Octavio Martínez tuvo una vez una tiendecita donde tenía de auxiliar a Lenchito. En las ocasiones cuando Octavio tenía que hacer algo en la trastienda y dejaba solo a Lenchito, temiendo que este se dejara vencer por la tentación de comerse subrepticiamente algun guinéo, o un paniqueque, o alguna otra golosina, siempre le exigía: "... silba!, Lenchito, silba!.." -