Me llamaste de lejos tantas veces
sin que yo a tu llamada respondiera,
sin que mi ciego corazón supiera
de tanto amor como, al llamar, me ofreces,
que yo ahora te busco, me pareces
en la quietud divina de tu espera
algo tan fiel que el corazón quisiera
saber por qué tan firme permaneces.
Yo soy, Señor, el sordo del camino,
el que busca a tientas un destino
que a una ebriedad de sombras me llevaba.
Y Tú estabas áquí, firme, despierto,
como la voz que clama en el desierto
por el que yo, embriagado, caminaba
(Luis Lopèz Anglada)
sin que yo a tu llamada respondiera,
sin que mi ciego corazón supiera
de tanto amor como, al llamar, me ofreces,
que yo ahora te busco, me pareces
en la quietud divina de tu espera
algo tan fiel que el corazón quisiera
saber por qué tan firme permaneces.
Yo soy, Señor, el sordo del camino,
el que busca a tientas un destino
que a una ebriedad de sombras me llevaba.
Y Tú estabas áquí, firme, despierto,
como la voz que clama en el desierto
por el que yo, embriagado, caminaba
(Luis Lopèz Anglada)