En Puerto Padre vivía un distinguido caballero de la raza de color, que se llamaba Elpidio La Rosa, quien tenía dos hijos, el menor de los cuales era conocido por sus coterráneos como “Chicho Bemba”, quien según los comentarios pueblerinos estaba tan bien dotado como el famoso Isidro Guillén.
Chicho, tenía una gran aversión al trabajo, al extremo de que, inclinando una de sus manos hasta casi tocar su brazo, consiguió, a fuerza de mantener esa posición constantemente, no poder volver a enderezarla, lo cual utilizaba como pretexto para pedir dinero a cuanto conocido se le acercara.
Otro natural de la Villa Azul, era un señor, de apellido Bello, (no recuerdo el primer nombre), que tenia una hija, llamada Araceli, una de las mulatas más bellas nacida en nuestro pueblo.
No solamente era extremadamente agraciada físicamente, sino que también tenía un gran talento histriónico.
Junto a Pepito Yuch, otro puertopadrense que compensaba su corta estatura con gran desenvoltura de palabra y grata voz, transmitía poemas por la estación radial local CMKY, así como participaba en obras teatrales benéficas que dirigía Panchito Machado, las cuales contaban con un talentoso elenco de actrices y actores aficionados de la Villa de los Molinos.
No obstante su auto-producida limitación física, Chicho se enamoró perdidamente de Araceli, al extremo que, muy decidido, pidió su mano a su padre, a lo que éste le respondió rápidamente y con enorme gracejo criollo:
QUE VA, VATE, ARACELI........... ESA NO!
Chicho, tenía una gran aversión al trabajo, al extremo de que, inclinando una de sus manos hasta casi tocar su brazo, consiguió, a fuerza de mantener esa posición constantemente, no poder volver a enderezarla, lo cual utilizaba como pretexto para pedir dinero a cuanto conocido se le acercara.
Otro natural de la Villa Azul, era un señor, de apellido Bello, (no recuerdo el primer nombre), que tenia una hija, llamada Araceli, una de las mulatas más bellas nacida en nuestro pueblo.
No solamente era extremadamente agraciada físicamente, sino que también tenía un gran talento histriónico.
Junto a Pepito Yuch, otro puertopadrense que compensaba su corta estatura con gran desenvoltura de palabra y grata voz, transmitía poemas por la estación radial local CMKY, así como participaba en obras teatrales benéficas que dirigía Panchito Machado, las cuales contaban con un talentoso elenco de actrices y actores aficionados de la Villa de los Molinos.
No obstante su auto-producida limitación física, Chicho se enamoró perdidamente de Araceli, al extremo que, muy decidido, pidió su mano a su padre, a lo que éste le respondió rápidamente y con enorme gracejo criollo:
QUE VA, VATE, ARACELI........... ESA NO!