RECIBES EL PAN DE TU HIJO
El maternal abrazo,
el cálido torrente de alegría,
la brillantez del rayo,
es en tu pecho el Pan de Eucaristía.
Un sabor agridulce
forma el umbral sonoro del tormento.
Un dolor te consume
y un gozo florecido te da aliento.
En tu vaso de amor
hay zumo de cipreses y azucenas,
macerado con Sol
y el peso de grilletes y cadenas.
Latidos incesantes
resuenan en la cumbre de la Alianza,
el río de tu sangre
circula por arterias de esperanza.
Las esclusas del tiempo
se abrirán en el lecho de tu herida,
terminará tu invierno
en una primavera verdecida.
El cuerpo de tu hijo
preña con su presencia tus entrañas,
y alumbras tu cariño
sobre piélagos, valles y montañas.
Es su Voz en tu centro
éxtasis, armonía, plenitud;
añoranza del cielo
gravita en tu corpórea esclavitud.
Se encierra el firmamento
en la sustancia efímera del pan,
con su fugaz destello
se acrecienta el ardor de tu volcán.
Ya viene la alborada
persiguiendo su estela en la espesura,
y doran las mañanas
la fruta que en tu rama está madura.
Cuando en sus brazos duermas,
el Niño que en tus brazos se dormía
te invitará a su Cena,
a la mesa de eterna Eucaristía.
BUENOS DÍAS P. S.
MAS TARDE TE LLAMARÉ
UN SALUDO
El maternal abrazo,
el cálido torrente de alegría,
la brillantez del rayo,
es en tu pecho el Pan de Eucaristía.
Un sabor agridulce
forma el umbral sonoro del tormento.
Un dolor te consume
y un gozo florecido te da aliento.
En tu vaso de amor
hay zumo de cipreses y azucenas,
macerado con Sol
y el peso de grilletes y cadenas.
Latidos incesantes
resuenan en la cumbre de la Alianza,
el río de tu sangre
circula por arterias de esperanza.
Las esclusas del tiempo
se abrirán en el lecho de tu herida,
terminará tu invierno
en una primavera verdecida.
El cuerpo de tu hijo
preña con su presencia tus entrañas,
y alumbras tu cariño
sobre piélagos, valles y montañas.
Es su Voz en tu centro
éxtasis, armonía, plenitud;
añoranza del cielo
gravita en tu corpórea esclavitud.
Se encierra el firmamento
en la sustancia efímera del pan,
con su fugaz destello
se acrecienta el ardor de tu volcán.
Ya viene la alborada
persiguiendo su estela en la espesura,
y doran las mañanas
la fruta que en tu rama está madura.
Cuando en sus brazos duermas,
el Niño que en tus brazos se dormía
te invitará a su Cena,
a la mesa de eterna Eucaristía.
BUENOS DÍAS P. S.
MAS TARDE TE LLAMARÉ
UN SALUDO