón

lo llevará en la mano..., en cualquier parte....

pero en el pecho no.

.

A contemplarle en la desierta plaza

nos paramos los dos.

Y, ése, me dijo, es el cabal emblema

de mi constante amor.

Penacho de su yelmo de granito,

la yedra que colgaba en derredor

daba sombra al escudo en que una mano

tenía un corazón.

.

En la clave del arco ruinoso

cuyas piedras el tiempo enrojeció,

obra de un cincel rudo campeaba

el gótico blasón.

.

Mas, ¡ay!, de un corazón llegué al abismo

y me incliné un momento,

y mi alma y mis ojos se turbaron.

¡Tan hondo era y tan negro!

.

Yo me he asomado a las profundas simas

de la tierra y del cielo,

y les he visto el fin o con los ojos

o con el pensamiento.