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NARROS DEL CASTILLO: V...

V

¡Cosa rara! Entre tanto,
al lado de mujer tan seductora
no podía dormir, siendo yo un santo
que duerme, cuando no ama, a cualquier hora.
Mil veces intenté quedar dormido,
mas fue inútil empeño:
admiraba a la joven, y es sabido
que a mí la admiración me quita el sueño.
Yo estaba inquieto, y ella,
sin echar sobre mí mirada alguna,
abrió la ventanilla de su lado,
y como un ser prendado de la luna,
miró al cielo azulado,
preguntó, por hablar, qué hora sería,
y al ver correr cada fugaz estrella,
- ¡Ved un alma que pasa!- me decía.