Desde la prisión en que estaba recluido, el príncipe envió un recado secreto a Roldan (o Rolando), el cual empezó a reunir gente de armas para libertar al sentenciado, pero noticioso de ello el emperador, desterró de París a Roldan, por un año, y ordenó que el reo fuera puesto a buen recaudo y ejecutada fielmente la sentencia.