Llegóse a los pies del herido, pues deseaba y temía a la vez descubrir la terrible verdad de aquella desgracia, pero la sangre que cubría el rostro de la victima no le permitió reconocer en ella a su sobrino; y así hubo de preguntarle:
-Decidme, señor, quién sois
Y de qué es vuestro mal.
Que si remediarse puede,
Yo os prometo de ayudar.
-Decidme, señor, quién sois
Y de qué es vuestro mal.
Que si remediarse puede,
Yo os prometo de ayudar.