Con una suave cadencia,
los rosarios se estremecen
en los varales de plata.
La Virgen del Rosario, llora
entre flores engalanada.
En sus rosarios se mece,
a sus rosarios reclama,
tierno y cálido fenecer
para su sufrida alma.
Gotas de blanca cera,
se confunden con sus lágrimas.
Su cálido rostro refleja,
su Pureza Inmaculada:
Rosario Divina ¡Celestial!
¡Por incienso perfumada!
Pétalos de nardos acarician
sus manos tersas y blancas,
mientras el dulce dolor enloquece,
sus pupilas angustiadas.
Maria Rosa Pacheco Gonzalez
los rosarios se estremecen
en los varales de plata.
La Virgen del Rosario, llora
entre flores engalanada.
En sus rosarios se mece,
a sus rosarios reclama,
tierno y cálido fenecer
para su sufrida alma.
Gotas de blanca cera,
se confunden con sus lágrimas.
Su cálido rostro refleja,
su Pureza Inmaculada:
Rosario Divina ¡Celestial!
¡Por incienso perfumada!
Pétalos de nardos acarician
sus manos tersas y blancas,
mientras el dulce dolor enloquece,
sus pupilas angustiadas.
Maria Rosa Pacheco Gonzalez