NARROS DEL CASTILLO: IX...

IX

Corría en tanto el tren con tal premura,
que el monte abandonó por la ladera,
la colina dejó por la llanura,
y la llanura, en fin, por la ribera;
y al descender a un llano,
sitio infeliz de la estación postrera,
le dije con amor:- ¿Sería en vano
que amaros pretendiera?
¿Sería como un niño que quisiera
alcanzar a la luna con la mano?-
Y contestó con lívido semblante:
- No sé lo que seré más adelante,
cuando ya soy vuestra mejor amiga.
Yo me llamo Constancia y soy constante.
¿Qué más queréis- me preguntó- que os diga?-
y, bajando al andén, de angustia llena,
con prudencia fingió que distraía
su inconsolable pena,
con la gente que entraba y que salía;
pues la estación del pueblo parecía
la loca dispersión de una colmena.