NARROS DEL CASTILLO: ESTRELLA A tan cortés bizarría 565 ...

ESTRELLA A tan cortés bizarría 565
menos mi pecho no muestra,
pues la imperial monarquía,

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para sólo hacerla vuestra,
me holgara que fuese mía;
aunque no está satisfecho 570
mi amor de que sois ingrato
si en cuanto decís, sospecho
que os desmiente ese retrato
que está pendiente del pecho.

ASTOLFO Satisfaceros intento 575
con él... Mas lugar no da
tanto sonoro instrumento,
que avisa que sale ya
el Rey con su parlamento.

(Tocan, y sale el REY BASILIO, viejo y acompañamiento.)

ESTRELLA Sabio Tales...

ASTOLFO Docto Euclides... 580

ESTRELLA que entre signos...

ASTOLFO que entre estrellas...

ESTRELLA hoy gobiernas...

ASTOLFO hoy resides...

ESTRELLA y sus caminos...

ASTOLFO sus huellas...

ESTRELLA describes...

ASTOLFO tasas y mides...

ESTRELLA deja que en humildes lazos... 585

ASTOLFO deja que en tiernos abrazos...

ESTRELLA yedra dese tronco sea...

ASTOLFO rendido a tus pies me vea.

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BASILIO Sobrinos, dadme los brazos,
y creed, pues que leales 590
a mi precepto amoroso,
venís con afectos tales,
que a nadie deje quejoso,
y los dos quedéis iguales.
Y así, cuando me confieso 595
rendido al prolijo peso,
sólo os pido en la ocasión
silencio, que admiración
ha de pedirla el suceso.
Ya sabéis (estadme atentos 600
amados sobrinos míos,
corte ilustre de Polonia,
vasallos, deudos y amigos),
ya sabéis que yo en el mundo
por mi ciencia he merecido 605
el sobrenombre de docto;
pues, contra el tiempo y olvido,
los pinceles de Timantes,
los mármoles de Lisipo,
en el ámbito del orbe 610
me aclaman el gran Basilio.
Ya sabéis que son las ciencias
que más curso y más estimo,
matemáticas sutiles,
por quien al tiempo le quito, 615
por quien a la fama rompo
la jurisdicción y oficio
de enseñar más cada día;
pues cuando en mis tablas miro

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presentes las novedades 620
de los venideros siglos,
le gano al tiempo las gracias
de contar lo que yo he dicho.
Esos círculos de nieve,
esos doseles de vidrio, 625
que el sol ilumina a rayos,
que parte la luna a giros,
esos orbes de diamantes,
esos globos cristalinos,
que las estrellas adornan 630
y que campean los signos,
son el estudio mayor
de mis años, son los libros
donde en papel de diamante,
en cuadernos de zafiros, 635
escribe con líneas de oro,
en caracteres distintos,
el cielo nuestros sucesos,
ya adversos o ya benignos.
Estos leo tan veloz, 640
que con mi espíritu sigo
sus rápidos movimientos
por rumbos y por caminos.
¡Pluguiera al cielo, primero
que mi ingenio hubiera sido 645
de sus márgenes comento
y de sus hojas registro,
hubiera sido mi vida
el primero desperdicio
de sus iras, y que en ellas 650
mi tragedia hubiera sido,
porque de los infelices
aun el mérito es cuchillo,
que a quien le daña el saber,
homicida es de sí mismo! 655
Dígalo yo, aunque mejor
lo dirán sucesos míos,

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para cuya admiración
otra vez silencio os pido.
En Clorilene, mi esposa, 660
tuve un infelice hijo,
en cuyo parto los cielos
se agotaron de prodigios,
antes que a la luz hermosa
le diese el sepulcro vivo 665
de un vientre, porque el nacer
y el morir son parecidos.
Su madre infinitas veces,
entre ideas y delirios
del sueño, vio que rompía 670
sus entrañas atrevido
un monstruo en forma de ho[m]bre,
y entre su sangre teñido
le daba muerte, naciendo
víbora humana del siglo. 675
Llegó de su parto el día,
y los presagios cumplidos
(porque tarde o nunca son
mentirosos los impíos),
nació en horóscopo tal, 680
que el sol, en su sangre tinto,
entraba sañudamente
con la luna en desafío;
y siendo valla la tierra,
los dos faroles divinos 685

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a luz entera luchaban,
ya que no a brazo partido.
El mayor, el más horrendo
eclipse que ha padecido
el sol, después que con sangre 690
lloró la muerte de Cristo,
éste fue, porque, anegado
el orbe entre incendios vivos,
presumió que padecía
el último parasismo. 695
Los cielos se escurecieron,
temblaron los edificios,
llovieron piedras las nubes,
corrieron sangre los ríos.
En este mísero, en este 700
mortal planeta o signo,
nació Segismundo dando
de su condición indicios,
pues dio la muerte a su madre,
con cuya fiereza dijo: 705
«Ho[m]bre soy, pues que ya empiezo
a pagar mal beneficios.»
Yo, acudiendo a mis estudios,
en ellos y en todo miro
que Segismundo sería 710
el hombre más atrevido,
el príncipe más crüel
y el monarca más impío,
por quien su reino vendría
a ser parcial y diviso, 715
escuela de las traiciones
y academia de los vicios;
y él, de su furor llevado,
entre asombros y delitos,
había de poner en mí 720
las plantas, y yo rendido
a sus pies me había de ver
(¡con qué congoja lo digo!),

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siendo alfombra de sus plantas
las canas del rostro mío. 725
¿Quién no da crédito al daño,
y más al daño que ha visto
en su estudio, donde hace
el amor propio su oficio?
Pues dando crédito yo 730
a los hados, que adivinos
me pronosticaban daños
en fatales vaticinios,
determiné de encerrar
la fiera que había nacido, 735
por ver si el sabio tenía
en las estrellas dominio.
Publicóse que el Infante
nació muerto; y, prevenido,
hice labrar una torre 740
entre las peñas y riscos
desos montes, donde apenas
la luz ha hallado camino,
por defenderle la entrada
sus rústicos obeliscos. 745
Las graves penas y leyes,
que con públicos editos
declararon que ninguno
entrase a un vedado sitio
del monte, se ocasionaron 750
de las causas que os he dicho.
Allí Segismundo vive
mísero, pobre y cautivo,
adonde solo Clotaldo
le ha hablado, tratado y visto. 755
Éste le ha enseñado ciencias;
éste en la ley le ha instrüido
católica, siendo solo
de sus miserias testigo.
Aquí hay tres cosas: la una 760
que yo, Polonia, os estimo

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tanto que os quiero librar
de la opresión y servicio
de un rey tirano, porque
no fuera señor benigno 765
el que a su patria y su imperio
pusiera en tanto peligro.
La otra es considerar
que si a mi sangre le quito
el derecho que le dieron 770
humano fuero y divino,
no es cristiana caridad;
pues ninguna ley ha dicho
que por reservar yo a otro
de tirano y de atrevido, 775
pueda yo serlo, supuesto
que si es tirano mi hijo,
porque él delitos no haga,
vengo yo a hacer los delitos.
Es la última y tercera 780
el ver cuánto yerro ha sido
dar crédito fácilmente
a los sucesos previstos;
pues aunque su inclinación
le dicte sus precipicios, 785
quizá no le vencerán,
porque el hado más esquivo,
la inclinación más violenta,
el planeta más impío,
sólo el albedrío inclinan, 790
no fuerzan el albedrío. Y así,
entre una y otra causa
vacilante y discursivo,
previne un remedio tal
que os suspenda los sentidos. 795

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Yo he de ponerle mañana
sin que él sepa que es mi hijo
y rey vuestro, a Segismundo
(que aqueste su nombre ha sido)
en mi dosel, en mi silla, 800
y, en fin, en el lugar mío,
donde os gobierne y os mande,
y donde todos rendidos
la obediencia le juréis;
pues con aquesto consigo 805
tres cosas, con que respondo
a las otras tres que he dicho.
Es la primera, que siendo
prudente, cuerdo y benigno,
desmintiendo en todo al hado 810
que dél tantas cosas dijo,
gozaréis el natural
príncipe vuestro, que ha sido
cortesano de unos montes,
y de sus fieras vecino. 815
Es la segunda, que si él,
soberbio, osado, atrevido
y crüel, con rienda suelta
corre el campo de sus vicios,
habré yo piadoso entonces 820
con mi obligación cumplido;
y luego en desposeerle
haré como rey invicto,
siendo el volverle a la cárcel
no crueldad, sino castigo. 825
Es la tercera, que siendo
el príncipe como os digo,
por lo que os amo, vasallos,
os daré reyes más dignos
de la corona y el cetro, 830
pues serán mis dos sobrinos;
juntando en uno el derecho
de los dos, y convenidos

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con la fe del matrimonio
tendrán lo que han merecido. 835
Esto como rey os mando,
esto como padre os pido,
esto como sabio os ruego,
esto como anciano os digo;
y si el Séneca español 840
que era humilde esclavo, dijo,
de su república un rey,
como esclavo os lo suplico.