Navamojada: Mi pueblo
Navamojada, conocida como Villahúmeda entre las gentes del lugar y sus alrededores, sin embargo poco tiene que ver este vocablo popular con sus orígenes según me refirió el cura-párroco de Bohoyo y sus anejos hace más de 20 años. “Navamajada”, Nava o “villa” y majada o “lugar de pastores”, aunque quizás sus primeros habitantes fuesen cuidadores de “guarros”, me contó el tío Pedro, pero quien realmente sabe de esto es el maestro: D. Alfonso.
Ya desaparecieron las cabras que al alba despertaban inundando a todo el pueblo de un perfume característico, y con el sonido de sus changarros. Todas ellas reunidas entorno al sonido que del “cuerno”, también de cabra, extraía el cabrero. Pero también desaparecieron los cabreros: unos marcharon a la ciudad en los años de la inmigración; otros, por edad; otros, porque ya no había cabras.
Todavía sueño cómo subían por la calle del Río, confluyendo en la plaza pasando delante del portalillo de la ermita o iglesia de San Pedro, rumbo a los barreros para adentrarse en la sierra lozana, recién lavada por el rocío del amanecer. Toda la escena era contemplada por el majestuoso y granítico “Pastor de Mena”, o “Picorote”, monte de 2.250 metros que señala que a sus pies se ubica el pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo..
Me parece oír el estribillo del cabrero que las acompaña: “Estando yo en la mi choza, pintando la mi cayada...”.
Hace fresco. Es verano, y todos los días del estío salen las cabras a la sierra, quizás a ver a sus primas “las monteses”, quizás a alumbrar a un nuevo cabritillo.
Porta el cabrero una zamarra, un morral, un cayado y algo de abrigo, la boina por supuesto y un andar fresco y decidido. Larga va a ser la jornada y precisa de un buen pan redondo, queso fresco, jamón, chorizo y vino y un vaso para refrescarse en las fuentes –numerosas- de nuestra sierra: los cerezos, regajo largo…
Un abrazo familia.
Navamojada, conocida como Villahúmeda entre las gentes del lugar y sus alrededores, sin embargo poco tiene que ver este vocablo popular con sus orígenes según me refirió el cura-párroco de Bohoyo y sus anejos hace más de 20 años. “Navamajada”, Nava o “villa” y majada o “lugar de pastores”, aunque quizás sus primeros habitantes fuesen cuidadores de “guarros”, me contó el tío Pedro, pero quien realmente sabe de esto es el maestro: D. Alfonso.
Ya desaparecieron las cabras que al alba despertaban inundando a todo el pueblo de un perfume característico, y con el sonido de sus changarros. Todas ellas reunidas entorno al sonido que del “cuerno”, también de cabra, extraía el cabrero. Pero también desaparecieron los cabreros: unos marcharon a la ciudad en los años de la inmigración; otros, por edad; otros, porque ya no había cabras.
Todavía sueño cómo subían por la calle del Río, confluyendo en la plaza pasando delante del portalillo de la ermita o iglesia de San Pedro, rumbo a los barreros para adentrarse en la sierra lozana, recién lavada por el rocío del amanecer. Toda la escena era contemplada por el majestuoso y granítico “Pastor de Mena”, o “Picorote”, monte de 2.250 metros que señala que a sus pies se ubica el pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo..
Me parece oír el estribillo del cabrero que las acompaña: “Estando yo en la mi choza, pintando la mi cayada...”.
Hace fresco. Es verano, y todos los días del estío salen las cabras a la sierra, quizás a ver a sus primas “las monteses”, quizás a alumbrar a un nuevo cabritillo.
Porta el cabrero una zamarra, un morral, un cayado y algo de abrigo, la boina por supuesto y un andar fresco y decidido. Larga va a ser la jornada y precisa de un buen pan redondo, queso fresco, jamón, chorizo y vino y un vaso para refrescarse en las fuentes –numerosas- de nuestra sierra: los cerezos, regajo largo…
Un abrazo familia.