Carta a una niña-madre
Cuando pasaste a mi lado, con una sonrisa pura y diáfana, con tu cara de niña que apenas comienza, me llenaste de vida. Cuando observé tu barriguita redonda y abultada comprendí que estabas embarazada.
Entonces, una explosión de contradicciones ocurrió dentro de mí. Miré tus ojos tan vivos, tan limpios, tan expresivos, espejo de tu alma, y vi que reflejaban una angustia terrible. Entendí en un segundo tu tragedia y tu gozo. Tragedia por el qué-dirán. Por las horas de angustia y desvelo que has pasado para decirles al papá, a tu papá, a la mamá, a los abuelos, a los tíos, a las amigas, a los amigos.
Por qué se tendrá que enterar todo el mundo, pensaste. Pero ante la evidencia, nada hay que hacer. Viviste horas de terror, sola. Pensaste quizá en quitarle la vida al bebé, pero no fuiste capaz. Tus valores te lo impidieron. Nunca creíste que te podía pasar a ti. La educación que recibiste te lo advirtió, te enseñó lo que no debías hacer y lo hiciste.
Para ti, niña desconocida, va esta carta. Es verdad, sabías perfectamente que el sexo, como debe ser, es fruto de un amor maduro y responsable.
El sexo con amor es una etapa avanzada que se disfruta a plenitud espiritualmente después de haber superado duras y largas etapas. Y sabías también que engendrar un hijo es cambiar la vida por completo, la tuya y la de los tuyos. Es dejar de existir para uno para darse sin medida a otro. Te llegó la hora de decidir y la primera gran decisión ya la tomaste, aceptas al niño. Vendrá a acomodarse en la cuna de amor que le brindas tú, en primera instancia, posiblemente su padre, a lo mejor tu familia.
Quiero felicitarte porque has entendido a tiempo que el error que cometiste sólo se corrige con amor. Y has decidido enfrentar el reto.
Tu hijo tendrá lo que necesita: Madre, tú no lo defraudarás. No dejarás que él se avergüence de ti. Buscarás que su padre haga lo mismo. No siempre sucede en una cultura machista.
Se acabaron tus frecuentes salidas a parrandear, tus estudios intensos, tus barras, tus amigos de farra. Al menos por un largo tiempo, día y noche te deberás dedicar a esa criatura que ahora llevas y que espera de ti a una madre de verdad. Pasaste de las muñecas a los bebés, de un salto.
La juventud que te invade ahora se vuelve seria. De niña a señora. Cambio fuerte.
Muchos no te van a entender, te rechazarán, tendrás que superarlo. Otros te van a dejar sola, es tu culpa y con ella debes cargar, dirán.
Los que más te quieren se dolerán pero abrirán su corazón hacia ti y hacia tu bebé. Apóyate en ellos para sostenerte, no para entregarles tu carga.
Tu madre ya cumplió con su obligación de criarte a ti. No renuncies tú hacerlo con tu propio hijo, él espera que tú lo hagas y si no, él te lo reclamará en el futuro.
Niña-Madre de mirada dulce y afligida. Entrégate sin regateos a lo más grande que puede sucederte en la vida: un hijo. Lucha por él a brazo partido, sácalo adelante con los tuyos o sin los tuyos. Dale lo mejor, se lo merece porque es tu hijo. Y ponlo bajo la mirada de Dios, si quieres que la vida de él tenga algún sentido.
¡Alegra esa mirada, niña, que en tu vientre tienes vida!
Cuando pasaste a mi lado, con una sonrisa pura y diáfana, con tu cara de niña que apenas comienza, me llenaste de vida. Cuando observé tu barriguita redonda y abultada comprendí que estabas embarazada.
Entonces, una explosión de contradicciones ocurrió dentro de mí. Miré tus ojos tan vivos, tan limpios, tan expresivos, espejo de tu alma, y vi que reflejaban una angustia terrible. Entendí en un segundo tu tragedia y tu gozo. Tragedia por el qué-dirán. Por las horas de angustia y desvelo que has pasado para decirles al papá, a tu papá, a la mamá, a los abuelos, a los tíos, a las amigas, a los amigos.
Por qué se tendrá que enterar todo el mundo, pensaste. Pero ante la evidencia, nada hay que hacer. Viviste horas de terror, sola. Pensaste quizá en quitarle la vida al bebé, pero no fuiste capaz. Tus valores te lo impidieron. Nunca creíste que te podía pasar a ti. La educación que recibiste te lo advirtió, te enseñó lo que no debías hacer y lo hiciste.
Para ti, niña desconocida, va esta carta. Es verdad, sabías perfectamente que el sexo, como debe ser, es fruto de un amor maduro y responsable.
El sexo con amor es una etapa avanzada que se disfruta a plenitud espiritualmente después de haber superado duras y largas etapas. Y sabías también que engendrar un hijo es cambiar la vida por completo, la tuya y la de los tuyos. Es dejar de existir para uno para darse sin medida a otro. Te llegó la hora de decidir y la primera gran decisión ya la tomaste, aceptas al niño. Vendrá a acomodarse en la cuna de amor que le brindas tú, en primera instancia, posiblemente su padre, a lo mejor tu familia.
Quiero felicitarte porque has entendido a tiempo que el error que cometiste sólo se corrige con amor. Y has decidido enfrentar el reto.
Tu hijo tendrá lo que necesita: Madre, tú no lo defraudarás. No dejarás que él se avergüence de ti. Buscarás que su padre haga lo mismo. No siempre sucede en una cultura machista.
Se acabaron tus frecuentes salidas a parrandear, tus estudios intensos, tus barras, tus amigos de farra. Al menos por un largo tiempo, día y noche te deberás dedicar a esa criatura que ahora llevas y que espera de ti a una madre de verdad. Pasaste de las muñecas a los bebés, de un salto.
La juventud que te invade ahora se vuelve seria. De niña a señora. Cambio fuerte.
Muchos no te van a entender, te rechazarán, tendrás que superarlo. Otros te van a dejar sola, es tu culpa y con ella debes cargar, dirán.
Los que más te quieren se dolerán pero abrirán su corazón hacia ti y hacia tu bebé. Apóyate en ellos para sostenerte, no para entregarles tu carga.
Tu madre ya cumplió con su obligación de criarte a ti. No renuncies tú hacerlo con tu propio hijo, él espera que tú lo hagas y si no, él te lo reclamará en el futuro.
Niña-Madre de mirada dulce y afligida. Entrégate sin regateos a lo más grande que puede sucederte en la vida: un hijo. Lucha por él a brazo partido, sácalo adelante con los tuyos o sin los tuyos. Dale lo mejor, se lo merece porque es tu hijo. Y ponlo bajo la mirada de Dios, si quieres que la vida de él tenga algún sentido.
¡Alegra esa mirada, niña, que en tu vientre tienes vida!