NARROS DEL CASTILLO: X...

X

Y, con dolor profundo
mirándome a la faz, desencajada,
cual mira a su doctor un moribundo,
siguió:- Yo os juro, cual mujer honrada,
que el hombre que me dio con tanto celo
un poco de valor contra el engaño,
o aquí me encontrará dentro de un año,
o allí!...- me dijo señalando al cielo.
Y enjugando después con el pañuelo
algo de espuma de color de rosa
que asomaba a sus labios amarillos,
el tren (cual la serpiente que escamosa
queriendo hacer que marcha, y no marchando,
ni marcha ni reposa),
mueve y remueve, ondeando y más ondeando
de su cuerpo flexible los anillos;
yal tiempo en que ella y yo la mano alzando,
volvimos, saludando, la cabeza,
la máquina un incendio vomitando,
grande en su horror y horrible en su belleza,
el tren llevó hacia sí pieza tras pieza,
vibró con furia y lo arrastró silbando.