LA
FUENTE DE LA
PLAZA DE
RASUEROS
De tanto en tanto rehago el hatillo de ropa y desando el
camino por el que deserté del arado hace ya muchos años, los escasos cien kilómetros de uva y trigo que separan mi
casa del exangüe Rasueros, mi
pueblo. El regreso no es un retorno sino una constatación de lo inapelable de la huida, en todo caso un arrumaco con nostalgia, más que a la tierra, al tiempo que en ella hubo vida.
Rasueros, sincero, recibe con el
cementerio a la entrada. De un blanco traslúcido,
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