CLOTALDO (Aparte.
¡Santos cielos!
¿Qué es esto? Ya son más graves
mis penas y confusiones,
mis ansias y mis pesares.) 380
¿Quién te la dio?
ROSAURA Una mujer.
-97-
CLOTALDO ¿Cómo se llama?
ROSAURA Que calle
su nombre es fuerza.
CLOTALDO ¿De qué
infieres agora, o sabes,
que hay secreto en esta espada? 385
ROSAURA Quien me la dio, dijo: «Parte
a Polonia, y solicita
con ingenio, estudio o arte,
que te vean esa espada
los nobles y principales; 390
que yo sé que alguno dellos
te favorezca y ampare»;
que por si acaso era muerto
no quiso entonces nombrarle.
CLOTALDO (Aparte.
¡Válgame el cielo! ¿Qué escucho? 395
Aun no sé determinarme
si tales sucesos son
ilusiones o verdades.
Esta espada es la que yo
dejé a la hermosa Violante, 400
por señas que el que ceñida
la trujera, había de hallarme
amoroso como hijo,
y piadoso como padre.
Pues ¿qué he de hacer, ¡ay de mí!, 405
en confusión semejante,
si quien la trae por favor
para su muerte la trae,
pues que sentenciado a muerte
llega a mis pies? ¡Qué notable 410
confusión! ¡Qué triste hado!
¡Qué suerte tan inconstante!
Éste es mi hijo, y las señas
dicen bien con las señales
del corazón, que por verle 415
llama el pecho, y en él bate
-98-
las alas, y no pudiendo
romper los candados, hace
lo que aquel que está encerrado,
y oyendo ruido en la calle 420
se asoma por la ventana:
y él así, como no sabe
lo que pasa, y oye el ruido,
va a los ojos a asomarse,
que son ventanas del pecho 425
por donde en lágrimas sale.
¿Qué he de hacer? ¡Válgame el cielo!
¿Qué he de hacer? Porque llevarle
al Rey es llevarle, ¡ay triste!,
a morir, pues ocultarle 430
al Rey no puedo, conforme
a la ley del homenaje.
De una parte el amor propio,
y la lealtad de otra parte
me rinden. Pero ¿qué dudo? 435
¿La lealtad al Rey no es antes
que la vida y que el honor?
Pues ella viva y él falte.
Fuera de que, si ahora atiendo
a que dijo que a vengarse 440
viene de un agravio, hombre
que está agraviado, es infame.
No es mi hijo, no es mi hijo,
ni tiene mi noble sangre.
Pero si ya ha sucedido 445
-99-
un peligro de quien nadie
se libró, porque el honor
es de materia tan fácil
que con una acción se quiebra
o se mancha con un aire, 450
¿qué más puede hacer, qué más
el que es noble de su parte,
que a costa de tantos riesgos
haber venido a buscarle?
Mi hijo es, mi sangre tiene, 455
pues tiene valor tan grande;
y así, entre una y otra duda,
el medio más importante
es irme al Rey, y decirle
que es mi hijo, y que le mate. 460
Quizá la misma piedad
de mi honor podrá obligarle;
y si le merezco vivo,
yo le ayudaré a vengarse
de su agravio. Mas si el Rey, 465
en sus rigores constante,
le da muerte, morirá
sin saber que soy su padre.)
Venid conmigo, extranjeros.
No temáis, no, de que os falte 470
compañía en las desdichas;
pues en duda semejante
de vivir o de morir,
no sé cuáles son más grandes.
(Vanse.)
¡Santos cielos!
¿Qué es esto? Ya son más graves
mis penas y confusiones,
mis ansias y mis pesares.) 380
¿Quién te la dio?
ROSAURA Una mujer.
-97-
CLOTALDO ¿Cómo se llama?
ROSAURA Que calle
su nombre es fuerza.
CLOTALDO ¿De qué
infieres agora, o sabes,
que hay secreto en esta espada? 385
ROSAURA Quien me la dio, dijo: «Parte
a Polonia, y solicita
con ingenio, estudio o arte,
que te vean esa espada
los nobles y principales; 390
que yo sé que alguno dellos
te favorezca y ampare»;
que por si acaso era muerto
no quiso entonces nombrarle.
CLOTALDO (Aparte.
¡Válgame el cielo! ¿Qué escucho? 395
Aun no sé determinarme
si tales sucesos son
ilusiones o verdades.
Esta espada es la que yo
dejé a la hermosa Violante, 400
por señas que el que ceñida
la trujera, había de hallarme
amoroso como hijo,
y piadoso como padre.
Pues ¿qué he de hacer, ¡ay de mí!, 405
en confusión semejante,
si quien la trae por favor
para su muerte la trae,
pues que sentenciado a muerte
llega a mis pies? ¡Qué notable 410
confusión! ¡Qué triste hado!
¡Qué suerte tan inconstante!
Éste es mi hijo, y las señas
dicen bien con las señales
del corazón, que por verle 415
llama el pecho, y en él bate
-98-
las alas, y no pudiendo
romper los candados, hace
lo que aquel que está encerrado,
y oyendo ruido en la calle 420
se asoma por la ventana:
y él así, como no sabe
lo que pasa, y oye el ruido,
va a los ojos a asomarse,
que son ventanas del pecho 425
por donde en lágrimas sale.
¿Qué he de hacer? ¡Válgame el cielo!
¿Qué he de hacer? Porque llevarle
al Rey es llevarle, ¡ay triste!,
a morir, pues ocultarle 430
al Rey no puedo, conforme
a la ley del homenaje.
De una parte el amor propio,
y la lealtad de otra parte
me rinden. Pero ¿qué dudo? 435
¿La lealtad al Rey no es antes
que la vida y que el honor?
Pues ella viva y él falte.
Fuera de que, si ahora atiendo
a que dijo que a vengarse 440
viene de un agravio, hombre
que está agraviado, es infame.
No es mi hijo, no es mi hijo,
ni tiene mi noble sangre.
Pero si ya ha sucedido 445
-99-
un peligro de quien nadie
se libró, porque el honor
es de materia tan fácil
que con una acción se quiebra
o se mancha con un aire, 450
¿qué más puede hacer, qué más
el que es noble de su parte,
que a costa de tantos riesgos
haber venido a buscarle?
Mi hijo es, mi sangre tiene, 455
pues tiene valor tan grande;
y así, entre una y otra duda,
el medio más importante
es irme al Rey, y decirle
que es mi hijo, y que le mate. 460
Quizá la misma piedad
de mi honor podrá obligarle;
y si le merezco vivo,
yo le ayudaré a vengarse
de su agravio. Mas si el Rey, 465
en sus rigores constante,
le da muerte, morirá
sin saber que soy su padre.)
Venid conmigo, extranjeros.
No temáis, no, de que os falte 470
compañía en las desdichas;
pues en duda semejante
de vivir o de morir,
no sé cuáles son más grandes.
(Vanse.)