NARROS DEL CASTILLO: III...

III

Más ciego cada vez por la hermosura
de la mujer aquella,
al fin la hablé con la mayor ternura,
a pesar de mis muchos desengaños;
porque al viajar en tren con una bella
va, aunque un poco al azar y a la aventura
muy deprisa el amor a los treinta años.
Y- ¿dónde vais ahora?-
pregunté a la viajera.
- Marcho olvidada por mi amor primero,-
me respondió sincera,
- a esperar el olvido un año entero.
- Pero- ¿y después,- le pregunté,- señora?
- Después- me contestó- ¡lo que Dios quiera!