NARROS DEL CASTILLO: Por mil novecientos veinte...

Por mil novecientos veinte
según la Historia recuerda
era normal y corriente
que cada casa tuviera
como medio imprescindible
para cultivar la tierra
dos machos para labranza
y un buen rebaño de ovejas.
Por eso era importante
en las familias aquellas,
los pastores que abundaban
en Alpuente y sus aldeas.
Y es por eso que al pastor
saquemos hoy en escena
para darle el homenaje
que su vida mereciera.
2 Solitario por los montes
entre vaguadas y crestas
sorteando los peligros
de los riscos y las fieras,
metido entre los arbustos
por monte bajo y malea,
calzado con burdos zuecos,
con albarcas o esparteñas,
soportando en pies callosos
del suelo la gran dureza;
con el garrote en la mano
y en el zurrón la merienda,
y la zamarra y la honda
y la manta a la chamberga;

del verano y del invierno
sufriendo las inclemencias,
monte arriba y monte abajo
un tras otro, brega,
absorto en su humilde oficio,
ajeno a toda contienda,
que con cariño y esfuerzo
sólo en sus ovejas piensa;
que las llama por su nombre
y le responden atentas;
y él les busca buenos pastos
y a beber agua les lleva,
y su vida les dedica
con sacrificio y entrega.
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Tocaba el pito o la flauta
y cantaba en la ladera,
y mientras pace el rebaño
o en el verano sestea,
al calinche y la toña
con otros pastores juega,
o si se ve solitario
toca, canta, mira o reza,
que el escenario es divino
y para todo se presta,
y la vida del pastor,
por divina Providencia,
aunque con aspectos duros,
es feliz a su manera.
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