A Clara Nebras (Por Cruz Sancho)
Llevaba unos años en Poyales cuando conocí a Clara Nebras. Su hermana Juana, vecina mía, me puso en contacto con ella con el fin de que le limpiara unas fincas y desde entonces nuestra relación fue en aumento. Entonces Clara ya estaba por los ochenta años y no la he conocido laborando en el campo. Muchos hoyancos y hoyancas me han hablado de que tanto ella como Emilio, su marido, han sido unos campesinos incansables. No obstante, para mí, esto no es lo importante de una persona. Son otros los motivos por los que le estoy agradecido. Clara ha sido una persona abierta; no ha estado a la defensiva con “los de fuera”, con los “hippies” más que con los del pueblo. Ella solía decir que el buey es de donde pace y no de donde nace y llevaba a la práctica este dicho. Recordaré siempre sus sopas de tomate, sus lentejas,... y al calor de la comida, sobre todo, sus canciones. Canciones que vienen de muy lejos y que gracias a su prodigiosa memoria han llegado, sin alteraciones, hasta nosotros. Son canciones que aprendió en su infancia y juventud y que recogen la vida de aquellos años en todos sus aspectos. En esos años el campo estaba lleno de campesinos y de jornaleras haciendo las faenas de cada estación del año y no era raro oír cantar a un labrador o incluso entablar un pique de canciones entre varios que estaban trabajando a cierta distancia. Clara nos ha transmitido alguna de estas coplas de carácter campesino:
No te extiendas verdolaga, arrecógete un poquito, que la huerta no es muy grande y el hortelano no es rico.
Y otra:
Muchacho si buscas novia, no la busques en el baile, búscala en el pimiental que tire el zacho con aire.
La ironía, la sorna, son formas que, de manera inteligente, suavizan la tensión de una expresión, pero no el fondo, el contenido, que suele permanecer íntegramente. He aquí dos ejemplos contados por Clara:
La Luna le dijo al Sol: si tú fueras jornalero, no madrugarías tanto y andarías más ligero.
Y otra:
En lo alto los Regajos, tiene mi abuelo una viña, ni la poda, ni la cava, ni tampoco la vendimia.
Esta última estrofa nos explica como se empezó a abandonar el cultivo de las partes altas del pueblo, los bancales.
Por los años treinta del siglo pasado, en la juventud de Clara, y hasta bastante después, el baile era la diversión, casi exclusiva, de la juventud. Baile había todos los domingos, en las fiestas y, durante el invierno, todos los días que llovía. Clara nos transmitió este ambiente así:
La calle Real me mata
La Fuente Nueva me alegra. Y el salón del tío Colache, me quita todas las penas.
Canciones irónicas, también, sobre las guerras. Dos muestras: una sobre la Guerra de la Independencia contra los franceses a principios del siglo XIX:
Vide a un gallego mear, a las puertas de Granada y vino a caer el chorro dentro del París de Francia y a un francés le quitó el gorro.
Otra hace mención al ambiente de las Guerras Carlistas:
Decían los liberales que Cristina no paría y parió más “muñoces” que liberales había.
(No me lo tomen como pedantería, pero quizá sea preciso aclarar que Cristina era María Cristina de Borbón Dos Sicilias, sobrina y la cuarta esposa de Fernando VII con la que tuvo su única descendencia, dos hijas; la mayor fue la que sería Isabel II. No tuvieron hijos y la Ley Sálica, abolida poco antes por el propio rey, y que impedía reinar a las mujeres, fue el origen de las Guerras Carlistas. María Cristina quedó viuda y a los tres meses de morir Fernando VII, se casó, secretamente, con el sargento Agustín F. Muñoz de la Guardía Real que, ya antes, era su amante. Esta nueva pareja tuvieron ocho “muñoces”. Las canciones, cuentos, dichos,..., que conocía Clara eran numerosos. Creo que Federico, su hijo, tiene recogidos bastantes de ellos; sería una pena que no se ordenaran y publicaran para que pudieran cantarse, leerse, contarse y sobre todo evitar su pérdida. Clara Nebras, no sé si alguien le diría a lo largo de sus noventa y dos años que su nombre y primer apellido forman un conjunto seductor. Suena suave y fuerte, es conciso, rotundo, contradictorio (Nebra significa niebla en gallego), que bien pudiera haber sido el seudónimo de una escritora del Romanticismo o el nombre de una hija del estimado y gran jefe indio Nube Roja. Y al hilo de su nombre, ahí va la última estrofa:
-Si no me habéis conocido en el cantar a lo llano, soy en Poyales nacida, como me han puesto me llamo.
Todo esto con cariño para Clara y para todas las campesinas y jornaleras del pasado y del presente.
Llevaba unos años en Poyales cuando conocí a Clara Nebras. Su hermana Juana, vecina mía, me puso en contacto con ella con el fin de que le limpiara unas fincas y desde entonces nuestra relación fue en aumento. Entonces Clara ya estaba por los ochenta años y no la he conocido laborando en el campo. Muchos hoyancos y hoyancas me han hablado de que tanto ella como Emilio, su marido, han sido unos campesinos incansables. No obstante, para mí, esto no es lo importante de una persona. Son otros los motivos por los que le estoy agradecido. Clara ha sido una persona abierta; no ha estado a la defensiva con “los de fuera”, con los “hippies” más que con los del pueblo. Ella solía decir que el buey es de donde pace y no de donde nace y llevaba a la práctica este dicho. Recordaré siempre sus sopas de tomate, sus lentejas,... y al calor de la comida, sobre todo, sus canciones. Canciones que vienen de muy lejos y que gracias a su prodigiosa memoria han llegado, sin alteraciones, hasta nosotros. Son canciones que aprendió en su infancia y juventud y que recogen la vida de aquellos años en todos sus aspectos. En esos años el campo estaba lleno de campesinos y de jornaleras haciendo las faenas de cada estación del año y no era raro oír cantar a un labrador o incluso entablar un pique de canciones entre varios que estaban trabajando a cierta distancia. Clara nos ha transmitido alguna de estas coplas de carácter campesino:
No te extiendas verdolaga, arrecógete un poquito, que la huerta no es muy grande y el hortelano no es rico.
Y otra:
Muchacho si buscas novia, no la busques en el baile, búscala en el pimiental que tire el zacho con aire.
La ironía, la sorna, son formas que, de manera inteligente, suavizan la tensión de una expresión, pero no el fondo, el contenido, que suele permanecer íntegramente. He aquí dos ejemplos contados por Clara:
La Luna le dijo al Sol: si tú fueras jornalero, no madrugarías tanto y andarías más ligero.
Y otra:
En lo alto los Regajos, tiene mi abuelo una viña, ni la poda, ni la cava, ni tampoco la vendimia.
Esta última estrofa nos explica como se empezó a abandonar el cultivo de las partes altas del pueblo, los bancales.
Por los años treinta del siglo pasado, en la juventud de Clara, y hasta bastante después, el baile era la diversión, casi exclusiva, de la juventud. Baile había todos los domingos, en las fiestas y, durante el invierno, todos los días que llovía. Clara nos transmitió este ambiente así:
La calle Real me mata
La Fuente Nueva me alegra. Y el salón del tío Colache, me quita todas las penas.
Canciones irónicas, también, sobre las guerras. Dos muestras: una sobre la Guerra de la Independencia contra los franceses a principios del siglo XIX:
Vide a un gallego mear, a las puertas de Granada y vino a caer el chorro dentro del París de Francia y a un francés le quitó el gorro.
Otra hace mención al ambiente de las Guerras Carlistas:
Decían los liberales que Cristina no paría y parió más “muñoces” que liberales había.
(No me lo tomen como pedantería, pero quizá sea preciso aclarar que Cristina era María Cristina de Borbón Dos Sicilias, sobrina y la cuarta esposa de Fernando VII con la que tuvo su única descendencia, dos hijas; la mayor fue la que sería Isabel II. No tuvieron hijos y la Ley Sálica, abolida poco antes por el propio rey, y que impedía reinar a las mujeres, fue el origen de las Guerras Carlistas. María Cristina quedó viuda y a los tres meses de morir Fernando VII, se casó, secretamente, con el sargento Agustín F. Muñoz de la Guardía Real que, ya antes, era su amante. Esta nueva pareja tuvieron ocho “muñoces”. Las canciones, cuentos, dichos,..., que conocía Clara eran numerosos. Creo que Federico, su hijo, tiene recogidos bastantes de ellos; sería una pena que no se ordenaran y publicaran para que pudieran cantarse, leerse, contarse y sobre todo evitar su pérdida. Clara Nebras, no sé si alguien le diría a lo largo de sus noventa y dos años que su nombre y primer apellido forman un conjunto seductor. Suena suave y fuerte, es conciso, rotundo, contradictorio (Nebra significa niebla en gallego), que bien pudiera haber sido el seudónimo de una escritora del Romanticismo o el nombre de una hija del estimado y gran jefe indio Nube Roja. Y al hilo de su nombre, ahí va la última estrofa:
-Si no me habéis conocido en el cantar a lo llano, soy en Poyales nacida, como me han puesto me llamo.
Todo esto con cariño para Clara y para todas las campesinas y jornaleras del pasado y del presente.