ENTREGA
Pasaba la procesión
con paso lento y sereno,
era muda la pasión
sentida en el Nazareno.
Una túnica morada.
Con puntas largas y finas
una corona de espinas
en la cabeza clavada.
Iba el Cristo de la paz
con el cuerpo macerado,
ensangrentada su faz.
Triste, solo y angustiado.
Sentí pena y amargura.
Y amor, porque mi pecado
redimió con la tortura
de morir crucificado.
“Tiene los días contados
- una saeta decía -
le van a crucificar
para que nuestros pecados
Dios los pueda perdonar.”
Entre el llanto y la alegría,
al compás de los tambores,
pasaba la cofradía,
entregando sus amores
a Jesús en su agonía.
Lloraban campos baldíos,
los montes y los sembrados,
las colinas y los ríos,
porque el Rey de los judíos
morirá por mis pecados.
Siguiendo la procesión:
de hombres, mujeres y niños,
sentí en mí la salvación,
rece una muda oración
y me entregué a su cariño.
Ángel Luís Sánchez Fernández
Pasaba la procesión
con paso lento y sereno,
era muda la pasión
sentida en el Nazareno.
Una túnica morada.
Con puntas largas y finas
una corona de espinas
en la cabeza clavada.
Iba el Cristo de la paz
con el cuerpo macerado,
ensangrentada su faz.
Triste, solo y angustiado.
Sentí pena y amargura.
Y amor, porque mi pecado
redimió con la tortura
de morir crucificado.
“Tiene los días contados
- una saeta decía -
le van a crucificar
para que nuestros pecados
Dios los pueda perdonar.”
Entre el llanto y la alegría,
al compás de los tambores,
pasaba la cofradía,
entregando sus amores
a Jesús en su agonía.
Lloraban campos baldíos,
los montes y los sembrados,
las colinas y los ríos,
porque el Rey de los judíos
morirá por mis pecados.
Siguiendo la procesión:
de hombres, mujeres y niños,
sentí en mí la salvación,
rece una muda oración
y me entregué a su cariño.
Ángel Luís Sánchez Fernández